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Página del fotógrafo
Arturo Rodríguez
Vestido con un traje especial, el birgada Armando Salazar, de la Unidad Militar de Emergencias, recorre la colada de lava mientras ayuda a los científicos a recoger muestras en el otoño de 2021 durante la erupción del volcán de Cumbre Vieja, en La Palma; Islas Canarias.
Dos meses después de que el volcán de Cumbre Vieja cobrara vida, la roca fundida sigue fluyendo desde el pico ardiente. Los científicos aún no saben cuándo podría terminar la erupción.
La lava de Cumbre Vieja llegó al pueblo de La Laguna (arriba) a finales de octubre. En pocas horas, había sepultado la mitad del barrio. "Antes había un supermercado, una gasolinera", dice Rodríguez. "Ahora no hay nada. Hay lava".
Lugareños y turistas observan la erupción desde la iglesia de Tajuya, situada a casi tres kilómetros del pico ardiente. Mientras tanto, un niño limpia la ceniza de las líneas de una cancha de baloncesto para jugar. "Este es un lugar relativamente seguro para ver el volcán", dice Rodríguez.
La ceniza volcánica puede acumularse tanto hasta provocar el derrumbe de los tejados. Mucha gente ha añadido soportes adicionales dentro de sus casas, apuntalando sus techos con pilares de madera adicionales, dice Rodríguez. Los voluntarios y los trabajadores públicos siguen limpiando los tejados todos los días, pero es un trabajo agotador y potencialmente peligroso. El 13 de noviembre un hombre de 72 años se convirtió en la primera victima mortal de la erupción cuando realizaba labores de limpieza en su casa.
La vida se ha detenido en muchos lugares de La Palma a causa del volcán. "Este monstruo entró en erupción en medio de la zona más poblada", dice Rodríguez. "Puedo sentir el dolor de toda la gente de aquí".
Algunas personas se están marchando, con sus casas y medios de vida enterrados en la roca. Los años que se avecinan son inciertos, dice Arturo Rodríguez, autor de las imágenes. "Va a ser duro para la isla".
La noche en que la lava llegó al océano, los científicos del Instituto Español de Oceanografía estudiaron la actividad desde el buque Ramón Margalef. Desde entonces, la erupción ha formado un delta de lava creciente de roca negra como el azabache.
Geólogos del IGME-CSIC (Instituto Geológico y Minero de España del Consejo Superior de Investigaciones Científicas) exploran la cueva de Las Palomas, situada a 6 kilómetros del respiradero principal.
Los científicos han colocado sensores de gas radón y descartar una conexión subterránea entre la erupción de 1949 y la nueva.