Las mejores fotografías de la erupción del volcán Cumbre Vieja

"Nunca soñé con estar tan cerca de algo así", dice el fotógrafo Arturo Rodríguez. "Es tan grande, tan poderoso".

Por Maya Wei-Haas
fotografías de Arturo Rodríguez
Publicado 22 nov 2021, 16:38 CET
Erupción del volcán Cumbre Vieja, en las Islas Canarias.

En la tarde del 19 de septiembre, el volcán Cumbre Vieja rugió, arrojando roca fundida por sus flancos y enviando una columna de ceniza hacia el cielo. Los abundantes volcanes de la isla se alimentan de una pluma de roca caliente que se extiende por el subsuelo.

Fotografía de Arturo Rodríguez

El fotógrafo Arturo Rodríguez se estaba duchando en su casa de Tenerife, la mayor de las Islas Canarias, cuando oyó una voz alarmada en la televisión de la habitación contigua. "¡Acaba de entrar en erupción! Acaba de entrar en erupción... ¡No puedo creerlo!", gritaba el reportero de televisión mirando a cámara.

En las semanas previas a ese fatídico día de septiembre, un enjambre de terremotos había sacudido la vecina isla de La Palma, provocando el movimiento del magma bajo la superficie. Rodríguez, nacido y criado en La Palma, se preparaba para un viaje en el que se disponía a fotografiar a los científicos mientras vigilaban los volcanes de la isla, dormidos desde hacía 50 años. Y entonces uno de ellos se despertó con un rugido.

Rodríguez se apresuró a salir de la ducha para cambiar su vuelo y llegó a la isla unas horas más tarde. Esa misma noche, tomó fotos mientras las fuentes de lava salían disparadas de la cresta volcánica de Cumbre Vieja, arrojando un inquietante resplandor sobre los pueblos cercanos. El rugido del volcán lo llenó todo, como si se tratara de olas estrellándose contra un acantilado. Llovían fragmentos de ceniza desde el cielo y el olor a huevos podridos impregnaba el aire.

"Nunca soñé con estar tan cerca de algo así", dice. "Es tan grande, tan poderoso".

Hasta ahora, la erupción en curso ha destruido más de 2500 edificios y ha desplazado a miles de personas. La ceniza ha caído en gruesas capas, derrumbando tejados y enterrando tierras agrícolas, y la lava ha pavimentado todo a su paso. "Este monstruo entró en erupción en medio de la zona más poblada", dice Rodríguez. "Puedo sentir el dolor de toda la gente de aquí".

Ese dolor se hizo especialmente agudo cuando Rodríguez vio a su primo entre la multitud de personas a las que estaba fotografiando mientras hacían las maletas para huir de la lava invasora. Dejó su cámara y se apresuró a ayudar a su primo a empaquetar apresuradamente sus pertenencias en cajas.

Ahora, dos meses después de la primera aparición de lava incandescente, el volcán continúa con sus explosiones de fuego, y Rodríguez teme por el futuro de su isla. La economía depende en gran medida del cultivo del plátano, pero cientos de hectáreas de tierra que antes se utilizaban para cultivar plátanos han quedado sepultadas por la lava. Muchos de los plataneros que han sobrevivido están cubiertos de ceniza que estropea la piel de las frutas, lo que hace imposible que los agricultores exporten sus cosechas.

Algunas personas se están marchando, con sus casas y medios de vida enterrados en la roca. Los años que se avecinan son inciertos, dice Rodríguez. "Va a ser duro para la isla".

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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