Cómo evitar que la curiosidad infantil afecte a la fauna y la flora

Así puedes enseñarles a los niños a explorar la naturaleza con respeto.

Por Heather Greenwood Davis
Publicado 4 mar 2021, 15:43 CET

Una familia utiliza prismáticos para observar animales.

Fotografía de CHAD SPRINGER / GETTY IMAGES

Cuando el hijo de Lauren Gay era pequeño, no era raro que se trajera «amiguitos» en el bolsillo. «Era el niño que venía a casa con una salamandra», recuerda con una sonrisa y encogiéndose de hombros.

Y aunque ella quería fomentar el amor de su hijo por la naturaleza, tuvo que explicarle que llevarse a la salamandra de su casa no era precisamente bueno para el animal.

La inclinación a recoger conchas en la playa (sin tener en cuenta quiénes viven en ellas) o a convertir una salamandra en una mascota es habitual en niños que sienten curiosidad por naturaleza. Pero por bienintencionada que sea, la curiosidad infantil puede dañar de forma involuntaria a las especies silvestres y sus hábitats.

«Creo que lo más importante que pueden enseñarles los padres a sus hijos es el respeto por la naturaleza», afirma la médica Laura Kahn, cofundadora de la One Health Initiative.

Además, cuando se les enseña la forma correcta de interactuar con la naturaleza, los niños suelen estar a la altura, señala Jaylyn Gough, trabajadora social y fundadora de Native Women’s Wilderness. «Es importante que invirtamos tiempo en decirles a nuestros hijos: No somos los dueños de la tierra. Estamos aquí para cuidar de ella».

Entonces, ¿cómo impedimos que los niños causen estragos en la naturaleza al mismo tiempo que disfrutan de los beneficios de pasar tiempo al aire libre, como el aumento de la confianza, la concentración y la empatía? A continuación, te proponemos alternativas a actividades comunes que son perjudiciales para el medio natural.

Mira, pero no toques

Los niños pueden verse tentados a recoger flores para hacer un ramo, arrancar las hojas de los árboles o guardarse rocas, conchas o bichitos en sus mochilas. Pero recuérdales que estos elementos forman parte del hábitat y desempeñan un papel importante en su salud.

Los animales necesitan las plantas para alimentarse y esconderse y las rocas y las conchas como hogares; y las plantas dependen de los animales para la fertilización y la polinización, entre otras cosas. Gay dice que explicar a su hijo cómo cooperan las plantas y las animales en la naturaleza lo ayudó a evitar estas tentaciones.

«Cuando les enseñas que son seres vivos, que crecen, comen y tienen un hábitat, les estás enseñando ecología», afirma. «Esto hace que sean conservacionistas».

Los niños pueden explorar con una lupa en lugar de con los dedos. Ver de cerca las partes más pequeñas de un hábitat puede estimular su curiosidad y enseñar a los niños los seres vivos que hay en un entorno que antes consideraban insignificante.

«Estamos aquí para cuidar de nuestros primos de cuatro patas y de criaturas como las aves», afirma Gough. «Recordando que las rocas y las flores y todo lo que hay fuera debe quedarse fuera, ponemos nuestro granito de arena».

Comparte comida con la gente, no con los animales

Puede que echar miguitas de pan a los patos o esparcir semillas para alimentar a las ardillas parezca una buena idea, pero los humanos no debemos alimentar a los animales. «Los animales salvajes sobreviven a partir de los alimentos de sus entornos y ecosistemas», explica Kahn. «No queremos que se vuelvan dependientes de la comida humana».

Los osos son un buen ejemplo de animales que tienen que ser sacrificados cuando se acostumbran a la comida humana. «Los animales tienen necesidades alimentarias únicas que son diferentes a las de los humanos», afirma Kahn. «Consumir comida humana puede hacer que enfermen».

Por eso los niños deben tener cuidado cuando lleven comida durante los viajes al parque o cuando practiquen senderismo. Los padres pueden fomentar esta idea convirtiendo la limpieza después de un pícnic en un juego o una competición. Divide la familia en equipos y que gane quien recoja más basura.

Opta por senderos establecidos

Dar patadas a montones de hojas, pisotear arbustos y recorrer zonas forestadas en lugar de ceñirse a los caminos establecidos puede causar estragos involuntarios en las guaridas de los animales. Y si los animales sorprendidos defienden sus casas, alguien podría hacerse daño. «Los senderos están diseñados para causar la menor cantidad de daños a entornos y ecosistemas delicados», afirma Kahn.

Hay que enseñar a los niños a reconocer la importancia de los caminos. Limpiar y mantener los senderos mediante iniciativas comunitarias es un comienzo; los proyectos artísticos también pueden ayudar. Por ejemplo, recoge hojas del suelo o llevad una libreta y dibujad lo que veáis.

Saca fotos a los animales, no selfis con los animales

Los niños pueden sentir la necesidad de acercarse o incluso tocar a una ardilla, pájaro o tortuga. Pero acercarse a un animal altera su comportamiento, lo que puede afectar a cómo come, duerme u otras cosas que necesitan para sobrevivir. También puede resultar peligroso para los niños si el animal los percibe como una amenaza y puede exponerlos a enfermedades o lesiones.

Recuerda a los niños que deben permanecer alejados de los animales —incluso los que parezcan inofensivos— y admirarlos con los ojos. Llevad prismáticos para verlos más de cerca o enséñales cómo utilizar el botón de zoom de la cámara.

Asegúrate de que los perros llevan la correa

La inclinación de un perro es perseguir. Y aunque puede ser gracioso ver cómo rastrean ardillas o conejos, la introducción de un animal doméstico puede resultar perjudicial para el medioambiente y los animales. Los animales salvajes que intenten escapar de los perros pueden malgastar energía que es crucial para actividades como alimentarse y cuidar de sus crías.

¡Y no te olvides de recoger la caca!

«Los residuos fecales introducen patógenos en el entorno y la fauna silvestre puede captarlos», advierte Kahn. Y eso puede resultar perjudicial para el ecosistema.

Lo fundamental es que los padres recuerden a sus hijos que los espacios al aire libre son la casa de algo o alguien. «A nadie le gusta que un invitado destruya su casa, tire basura y actúe de forma maleducada», afirma Kahn. «Deberían aplicarse las mismas normas cuando visitamos las casas de la fauna silvestre».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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