Mitos sobre eclipses solares

Unos de los textos más antiguos, incluidos antiguos documentos académicos chinos e incluso una línea de la 'Odisea' de Homero que dice que "el sol ha sido borrado del cielo". Es fácil imaginarse cómo debieron reaccionar nuestros primeros antepasados.

Por Redacción National Geographic
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People view the solar eclipse at 'Top of the Rock' observatory at Rockefeller Center in New York City.
Fotografía de Drew Angerer, Getty

Este artículo se publicó el 5 de septiembre de 2010 y ha sido modificado el 8 de abril de 2024.

Los seres humanos han registrado los eclipses solares como sucesos importantes durante milenios.  Se han encontrado referencias al respecto en algunos de los textos más antiguos, incluidos antiguos documentos académicos chinos e incluso una línea de la Odisea de Homero que dice “el sol ha sido borrado del cielo”.

Es fácil imaginarse cómo debieron reaccionar nuestros primeros antepasados a la desaparición repentina del sol, y con el tiempo el fenómeno ha sido visto como fascinante y terrorífico, una señal de desagrado por parte de los dioses, o una profecía de la llegada de algo malo.

Estos extraños y fascinantes espectáculos celestes tienen lugar cuando la luna se alinea entre la Tierra y el Sol, impidiendo el paso de la luz solar y ensombreciendo nuestro planeta. Mientras que la Tierra gira, esta sombra se mueve a unos 2.250 kilómetros por hora, a lo largo de una línea llamada “el camino de la totalidad”.

Sólo quien observa el cielo desde dentro de este arco (normalmente, de unos 16.000 kilómetros de largo y unos 160 de ancho) puede presenciar un eclipse total. Quien se encuentra cerca de él ve un eclipse solar parcial en el que no desaparece todo el sol. Los que se encuentran más lejos no ven nada de nada.

Un eclipse total comienza como si el sol hubiera recibido un mordisco apenas apreciable. Durante la siguiente hora, más o menos, esta mancha crece y finalmente consume el sol, convirtiendo el día en noche. Este estado, llamado totalidad, puede durar hasta siete minutos y medio, aunque normalmente se queda en la mitad de eso.

Durante la totalidad, la única parte visible del sol es su corona, la atmósfera externa, por lo general oculta, que brilla en la oscuridad como un aro de fuego. Cuando el sol comienza a reaparecer, a menudo existe un brillo centelleante en un punto de la corona que da lugar a lo que se conoce como el efecto del anillo de diamantes. En el espacio de una hora, la luz solar regresa.

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    Sólo durante la luna nueva

    Los eclipses sólo tienen lugar durante la fase de luna nueva, cuando la luna se mueve hacia el lado de la Tierra que da al Sol. Sin embargo, dado que la Luna gira alrededor de la Tierra con un ligero ángulo de inclinación, los tres cuerpos celestes sólo se alinerarán en el mismo plano, de forma que se dé el eclipse, cada cierto tiempo.

    Curiosamente, los eclipses totales sólo son posibles sobre la Tierra, ya que son una coincidencia fortuita: el diámetro de la Luna y la distancia de ésta a la Tierra hacen que su tamaño relativo sea el justo para cubrir el Sol. Si la luna fuera más pequeña o estuviera más alejada, sólo veríamos eclipses parciales. De hecho, dentro de unos mil millones de años, la Luna se habrá alejado tanto de la Tierra que ya no habrán eclipses solares nunca más.

    Otro tipo de eclipse solar, el eclipse anular, tiene lugar cuando la órbita elíptica de la Luna la aleja lo suficiente para que no tenga el tamaño necesario para cubrir el Sol. En este caso, el eclipse se presenta como un círculo oscurecido rodeado de luz solar.

    Los eclipses totales ocurren cada uno o dos años, mientras que los eclipses parciales tienen una media de unas dos veces y media al año. Sin embargo, dado que son visibles desde una región tan pequeña de la Tierra cada vez, la posibilidad de ver un eclipse total desde cualquier punto de ésta es de menos de una vez en la vida.

    Ver un eclipse solar puede ser una experiencia inolvidable, pero los expertos recomiendan prudencia. Mirar directamente al Sol a través de un telescopio o de prismáticos (o incluso sin utilizar nada) puede provocar daños en los ojos e incluso ceguera permanente.

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