Laurencia Melo cultiva maíz en la milpa de su familia

¿Por qué el maíz de EE. UU. es una amenaza para México?

El maíz es originario de México, pero el temor a que las semillas modificadas genéticamente puedan contaminar estas variedades ancestrales ha llevado a prohibir ciertas importaciones estadounidenses.

Laurencia Melo cultiva maíz en la milpa de su familia, un sistema agrícola utilizado en toda Mesoamérica para cultivar maíz, judías y calabaza. Desde que México empezó a importar maíz estadounidense, el número de milpas no ha dejado de disminuir.

Fotografía de Erika Larsen, National Geographic
Por Miranda Lipton
Publicado 28 feb 2024, 15:23 CET

El maíz que hoy se come en todo el mundo se originó en México hace casi 10 000 años. Desde los antiguos rituales de mayas y aztecas hasta las tortillas, tamales, esquites y casi todos los demás platos básicos que se sirven hoy en día en todo el país, el maíz es la pieza central de la cultura, la cocina y la identidad.

Para proteger este legado, México está luchando por eliminar gradualmente este año el maíz transgénico cultivado en Estados Unidos, tras un decreto de 2020 del Presidente mexicano López Obrador que desató tensiones entre los dos países vecinos.

El Gobierno mexicano afirma que con esta decisión logrará proteger la salud de sus ciudadanos y las variedades de maíz autóctonas del país.

Sin embargo, el anuncio provocó fuertes objeciones por parte de Estados Unidos, cuyo mayor cliente anual de maíz transgénico suele ser México: entre 2018 y 2020, México compró casi el 30 por ciento de todas las exportaciones de maíz estadounidense. La disputa ha escalado a negociaciones formales bajo el Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá (USMCA), con Estados Unidos alegando que la prohibición de transgénicos viola el acuerdo comercial de los países y que México no ha proporcionado evidencia científica para respaldar su reclamo.

México, sin embargo, insiste en que el maíz transgénico amenaza la salud humana, y que las semillas modificadas amenazan las tradiciones agrícolas y la identidad cultural del país.

Hay un refrán que dice "sin maíz no hay país", una oda al legado y el tesoro de este activo agrícola.

México alberga la mayor diversidad genética de maíz del mundo, con más de 59 variedades únicas.

Lo que empezó como una hierba silvestre llamada teosinte hace casi 10 000 años en el actual México ha evolucionado a lo largo de milenios de domesticación y cría selectiva hasta producir el maíz que conocemos hoy. Las variedades autóctonas están bien adaptadas al entorno local: algunas han evolucionado para requerir menos agua y ser más resistentes a las plagas, dos características codiciadas ante un clima cambiante.

A México le preocupa que el maíz modificado genéticamente suponga un riesgo de contaminación genética, ya que los genes del maíz estadounidense tienen un historial de cruzar la frontera y se introducirse en las variedades mexicanas. El polen de los cultivos transgénicos puede viajar distancias considerables y cruzarse con las variedades nativas, alterando potencialmente su composición genética y, en algunos casos, haciéndolas menos adecuadas para las condiciones específicas para las que fueron cultivadas.

En Estados Unidos, la mayor parte del maíz se cultiva con semillas producidas por grandes empresas, que crean sólo un puñado de variedades de maíz genéticamente idénticas cultivadas a gran escala. En México, sin embargo, las semillas proceden de milpas que comparten semillas, lo que facilita una mayor diversidad y permite a los agricultores cultivar maíz de colores y tamaños muy variados.

La mezcla de genes que albergan las distintas variedades de maíz autóctono puede ayudar al maíz a adaptarse a entornos difíciles: un gen que confiera tolerancia a la sequía, por ejemplo, podría cruzarse con una variedad que tenga problemas sin agua.

"Las variedades tradicionales mantienen una gran diversidad genética", afirma Jeffrey Ross-Ibarra, ecólogo de la Universidad de California en Davis: "Probablemente hay más variedad en México que en todo EE UU".

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Por qué Estados Unidos contraataca

Aunque México recibe una parte considerable del maíz estadounidense, la mayor parte de ese maíz se dedica a la alimentación animal o al uso industrial, que no se ve afectado por la prohibición. El maíz predominante en la dieta y la cocina mexicanas es el maíz blanco, que representa sólo el uno por ciento de la producción de maíz estadounidense.

En 2023, México prohibió oficialmente el maíz transgénico para consumo humano, con lo que la prohibición propuesta entró en vigor de inmediato. Ese mismo año, México también realizó su mayor compra de maíz a EE.UU., 15,3 millones de toneladas.

Sin embargo, a los productores de maíz estadounidenses y a los responsables comerciales les preocupa que la decisión de prohibir el maíz transgénico para consumo humano pueda abrir la puerta a nuevas restricciones.

"En este momento, puede que no tenga un gran impacto económico porque lo que México está usando para producir harina, harina de maíz y tortillas es un porcentaje muy pequeño de sus importaciones totales; pero eso no significa que a Estados Unidos no le preocupe que esto sea la punta del iceberg", dice Kenneth Smith Ramos, ex jefe negociador mexicano para el USMCA.

México importó por primera vez maíz estadounidense modificado en 1994, cuando el Tratado de Libre Comercio de de América del Norte (TLCAN), predecesor del USMCA, ordenó el acceso libre de aranceles al maíz estadounidense de bajo precio. México no está legalmente obligado a comprar maíz cultivado en Estados Unidos, aunque su bajo costo lo convierte en una opción popular.

"Los maiceros mexicanos no pueden competir con los estadounidenses en eficiencia productiva", afirma Evan Rocheford, cofundador y director general de NutraMaize, una empresa de AgBioScience que comercializa variedades más nutritivas de maíz naranja no transgénico.

No hay pruebas de que los alimentos modificados genéticamente perjudiquen la salud humana, según la Agencia de Alimentación estadounidense (FDA, por sus siglas en inglés). Y Estados Unidos ha acusado a México de violar el USMCA, alegando la falta de pruebas científicas de que el maíz transgénico sea perjudicial para la salud y el medio ambiente. Las autoridades mexicanas afirman que EE. UU. no ha querido colaborar en la investigación de las implicaciones del maíz transgénico para la salud.

A las autoridades mexicanas también les preocupa que las explotaciones de maíz modificado genéticamente requieran el uso de glifosato, un herbicida que los tribunales estadounidenses han declarado probablemente cancerígeno. México planea prohibir el glifosato y ha realizado estudios que han encontrado niveles nocivos en niños que no habían tenido contacto directo con él.

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Preservar la diversidad genética del maíz

Aunque a Ross-Ibarra le preocupa la conservación del maíz autóctono, no cree que prohibir el maíz transgénico ayude a preservar estas variedades, y señala el declive de las pequeñas explotaciones como la mayor amenaza para el maíz autóctono.

"Si los agricultores tradicionales abandonan la agricultura de subsistencia, estamos perdiendo potencialmente la diversidad, tanto si el cultivo es transgénico como si es tradicional, por lo que la política económica tiene un impacto mucho mayor en el riesgo de la diversidad del maíz que la adopción del maíz transgénico", afirma.

Desde que México empezó a importar maíz estadounidense, las pequeñas explotaciones de milpa han ido disminuyendo.

"La evolución a escala continúa con el maíz en México a través de millones de agricultores, lo que sólo ocurre de forma muy limitada en Estados Unidos porque las semillas están en manos de unas pocas corporaciones", afirma Mauricio Bellon, profesor de investigación centrado en sistemas agrícolas y alimentarios sostenibles de pequeños agricultores del mundo en desarrollo en el Swette Center for Sustainable Foods Systems de la Universidad Estatal de Arizona (EE. UU.).

Y aunque las especies amenazadas suelen almacenarse en bancos de genes, Bellon afirma que la relación de un agricultor con su cultivo desempeña un papel crucial en la conservación.

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    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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