El antiguo asteroide Bennu contiene los ingredientes necesarios para la vida

Las revelaciones de la sonda OSIRIS-REx de la NASA generan expectación por su misión de muestreo, que tendrá lugar en las próximas semanas.

Por Michael Greshko
Publicado 9 oct 2020, 15:06 CEST

Bennu, un asteroide próximo a la Tierra, es un poco más largo y ancho que el Empire State. Es el asteroide con las mayores probabilidades de impactar en la Tierra en los próximos 150 años. Desde finales de 2018, la sonda OSIRIS-REx ha revelado los secretos de Bennu con detallados estudios orbitales.

Fotografía de NASA, Goddard, Universidad de Arizona

Desde la distancia, el asteroide Bennu parece una peonza de 30 metros de ancho que flota en el espacio. Pero ahora los científicos cuentan con una imagen en primer plano gracias a la sonda OSIRIS-REx de la NASA, que tomará muestras de la superficie del asteroide el próximo 20 de octubre. Las nuevas observaciones revelan que el terreno y los orígenes de Bennu son más intrigantes y complejos de lo que podrían haber soñado los científicos.

En seis estudios publicados hoy en las revistas Science y Science Advances, el equipo de OSIRIS-REx presenta nuevos datos cartográficos en alta resolución, recopilados desde la llegada de la sonda a Bennu en 2018. En su conjunto, los estudios presentan nuevos detalles sobre el cuerpo celeste más pequeño orbitado por una sonda, datos que llenan lagunas cruciales en la comprensión científica de los asteroides.

Los astrónomos pueden cartografiar asteroides desde la distancia mediante telescopios, pero solo hasta cierto punto, con la precisión de áreas del tamaño de ciudades o estados. El estudio de los meteoritos, que los científicos pueden examinar de cerca, ayuda a llenar los vacíos a pequeña escala, pero no pueden revelarlo todo. «Estas mediciones vinculan esas dos escalas y nos ayudan a ver detalles que no podríamos ver de otro modo», afirma Andy Rivkin, científico planetario del Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins que no participó en el estudio de Bennu.

Un mapa global de Bennu creado mediante espectroscopia infrarroja destaca las zonas ricas en materiales que contienen carbono, como las moléculas orgánicas y los minerales carbonatos (rojo). Las venas en algunas de las rocas sugieren que el agua inundó el asteroide que engendró Bennu en el sistema solar primitivo.

Fotografía de Simon et al., Science 2020

En particular, este asteroide podría contener pistas sobre los orígenes de la vida, por eso la NASA lanzó la OSIRIS-REx en 2016 para tomar muestras de su superficie. Bennu forma parte de una población de asteroides que contienen moléculas orgánicas con carbono —ingredientes esenciales para la vida tal y como la conocemos en la Tierra— y minerales alterados en la presencia de agua. Los investigadores sospechan que al menos algunas de las moléculas orgánicas y el agua proceden de asteroides, así que objetos como Bennu podrían haber sembrado la Tierra con las sustancias químicas necesarias para la vida.

Bennu también plantea un posible riesgo de seguridad para nuestro planeta. Su órbita se cruza con la de la Tierra y hay una posibilidad de uno entre 2700 de que colisione con nuestro planeta a finales del siglo XXII, de ahí que sea importante estudiar minuciosamente el asteroide.

Orígenes acuosos

Aunque muchas de las rocas que componen Bennu se remontan a la infancia del sistema solar, el propio Bennu es el producto de un caos más reciente. Los investigadores creen que hace unos mil millones de años, una gran colisión en el cinturón de asteroides destruyó un objeto de 96 kilómetros de diámetro. El cataclismo produjo una gran cantidad de desechos que formaron una población de asteroides más pequeños, entre ellos Bennu.

Cuando el cuerpo que engendró Bennu aún era joven, poseía el calor suficiente para mantener agua líquida. Conforme esta agua goteaba por el asteroide, depositó poco a poco minerales carbonatos dentro de las fracturas por las que pasaba. Más adelante, cuando la gravedad esculpió Bennu a partir de los restos de aquel asteroide, algunas de estas venas minerales primordiales sobrevivieron dentro de las rocas que ahora salpican la superficie de Bennu.

Las venas de carbonatos más grandes que se han observado hasta ahora miden más de un metro de largo. La anchura y el tamaño de las venas quieren decir que, durante miles —o millones— de años, el cuerpo del que surgió Bennu tuvo una cantidad considerable de actividad hidrotermal.

«Por eso exploramos el espacio», dice Hannah Kaplan, científica planetaria del Centro Goddard de Vuelo Espacial de la NASA, miembro del equipo de OSIRIS-REx y coautora del estudio. «No esperábamos ver este tipo de cosas, no pueden verse desde la Tierra y necesitamos orbitar cerca del asteroide para verlas».

Las venas de carbonatos han salido a la luz después de que la OSIRIS-REx recopilara una gran cantidad de datos en alta resolución. Rivkin explica que un instrumento a bordo de la sonda analizó la composición superficial del asteroide a una resolución equivalente al tamaño de una cancha de baloncesto. Otro cartografió la variación de colores de Bennu a una escala equivalente a una hoja de papel y un instrumento obtuvo imágenes de algunas partes de la superficie de Bennu a la escala de un sello.

Una roca espacial extraña

Bennu es un asteroide poroso, una «pila de escombros» que se mantienen unidos por su propia gravedad, que es menos de ocho millonésimas de la gravedad de la Tierra. Por eso la exploración de este extraño mundo es como una aventura en el País de las Maravillas.

Durante el periodo que pasó orbitando el asteroide, OSIRIS-REx ha revelado todo tipo de detalles imprevistos. Por ejemplo, ha observado cómo salían disparadas algunas rocas de la superficie de Bennu, algo que probablemente se deba al calor del Sol. La sonda ha detectado fragmentos de otro asteroide, Vesta, entre las rocas de Bennu reconociendo las rocas que contenían la mezcla de materiales característica de Vesta.

La concepción artística de la sonda OSIRIS-REx de la NASA a punto de tomar una muestra del asteroide Bennu.

Fotografía de NASA, Goddard, Universidad de Arizona

En los nuevos estudios, los investigadores han hallado dos tipos de roca en la superficie, una más fuerte y otra más débil. También han observado variaciones sutiles en el color del asteroide, en la capacidad para retener calor y en la densidad local, así como en el terreno de los hemisferios norte y sur. Estos factores podían ser pistas sobre la formación y la erosión de Bennu en el vacío del espacio.

La OSIRIS-REx confirmó que las moléculas orgánicas que contienen carbono cubren casi la mitad de la superficie de Bennu. Por las evidencias extraídas de los meteoritos, los científicos habían sospechado que estas moléculas abundaban en Bennu. Pero confirmar esa teoría genera confianza sobre el valor del intento de muestreo de OSIRIS-REx del 20 de octubre.

El traicionero lugar de muestreo, llamado Nightingale («Ruiseñor»), incluye una roca de 14 metros de ancho y tres pisos de alto (centro de la imagen) apodada Mt. Doom («monte Perdición»).

Fotografía de NASA, Goddard, Universidad de Arizona Mosaico de 55 imágenes

En un simulacro, el brazo de muestreo de la sonda OSIRIS-REx se acerca a la superficie de Bennu. El fin de esta maniobra es perforar y recoger al menos unos gramos de material y posiblemente hasta dos kilos.

Fotografía de NASA, Goddard, Universidad de Arizona

En menos de dos semanas, la sonda descenderá al lugar de aterrizaje en un cráter llamado «Nightingale» («Ruiseñor»), una de las muchas formaciones del asteroide a las que los científicos han puesto nombre de aves. En cuestión de segundos, recogerá al menos 60 gramos de granos y guijarros del asteroide. A continuación, la OSIRIS-REx ascenderá y volverá a la Tierra; su llegada está prevista para 2023.

«Cualquier muestra que traiga, independientemente de su ubicación, debería tener minerales hidratados y materiales que contengan carbono», afirma Amy Simon, científica del Centro Goddard de Vuelo Espacial de la NASA, miembro del equipo de la OSIRIS-REx y coautora del estudio.

Planificar la maniobra ha sido difícil. La OSIRIS-REx se diseñó asumiendo que la superficie de Bennu estaba cubierta de material fino. En cambio, está cubierta de rocas del tamaño de edificios pequeños. Para trazar una trayectoria segura hasta la superficie, los investigadores tuvieron que cartografiar el asteroide con una precisión milimétrica e incluso mejorar el software de navegación de la sonda en plena misión.

Faltan menos de dos semanas para este intento de muestreo decisivo y los científicos de la OSIRIS-REx sienten cómo aumenta el entusiasmo.

«Aún no estoy nerviosa, pero si me preguntas el día del muestreo, será harina de otro costal», dice Simon entre risas. «Toco madera, ha sido una experiencia increíble».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.
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