¿Perjudicarán los satélites Starlink de Elon Musk a la astronomía?

Un ambicioso proyecto para ofrecer un servicio de Internet global ha planteado preocupaciones por la basura espacial, la contaminación lumínica y las observaciones astronómicas.

Por Nadia Drake
Publicado 30 may 2019, 16:33 CEST
Falcon 9
Un fotograma de un vídeo en directo muestra el cohete Falcon 9 de SpaceX llevando varios satélites Starlink a la órbita. Estos 60 satélites son la primera ola de un conjunto diseñado para ofrecer un servicio de Internet global. Pero a los astrónomos les preocupa que el proyecto pueda tener consecuencias involuntarias para la ciencia y las vistas de la humanidad del firmamento.
Fotografía de Space X

Si el consejero delegado de SpaceX, Elon Musk, se sale con la suya, es posible que los cielos de la Tierra pronto estén salpicados por 12.000 estrellas falsas: el resplandor veloz reflejado por una megaconstelación de satélites de comunicación que reciben el nombre colectivo de Starlink. Una vez se complete, quizá para mediados de la década del 2020, Starlink conectará a todo el planeta a Internet y ofrecerá un acceso rápido de banda ancha a zonas remotas, aviones, barcos y coches.

Musk ya ha puesto en marcha la primera fase de su plan. El 23 de mayo, un cohete Falcon 9 de SpaceX transportó 60 satélites Starlink a la órbita. Pero casi tan pronto como se desplegó la flota, suscitó debates sobre la ética de que una sola compañía cambie de forma unilateral la apariencia del cielo nocturno.

A pesar de las garantías iniciales de Musk de que los satélites apenas serían perceptibles, este tren de naves se ha capturado marchando por cielos de todo el planeta y algunos servicios de seguimiento en línea pueden incluso calcular cuándo y dónde pueden verse pasar sobre nuestras cabezas.

Los astrónomos también han planteado su preocupación por el efecto de la constelación en la astronomía terrestre y cómo estos satélites del tamaño de minineveras se sumarán a un entorno orbital ya hacinado.

¿Qué es Starlink exactamente? ¿Cuáles son sus posibles impactos? Y ¿hay forma de evitar que este y otros proyectos similares contaminen nuestras vistas celestes? Sigue leyendo para averiguarlo.

¿Cuál es el plan maestro de Starlink?

En última instancia, Musk tiene la intención de lanzar casi 12.000 satélites Starlink a la órbita baja terrestre, que podrían ocupar altitudes entre los 350 y los 1.190 kilómetros. Ya hay 60 satélites orbitando la Tierra y que activan propulsores alimentados con criptón cada 90 minutos para elevarse a sus órbitas previstas. Dentro de un año, Musk pretende colocar unos 720 satélites en el espacio.

Una vez colocado, el conjunto orbital completo ofrecerá un Internet rápido e ininterrumpido a todo el planeta, según Musk.

¿Cómo funcionan los satélites?

En el espacio, los satélites de 226 kilogramos que funcionan con energía solar se comunican entre sí mediante enlaces ópticos y de radio. La red entera estará conectada a terminales de usuarios en la Tierra que pueden instalarse en cualquier parte con vistas al cielo. Con un conjunto de satélites lo bastante grande sobre nuestras cabezas, el servicio de Internet debería estar disponible de forma continua, a diferencia de los retrasos de conectividad habituales en los actuales satélites Iridium y otras redes.

Asimismo, SpaceX afirma que cada satélite será «capaz de rastrear desechos orbitales y evitar colisiones de forma autónoma» y que el 95 por ciento de los componentes de los satélites se desintegrarán rápidamente en la atmósfera terrestre durante la desorbitación al final de sus vidas.

Parece una meta útil. ¿Qué les molesta a los astrónomos?

Para empezar, la órbita baja terrestre ya está bastante llena. Como ha señalado el propio Musk, actualmente hay un enjambre de 5.000 satélites en el entorno inmediato del planeta y Starlink triplicaría esa cifra. Aunque los satélites Starlink están diseñados para no sobrevivir a la reentrada en la atmósfera terrestre, podrían plantear un problema importante si resultan dañados en órbita o tardan en deshacerse.

«Incluso a esa altitud, los restos pueden permanecer en órbita durante mucho tiempo», escribió en Twitter Alice Gorman, investigadora de la Universidad Flinders. «No confío en las garantías simplistas de operadores de satélites sin detalles precisos».

¿Serán muy visibles desde la Tierra?

Al principio, las estimaciones de visibilidad de los satélites sugerían que figurarían entre los objetos más brillantes en los cielos nocturnos, con una magnitud aparente de 2, solo ligeramente más tenues que la Estrella Polar. Sin embargo, ahora, las estimaciones son más favorables para quienes valoran la oscuridad del firmamento.

«Los últimos informes indican que los satélites pasan la mayor parte del tiempo sobre una magnitud 5, quizá hasta una magnitud tenue de 7», afirma el astrónomo Jonathan McDowell del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian. (En astronomía, cuanto mayor sea la cifra de magnitud aparente, más tenues son los objetos.)

Sin embargo, al igual que los satélites Iridium que los precedieron, los satélites Starlink pueden «destellear» si sus paneles solares tienen el ángulo preciso para lanzar una ráfaga de luz solar reflejada a la Tierra, aumentando brevemente su resplandor aparente hasta los niveles de Venus o Júpiter.

E incluso estas estimaciones revisadas, basadas en las altitudes e inclinaciones orbitales finales, sugieren que serán visibles a simple vista desde lugares muy oscuros.

«Se tardarán semanas o meses en poder evaluar la situación», afirma McDowell.

¿Supondrá un problema para los astrónomos?

Sí, probablemente. Para empezar, una parte de los satélites operarán en frecuencias o cerca de frecuencias que utilizan los radioastrónomos para estudiar el cosmos. Normalmente, estas frecuencias las usan principalmente los científicos, pero la filtración y las interferencias de los satélites en órbita pueden dificultar que los telescopios terrestres sigan escrutando objetos lejanos.

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«Como principio general, las instalaciones de radioastronomía son muy vulnerables a los enlaces de telecomunicación de los satélites y a usos aéreos, ya que los radiotelescopios no pueden protegerse de las transmisiones a gran altitud solo con escudos geográficos», afirma Liese van Zee, de la Universidad de Indiana y directora del Comité de Radiofrecuencias (CORF, por sus siglas en inglés) de la Academia Nacional de Ciencias. Explica que el CORF sabe que se está trabajando en un acuerdo de coordinación con Starlink y que, históricamente, dichos acuerdos han equilibrado los intereses de la ciencia y las empresas de telecomunicación.

Tanto SpaceX como OneWeb —otra empresa que pretende lanzar una flota de satélites de comunicaciones— han ido resolviendo dichos detalles con la Fundación Nacional de Ciencias y el Observatorio Nacional de Radioastronomía (NRAO por sus siglas en inglés) estadounidenses, según añade Harvey Liszt, del NRAO.

«Por otra parte, siguen cambiando los parámetros de sus satélites sin comunicárnoslo», afirma Liszt.

Los instrumentos ópticos terrestres, sobre todo los grandes telescopios de investigación del futuro, tendrán que enfrentarse a estos satélites que atravesarán sus imágenes.

«Los astrónomos profesionales como yo podríamos tener que prepararnos para los cielos rayados que nos esperan. No puedo decir que tenga ganas de eso», escribe Michael Brown, astrónomo de la Universidad de Monash.

Bruce Macintosh, de la Universidad de Stanford, señala que uno de los proyectos más importantes de la próxima década, denominado Large Synoptic Survey Telescope, probablemente tendrá que enfrentarse a entre uno y cuatro satélites Starlink en cada imagen tras una o dos horas de crepúsculo. El LSST escaneará continuamente el cielo desde su ubicación en una montaña de Chile, lo que significa que la cantidad de imágenes contaminadas por Starlink ascenderá bastante.

«Creo que para los astrónomos esto es más una molestia que un desastre, pero si se va a cambiar el cielo para todos los humanos, se necesita un debate», escribe Macintosh en Twitter.

¿Ha tenido que obtener aprobación legal para lanzar Starlink?

Sí. SpaceX ya ha recibido la aprobación de la Unión Internacional de Telecomunicaciones y de la Comisión Federal de Comunicaciones estadounidense para lanzar un total de 11.943 satélites. Y asumiendo que la Administración Federal de Aviación siga concediendo licencias para lanzar cohetes con satélites Starlink a bordo, no existen mecanismos reguladores que impidan que la empresa complete su estrategia.

Siendo justos, SpaceX no es la única empresa que pretende colocar nubes de satélites de Internet en el espacio. Entre ellas, Amazon planea su Project Kuiper de 3.000 satélites y OneWeb (que ya ha lanzado seis satélites) pretende enviar hasta 2.000 a la órbita.

¿Ha respondido Musk a estas preocupaciones?

Sí. A pesar de que inicialmente insistió en que los componentes de Starlink serían invisibles y no presentarían problemas para la astronomía, Musk ha dicho que ha indicado a su equipo que busque formas de reducir la reflectividad (o albedo) de Starlink.

«Envié una nota al equipo de Starlink la semana pasada que trataba específicamente de la reducción del albedo», tuiteó el 27 de mayo, tras reconocer que a SpaceX «le importa mucho la ciencia».

Sin embargo, por ahora, la comunidad científica en general parece estar de acuerdo en que los debates sobre los efectos de dichos proyectos —ya sean alterar las vistas del cosmos o dificultar la astronomía terrestre— deberían haberse producido antes de colocar el hardware en órbita.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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