Así puedes ayudar a tus hijos a enfrentarse a la adversidad

Los imprevistos y el estrés pueden ser duros para los niños, pero los expertos señalan que saber afrontarlos es una habilidad fundamental para la vida.

Por Michelle Z. Donahue
Publicado 28 may 2020, 13:05 CEST
Fotografía de portishead1 / Getty Images

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La hija de cinco años de Merrie Maldonado sabía por su hermano mayor que el fin de curso de preescolar se celebraría con eventos divertidos: una ceremonia de graduación y una fiesta en la que servirían sandía.

Cuando su escuela cerró, como ocurrió en el resto del mundo en marzo y abril de este año, se llevó una decepción. Sus respuestas han oscilado de las lágrimas y la tristeza por perdérselo a inventarse canciones sobre sus amigos ausentes, e incluso a despertar aterrorizada en plena noche por si su madre, que aún trabaja en primeros auxilios en salud mental, caía víctima del nuevo coronavirus que ha saboteado sus planes de futuro inmediatos.

"Tenía muchas expectativas. Este tipo de pérdidas, de no poder acabar el cole, no son gran cosa en el orden del universo, pero para ella lo es todo", cuenta Maldonado.

Sin embargo, señala que el complejo paisaje social y emocional que han generado los cierres por el coronavirus ofrece una oportunidad a muchas familias: enseñarles a los niños a enfrentarse a la adversidad.

"Quiero empoderar a mi hija para que cuente con las herramientas para afrontar las situaciones más duras, pero también para que aprenda a sentirse cómoda con las emociones negativas y expresar esos sentimientos", explica.

Maldonado se refiere a la resiliencia: cómo adaptarse de forma positiva a circunstancias difíciles. Con las cancelaciones de eventos cotidianos y vacaciones que ha provocado la pandemia, padres y madres pueden tener dificultades a la hora de guiar a sus hijos por esas decepciones al mismo tiempo que gestionan sus propias sensaciones negativas.

"Es un tipo de desastre poco común. Todo ha pasado muy rápido, pero nos hemos dado cuenta de lo grave que es más despacio", señala Ann Masten, experta en resiliencia en niños y familias en la Universidad de minnesota. "Pero la vida está llena de sorpresas y los niños tienen que estar preparados para afrontar lo inesperado".

Test de estrés

Desde los años setenta, cuando empezó a desarrollarse el campo de los estudios de la resiliencia, varias investigaciones han revelado las consecuencias de la incapacidad de afrontar el estrés tóxico. "Sabemos que los traumas y el estrés tóxico —ese estrés implacable que es demasiado abrumador— pueden ser perjudiciales a largo plazo para la salud física y mental", dice Masten.

El estrés persistente y los acontecimientos traumáticos pueden aumentar los niveles de cortisol, que a su vez pueden causar ansiedad, problemas de sueño, aumento de peso y afectar a la memoria. La ansiedad constante también puede afectar al sistema inmunitario y reducir la función ejecutiva de una persona, que afecta a la atención, la memoria y el autocontrol. Xiaoyan Zhang, que estudia cómo influyen las experiencias perjudiciales de la infancia en la salud y el bienestar en la Universidad de Syracuse, también explica que los niños que tienen dificultades para gestionar emociones negativas tienen mayor riesgo de sufrir depresión y comportamiento hostil de adultos, factores que a su vez se asocian a un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, entre otras afecciones.

Con todo, indica que un niño que logre salvar los obstáculos sociales y emocionales tiene más probabilidades de graduarse en la universidad, gozar de mejor salud mental y física y ocupar puestos de trabajo mejor pagados.

Aun así, sigue siendo un misterio por qué algunas personas son capaces de lidiar con circunstancias difíciles mientras que otras se derrumban. Desentrañar los efectos a largo plazo del estrés que provocan otras influencias en la vida de un niño es imposible, aunque Masten afirma que hay varios factores que destacan a la hora de ayudar a un niño a desarrollar resiliencia: el apoyo familiar, las relaciones saludables con otras personas y la capacidad de reconocer y resolver las emociones negativas.

Sea cual sea la situación personal de un niño, Masten señala que vivir dificultades es necesario para que los niños aprendan a enfrentarse a ellas.

"Puedes ser un modelo de comportamiento por cómo gestionas el estrés, pero los niños necesitan tener algo de experiencia con el fracaso, con caerse y aprender a levantarse", dice. "Necesitan aprender que pueden hacer cosas por sí solos. No tienen por qué ser retos abrumadores, pero sí tienen que enfrentarse a la adversidad".

Afrontar las pérdidas

Hacer frente a decepciones continuas —como la cancelación de las fiestas de fin de curso— puede provocar mucho estrés en los niños. Si se añade a la presión de que uno de los padres esté en el paro, el miedo a que un familiar enferme y el estar separados de sus amigos, todo esto puede ser demoledor.

"El antídoto más importante para el estrés abrumador en niños es el apoyo de la familia", señala Masten. "Para los padres y madres, es importante recordar que los niños pueden salir adelante si les hablas y les das experiencias positivas. La seguridad emocional es crucial".

Y aunque no parezca posible, Zhang indica que incluso los niños muy pequeños que aún no son capaces de expresar del todo sus pensamientos pueden comunicar lo que sienten, así que la orientación paciente de los adultos es muy importante.

"Los padres y madres no suelen pensar que los niños pequeños puedan entender" lo que les dicen los adultos, dice. Parte de su investigación consistió en trabajar con niños pequeños cuyo primer idioma no era inglés en un parvulario de laboratorio. "Si mencionaba sus sentimientos en inglés y me equivocaba, negaban, o asentían si acertaba".

Maldonado afirma que esta es una estrategia que utiliza con su hija cuando está inconsolable y nerviosa: dejar que ella misma reconozca sus miedos, preocupaciones y temores sin falsas garantías de que todo saldrá bien.

"En nuestra cultura nos cuesta mucho procesar la pérdida, ya sea una muerte o una decepción. Tenemos el deseo de proteger a nuestros hijos y solucionarlo o evitar hablar del tema", afirma Maldonado. "Lo más importante para mí ha sido ser honesta a una edad adecuada. Reconocer que una situación es mala y que no pasa nada por sentir y expresar lo que sienten".

Zhang sugiere que en momentos de más estrés o dificultad, los padres, madres y cuidadores deberían ser aún más conscientes de sus propias respuestas a ese estrés, ya que los niños pequeños pueden imitar la respuesta. Aunque puede resultar tentador gritarles o hacer caso omiso de sus lágrimas o de su apego constante, hay que retroceder y darles toda tu atención y consuelo. "Si los ignoras, quizá te imiten", afirma Zhang. Eso podría dificultar que el niño exprese lo que siente.

Una sensación de control

¿Cuál es el mejor momento para ayudar a tu hijo a enfrentarse a las situaciones que podrían estar viviendo debido a la COVID-19? Zheng recomienda que en cualquier momento y con tanta frecuencia como sea posible. "Aprovecha cada oportunidad posible para instar a tus hijos a hablar de sus sentimientos", escribió hace poco en un manual sobre cómo desarrollar resiliencia emocional.

También pueden dárseles herramientas y empoderar a los niños para que puedan sobrellevar un momento difícil: usar libros, fotos y la televisión para encontrar palabras con las que expresar una sensación o emoción; respirar hondo; pedir un abrazo; encontrar un lugar tranquilo donde sentarse.

En el caso de niños mayores y adolescentes, que están acostumbrados a más autonomía emocional, se les puede animar para que adopten un enfoque más general de la situación y hablarles sobre sus deseos, metas y lo que pueden hacer ahora mismo. Según Zhang, esto puede ayudarles a reformular su forma de pensar sobre la situación estresante que vivimos actualmente.

Hacerles ver que aún ocurren cosas buenas, aunque sean cosas sencillas, puede dar esperanzas a niños que están enfrentándose a una decepción. Por ejemplo, Maldonado lo pone todo en el calendario: pasear por el barrio, acariciar al perro, cocinar con mamá. Cultivar plantas se ha convertido en una de sus actividades favoritas y ver cómo crecen ayuda a que su hija sienta que la situación mejora, no empeora.

Apoyar a otras personas también ha ayudado a que los hijos de Maldonado dejen de centrarse en sus preocupaciones internas y reconozcan que pueden hacer cosas pequeñas por otras personas que también atraviesan dificultades. Hace poco, escribieron cartas a un nuevo recluta de la Fuerza Aérea y juntaron sus ahorros para apoyar a su restaurante local favorito, afectado por los cierres del coronavirus.

¿Y la decepción por la fiesta de graduación de preescolar? La emoción sigue ahí, pero su hija parece estar viviendo las lecciones que Maldonado ha intentado enseñarle. Tras tranquilizarla para que dejara de llorar porque echaba de menos a sus amigos, preguntó a la niña si quería ayudarla a preparar la cena. Ella accedió, hizo una pausa y quiso que su madre supiera qué le rondaba la cabeza: "Pero aún echo de menos a mis amigos", dijo.

"Fue un momento bastante increíble", cuenta Maldonado. "Es muy incómodo vivir todas estas sensaciones negativas, pero así es como seguimos viviendo, porque hay que seguir adelante".

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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