Hipnóticas imágenes de la vida en uno de los desiertos más antiguos del mundo

Explora el santuario creativo y el misterio sin comparación del desierto del Namib con el fotógrafo Thomas Peschak.

Por Austa Somvichian-Clausen
fotografías de Thomas P Peschak
Publicado 9 nov 2017, 4:17 CET

Para el fotógrafo Thomas Peschak, cuyo trabajo es capturar en imágenes de lo único y lo inexplorado, el concepto de la aventura se convierte prácticamente en algo rutinario. Sin embargo, Namibia es un destino que para Peschak no tiene rival en cuestión de misterio. Él lo llama «Planeta Namibia», y dice que es lo más cerca que va a estar de viajar al espacio.

Para Peschak la dureza del clima no es algo desconocido. El vasto paisaje desértico es, como él mismo describe, «su santuario creativo», a donde ha viajado 16 veces en los últimos 20 años. «Es un lugar que tengo en gran estima».

Técnicamente, Peschack ha vivido en Sudáfrica durante más de dos décadas, pero admite que la mayor parte de su tiempo lo pasa viajando por todo el mundo, y también bajo el agua. Namibia es su forma de reconectar con el continente al que llama hogar, así como un lugar que visita para encontrar la parte divertida de su arte, lejos de la naturaleza reglamentada que impone trabajar en un encargo.

Para Peschak, viajar por carretera en Namibia no tiene que ver con la producción, simplemente permanece deseoso a que aparezca cualquier cosa durante su viaje. «Es mucho más sobre la marcha… es más fotografía callejera», explica. Simplemente tienes que permitirte sentirte sorprendido.

Peschak describe el país como un caleidoscopio de vida, donde sus singulares habitantes han tenido 55 millones de años para adaptarse al entorno del duro y antiguo desierto del Namib, uno de los desiertos que han existido durante más tiempo.

Las olas frías del océano Atlántico proporcionan una fuente esencial de vida para la vida silvestre de Namibia. El desierto costero puede pasar años sin presenciar una gota de lluvia. Los bancos de niebla comienzan a formarse en la orilla, y durante la noche se desplazan hacia el desierto donde depositan gotitas de agua sobre cada grano de arena.

Peschak ha pasado semanas conduciendo a lo largo de esta costa y a través de los desiertos de Namibia, perdiéndose a propósito y perdiéndose a sí mismo en el proceso. Él afirma que en un mundo que cada vez se vuelve más estéril y restrictivo, Namibia es una extensión salvaje en la que puedes explorar y sentirte como la única persona del planeta. «Es algo que ya no suele ocurrir muy a menudo».

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