La nieve cae en Marte cada verano, según sugiere una nueva simulación

Según nuevas simulaciones atmosféricas, el planeta rojo se ve cubierto por un manto inesperado de ráfagas de nieve.

Por Nadia Drake
Publicado 9 nov 2017, 4:22 CET
El globo de Marte
El globo de Marte, visto en un mosaico de imágenes de los orbitadores Viking.
Fotografía de NASA

En el norte marciano, el verano trae consigo una capa de nieve nocturna.

Esta sorprendente escena nos llega por cortesía de nuevas simulaciones de capas cambiantes en la atmósfera marciana, que se mezclan de forma más enérgica de la esperada y producen un tiempo tormentoso.

Aunque es todavía virtual, la precipitación de nieve encaja bastante bien con una observación realizada por un robot en Marte en 2008, y podría ofrecer una explicación a cómo un tipo muy diferente de nieve cae de los cielos polares del planeta rojo.

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Si las simulaciones son correctas, la nieve estival en Marte tiene lugar en ráfagas que pueden durar varias horas, según informa un equipo de científicos en un estudio que describe el hallazgo publicado en la revista Nature Geoscience. Los copos de agua helada caen de las nubes en lo alto de la atmósfera del planeta y a veces no llegan a la superficie, pero quizá dejen de vez en cuando una huella escarchada que da la bienvenida al amanecer.

«No hay nieve suficiente como para hacer un muñeco de nieve», afirma el coautor del estudio Aymeric Spiga, científico planetario en el Centro Nacional francés para la Investigación Científica. Pese a todo, la nieve es probablemente un actor importante en el ciclo del agua del planeta.

«La nevada, las fuertes corrientes, todo esto es muy novedoso, muy pulcro», afirma John Wilson del Centro de Investigación Ames de la NASA. «Probablemente eso es lo que está ocurriendo en la atmósfera marciana real y tendrá un impacto sobre la distribución del agua».

La hipótesis de la existencia de nieve en Marte se ha estado investigando durante algún tiempo. Para empezar, sabemos que el planeta rojo tiene nubes y hielo de agua subsuperficial.

El módulo de aterrizaje Phoenix de la NASA, que aterrizó cerca del polo norte marciano en 2008, avistó estructuras tenues en las alturas que tenían un aspecto parecido al de las virgas en la Tierra. Aquí, las virgas se forman cuando la precipitación no alcanza el suelo, por lo que los científicos concluyeron que Phoenix había visto una ventisca de hielo de agua.

Avancemos hasta 2012, cuando los científicos anunciaron que el Mars Reconnaissance Orbiter de la NASA había observado lo que parecía una nube de copos de nieve de dióxido de carbono sobre el polo sur.

Es la única ocasión en la que se ha visto caer dicha nieve de hielo seco en el sistema solar. A diferencia de la delicada virga en el norte, no solo alcanza el suelo, sino que también contribuye significativamente a las capas de hielo estacionales de dióxido de carbono en el planeta, según Paul Hayne del Laboratorio de propulsión a reacción de la NASA.

«Las tormentas de CO2 son mucho más intensas», dice Hayne. En términos de contribución a los casquetes, «estimamos que supone hasta el 20 por ciento de la acumulación estacional, que alcanza varios metros en total».

Para averiguar cómo contribuyen las nubes de hielo de agua del planeta a la meteorología marciana, Spiga y sus colegas crearon un modelo por ordenador de alta resolución y observaron lo que ocurría en su pedazo de atmósfera marciana digital.

Durante la noche marciana, las nubes de hielo de agua radiaban luz infrarroja que enfriaba la atmósfera circundante. Esto provoca que las masas de aire muy frío se dispongan sobre el aire más cálido. Estas masas frías descienden, produciendo fuertes corrientes y vientos tempestuosos que no se esperaba que ocurrieran en las nubes marcianas.

Las corrientes de convección mueven las partículas heladas en las nubes, que finalmente son empujadas hacia la superficie en ráfagas de precipitaciones.

Hayne afirma que la nevada que provocan las propias nubes es uno de los hallazgos clave de la simulación.

«Al radiar energía, las nubes hacen que el aire circundante se enfríe más rápidamente, lo que lleva a un mayor crecimiento de la nube y finalmente provoca una nevada», afirma él, aunque no está seguro de si ese mismo mecanismo explicaría las impresionantes nevadas de hielo seco que hemos observado.

Aun así, es un buen resultado que encaja a la perfección con las observaciones de la Phoenix, según Wilson. Wilson, exmeteorólogo en la NOAA, está trabajando actualmente en las simulaciones del clima marciano en la NASA. Según él, estas son el tipo de observaciones que podrían convertirse en factores importantes en los complejos modelos globales empleados para entender Marte.

En última instancia, a los científicos les gustaría usar estos modelos para volver atrás en el tiempo y ver el pasado acuoso del planeta, pero estas cosas no pueden hacerse con seguridad hasta que los modelos repliquen con precisión su clima actual.

«Hace diez años, se creía que las nubes de hielo de agua apenas tenían impacto sobre el clima marciano», afirma Wilson. «Ahora nos hemos dado cuenta de que tienen un enorme impacto... y todo se ha vuelto más rico, complejo e interesante de lo que sospechábamos».

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