Una insólita tormenta tan ancha como la Tierra aparece sobre Neptuno

La brillante tempestad es la primera avistada cerca del ecuador del planeta, lo que plantea preguntas acerca de cómo se formó y por qué ha persistido.

Por Nadia Drake
Publicado 9 nov 2017, 4:21 CET

La meteorología de Neptuno, salvaje y ventosa, ha empeorado: una nueva tormenta ha estallado en un lugar sorprendente, cerca del ecuador del planeta azul.

Este joven sistema tormentoso, con una anchura que, según se estima, es casi igual a la del planeta Tierra, es una enorme y brillante nube de la que probablemente se esté precipitando hielo de metano al interior del planeta. En las imágenes recientes recibidas desde el observatorio Keck, en Mauna Kea, Hawái, la nube pareció iluminarse entre el 26 de junio y el 2 de julio, y todavía se agitaba el pasado 25 de julio.

Pese a que se han visto con anterioridad tormentas evolucionando en Neptuno, nunca se había observado una tormenta tan enorme cerca del ecuador del mismo. Las brillantes nubes de tormenta del planeta suelen acumularse en lugares más cercanos a los polos.

«Esta tormenta es inusual porque es muy grande y no es oscura. Es brillante, y la parte brillante debe ser algo así como cirros sobre una tormenta que se encuentra debajo», explica Bryan Butler del Observatorio Nacional de Radioastronomía. «Además, parece quedarse quieta, ya que ha estado ahí durante un mes, más o menos».

No es frecuente la observación de tempestades evolucionando sobre los planetas gigantes más lejanos del sistema solar. Neptuno orbita, de media, a 30 veces más distancia del Sol que la Tierra y ninguna nave lo ha visitado desde 1989.

Eso significa que es un mundo del que los científicos saben bien poco. Lo que sí saben es que los vientos azotan y agitan su atmósfera a velocidades récord: más de 1.600 kilómetros por hora. La meteorología del planeta es una de las más fuertes de todo el sistema solar, pese a que no queda claro cómo el gélido mundo genera energía suficiente para alimentar la furia de sus vientos.

Basándonos en las observaciones que tenemos, parece que los hilos de nubes brillantes y heladas van y vienen, al igual que las tormentas oscuras y gigantes que manchan la superficie del planeta. En 1989, la nave Voyager 2 observó la Gran Mancha Oscura —un ciclón casi circular— cuyo tamaño hacía competencia al de la Gran Mancha Roja y cuyos vientos superaban en velocidad a los de la tormenta joviana. Sin embargo, para cuando el Telescopio Espacial Hubble se dispuso a observar el planeta en 1994, la mancha se había desvanecido. En su lugar, Hubble avistó unas cuantas nubes brillantes al norte.

Cuando el estudiante de grado de la Universidad de Berkeley Ned Molter vio por primera vez esta enorme nube a través de las lentes de Keck en junio, él y su tutor Imke de Pater pensaron que podía tratarse de la misma tormenta que Hubble había observado 28 años antes.

Pero no lo era. Ahora, el equipo trabaja para averiguar cómo se ha formado una nube tan descomunal y cómo se ha quedado quieta cerca del ecuador del planeta.

«Como ha debido estar ahí durante al menos unas cuantas semanas… algo debe estar manteniéndola unida», afirma de Pater.
Una posibilidad es que esta nube se trate de una característica de la atmósfera superior que podría acabar por disiparse, al igual que la tormenta titánica que recorrió la superficie de Saturno en 2011.

Otra idea intrigante es que la tormenta se encuentre anclada en un vórtice oscuro y profundo que extraiga gases más templados del interior del planeta. A medida que dichos gases llegan a la gélida periferia atmosférica, se condensarían formando nubes que brillan en las lentes telescópicas de Keck.

«Si está atada a una tormenta subyacente, entonces probablemente será longeva», afirma Butler. «Se puede mirar bajo las nubes mediante observaciones con radiotelescopios, ya que así se puede ver a gran profundidad en la atmósfera. El problema es que es complicado».

Aun así, resolver algunos de los misterios planetarios en nuestro vecindario cósmico podría ayudar a que los astrónomos entiendan mejor los miles de mundos alienígenas descubiertos por toda la galaxia gracias a naves buscadoras de planetas como el telescopio Kepler de la NASA.

«Lo importante de los gigantes helados es que la mayor parte de los planetas descubiertos por Kepler tienen el tamaño de gigantes helados», explica Butler. «Si queremos entender los exoplanetas, tenemos que entender primero Urano y Neptuno».

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