La NASA impactó un cohete contra un asteroide, pero no contó con qué pasaría después con los restos

Una prueba para proteger a la Tierra de los asteroides desencadenó un enjambre de rocas, y un nuevo estudio sugiere que puede haber algunas consecuencias imprevistas.

Por Robin George Andrews
Publicado 2 abr 2024, 14:51 CEST
Nave espacial DART (Double Asteroid Redirection Test)

Imagen de la nave espacial DART (Double Asteroid Redirection Test) de la NASA del asteroide Didymos (abajo a la derecha) y su lunas Dimorphos (centro). Esta imagen fue tomada aproximadamente dos minutos y medio antes de que una nave espacial chocara deliberadamente contra Dimorphos para comprobar si un impacto de este tipo desviaría un asteroide que se dirigiera hacia la Tierra.

En el futuro, si no se hace nada para detenerlo, un asteroide no mucho mayor que un estadio de fútbol se estrellará contra el planeta. Si choca contra una ciudad, la aniquilará como lo haría una bomba nuclear no radiactiva. Hay 25 000 asteroides como éste, de unos 140 metros de largo, zumbando por el espacio cercano a la Tierra, y aún quedan unos 15 000 por encontrar.

Una forma de evitar que impacten contra la Tierra es cambiar su trayectoria chocando contra ellos con una pequeña nave espacial. En septiembre de 2022, para probar esta técnica de desviación, una nave espacial del tamaño de una furgoneta se estrelló contra un asteroide cercano a la Tierra de 160 metros de largo (inofensivo) llamado Dimorphos a 22 530 kilómetros por hora y, al hacerlo, desplazó con éxito su órbita alrededor de una roca espacial más grande llamada Didymos.

Se trataba de la misión DART (Double Asteroid Redirection Test), el primer experimento de defensa planetaria de la humanidad. Fue aclamado como un gran éxito, pero produjo algunos efectos secundarios sorprendentes, incluyendo un enjambre de rocas que se encontraron envolviendo Dimorphos varios meses después del impacto. Estas rocas relativamente pequeñas no suponían una amenaza para la Tierra, pero la comunidad científica se preguntó dónde podrían acabar.

El telescopio Webb registra el impacto de la colisión DART a los 22 minutos, 5 horas y 8 horas del momento del impacto.

Fotografía de Courtesy of STScI, NASA

Ahora, un estudio publicado recientemente (aún pendiente de revisión por pares) ofrece algunas respuestas. Mediante una cuidadosa simulación de las innumerables formas en que estas rocas orbitarán alrededor del Sol durante los próximos 20 000 años, los científicos descubrieron que no hay posibilidad de que ninguna de ellas arda en los cielos de la Tierra.

"Pero van a cruzar la órbita de Marte", afirma Marco Fenucci, autor del estudio y dinamizador de objetos cercanos a la Tierra en el Centro de Coordinación de Objetos Cercanos a la Tierra de la Agencia Espacial Europea. Y si tanto Marte como los mini asteroides se encuentran en ese cruce, algunos de ellos perforarán la fina atmósfera marciana. "Y llegarán al suelo y formarán un cráter", dice Fenucci, creando cicatrices en forma de cuenco de hasta 300 metros de largo.

Esencialmente, es la primera vez que la humanidad genera su propia tormenta de meteoritos, una que puede acabar golpeando un mundo rocoso. Es una recreación de un proceso natural que ha estado ocurriendo desde los albores del tiempo: un asteroide que colisiona, y fragmenta, otras rocas espaciales.

Es una "cascada, de lo grande a lo pequeño, que se prolonga durante toda la era del sistema solar", afirma David Jewitt, astrónomo de la Universidad de California en Los Ángeles (Estados Unidos).

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    La nave espacial DART sobre un cohete Falcon 9 de SpaceX poco después del lanzamiento. El resultado de esta misión puede hacer que 37 rocas se estrellen contra Marte y ayuda a los científicos a comprender cómo proteger a la Tierra de asteroides mortales.

    Cómo salió despedido un enjambre de rocas

    Debido a su tamaño relativamente pequeño, las observaciones telescópicas de Dimorphos revelaron poco sobre el asteroide antes de que DART llegara de forma espectacular y autodestructiva. Pero con la información de que disponían, los astrónomos sospechaban que su objetivo era un montón de escombros, un asteroide débilmente unido que apenas se mantenía unido por su propia gravedad. Más tarde se demostró que estaban en lo cierto cuando el impacto del DART hizo estallar una cantidad excesiva de escombros e incluso provocó que todo el objeto cambiara de forma.

    Esa flota de rocas espaciales errantes también fue algo inesperado.

    El impacto de la nave salpicó varias rocas que se movían rápidamente y desaparecieron poco después. Pero las observaciones de seguimiento realizadas por el telescopio espacial Hubble detectaron otros restos del impacto: 37 rocas desprendidas, algunas de hasta 6 metros de largo, que se alejaban lentamente de Dimorphos.

    Andy Rivkin, astrónomo planetario del Laboratorio de Física Aplicada y uno de los jefes del equipo de investigación de la misión DART, explica: "No esperábamos que salieran despedidas tantas rocas de ese tamaño. Creemos que tienen que ser rocas preexistentes que la onda de choque arrojó. No se crearon durante el impacto".

    A corto plazo, estas rocas podrían poner en peligro la nave espacial europea Hera. Su lanzamiento está previsto para octubre y su llegada a Dimorphos en 2026 para estudiar los restos que dejó DART, y chocar contra una de esas rocas vagabundas podría acabar con ella.

    Jewitt, que formó parte del equipo que utilizó el Hubble para espiar esas 37 rocas, sospecha que probablemente hay más alrededor de Dimorphos de las que los telescopios han sido capaces de espiar. Y si hay algunos obstáculos rocosos presentes cuando llegue Hera, puede que tengan que pilotar la nave espacial alrededor de ellos.

    Afortunadamente, aunque los estudios han revelado que en 2026 todavía puede haber varias rocas espaciales alrededor de Dimorphos, las probabilidades de que se produzca una colisión son bastante bajas.

    Para ver dónde aterrizarán finalmente estas rocas, el equipo de Fenucci miró más hacia el futuro, tomando un asteroide medio del enjambre y trazando sus múltiples órbitas posibles durante los próximos 20 milenios. Hay muchas incertidumbres cuando se mira tan lejos; incluso pequeños empujones por la presión de la luz solar pueden, con el tiempo, empujar a un pequeño asteroide hacia una nueva trayectoria.

    Parece muy probable que, dentro de 6000 años (y de nuevo dentro de 13 000), las órbitas de Marte y de estas rocas se aproximen mucho. Y en esos momentos, "si [Marte y las rocas] llegan al punto de cruce al mismo tiempo, existe la posibilidad de que se produzca un impacto", afirma Fenucci.

    Si estas rocas son estructuralmente débiles, podrían explotar en la atmósfera marciana. Si no, dejarán un agujero en el suelo.

    El único peligro que estas rocas supondrían para la humanidad sería para los astronautas del futuro lejano que, por casualidad, cruzaran la superficie de Marte en el peor momento posible y en el lugar más desafortunado.

    Este estudio también ofrece algunas ideas que pueden ayudar a los investigadores de defensa planetaria en su búsqueda.

    Para defender la Tierra de los llamados asteroides asesinos hay que saber de dónde vienen. Los científicos creen que la mayoría de los fragmentos proceden de colisiones en el cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter. Pero este estudio demuestra que "los asteroides cercanos a la Tierra también podrían ser fuente de meteoritos", afirma Federica Spoto, investigadora de dinámica de asteroides en el Centro de Astrofísica de Harvard y el Smithsonian de Estados Unidos.

    También es plausible que, en un futuro no muy lejano, se exploten asteroides ricos en materiales preciosos, desde metales raros hasta agua para fabricar combustible para cohetes. "Los asteroides cercanos a la Tierra son objetivos naturales de estas misiones", afirma Fenucci.

    Pero si se eligen como objetivos principales para la extracción, este tipo de investigación demuestra por qué no se pueden separar al azar. Muchas de las pequeñas rocas que se desprenden de estos montones de escombros irán a parar inofensivamente al espacio profundo. Pero algunas de estas rocas, quizás las demasiado grandes, podrían acabar dirigiéndose hacia nosotros.

    "Si lanzamos al espacio más material que pueda impactar contra la Tierra, entonces será un problema", afirma Fenucci.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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