El bosque de Aokigahara: el lugar al que acuden los suicidas en Japón

El fotógrafo Tomasz Lazar nos transporta al bosque de Aokigahara. A través de sus fotografías volvemos sobre los últimos pasos de aquellos que van allí a morir.

Por Alexa Keefe
fotografías de Tomasz Lazar
Publicado 14 nov 2017, 16:56 CET
El bosque de Aokigahara
El bosque de Aokigahara tiene unos 35 kilómetros cuadrados y se formó hace unos 1.000 años. El suelo es desigual y está cubierto de musgo.
Fotografía de Tomasz Lazar

En la base del monte Fuji se encuentra un denso bosque verde. Desde arriba, los árboles que se mecen al viento recuerdan al movimiento del mar, lo que le da al bosque de Aokigahara un segundo nombre: Jukai, o mar de árboles. El suelo es desigual y está lleno de pequeñas cavidades, raíces cubiertas de musgo que crecen sobre la lava seca que una vez fluyó en este lugar. El suelo tiene un alto contenido de hierro, lo que interfiere en las señales de móviles y GPS.

Es un lugar donde resulta fácil perderse. Se recomienda encarecidamente a los visitantes que no salgan de los senderos marcados.

Sin embargo, algunas personas entran al bosque sin la intención de salir. Señales en las entradas del bosque recuerdan a los visitantes lo preciadas que son sus vidas y que deben pensar en sus familias. En cada señal figura el número de un teléfono de ayuda para suicidas.

Las tasas de suicidio en Japón figuran entre las más altas del mundo desarrollado. Aokigahara se convirtió en un lugar conocido por ser popular entre suicidas.

Las cuerdas de plástico suelen verse en algunas partes del bosque. En ocasiones son los rescatistas quienes dejan estas cuerdas; en otros casos, son las personas que quieren encontrar una forma de salir.
Fotografía de Tomasz Lazar
Objetos personales desechados en una zona del bosque donde suelen producirse suicidios con mayor frecuencia.
Fotografía de Tomasz Lazar

Las razones de esto se encuentran en el folclore y en la cultura pop literaria. Según la leyenda, Aokigahara era un lugar donde la gente practicaba el ubasute: llevar a los ancianos o a los enfermos a una zona remota y abandonarles para que muriesen. Tower of Waves, una novela de los sesenta escrita por Seichō Matsumoto, en la que aparece una hermosa heroína cuyo desengaño amoroso la empuja a suicidarse allí. El completo manual del suicidio, de Wataru Tsurumi, describía el bosque como un lugar perfecto para morir.

El bosque suicida, como también se le denomina, es claramente un lugar que captura el lado más oscuro de la imaginación.

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    Una maraña de vides silvestres que crecen dentro del bosque.
    Fotografía de Tomasz Lazar

    El fotógrafo Tomasz Lazar oyó hablar por primera vez del bosque cuando estaba en el instituto y era fan de la ciencia ficción y las películas de terror. Más tarde, cuando concibió «Sea of Trees», un proyecto basado en las consecuencias, volvió a pensar en Aikogahara y sobre el romanticismo de la tragedia que tenía lugar en un lugar de tamaña belleza.

    Para Lazar, el bosque se convirtió en una forma de explorar las consecuencias de la depresión en un país como Japón, donde culturalmente no se habla abiertamente sobre problemas de salud mental ni existe el mismo estigma en torno al suicidio que en Occidente.

    El suelo, formado por un antiguo flujo de lava, es desigual, por lo que los senderos son traicioneros.
    Fotografía de Tomasz Lazar
    El suelo, formado por un antiguo flujo de lava, es desigual, por lo que los senderos son traicioneros.
    Fotografía de Tomasz Lazar

    Con la ayuda de guías, Lazar se aventuró hacia las zonas del bosque donde solían producirse suicidios con mayor frecuencia, siguiendo cuerdas de cinta plástica que los rescatistas habían atado a los árboles para marcar los lugares donde habían encontrado a alguien o como ruta de regreso para las personas que no estaban del todo convencidas de hacerlo.

    Tras un gran número de suicidios en 2004 (un total de 108), las autoridades decidieron dejar de informar de las muertes, por miedo a que esta práctica se glorificase. La prefectura de Yamanashi, donde se ubica el bosque, empezó a contratar personal en 2009 para que patrullasen por el bosque y se acercaran a cualquiera que no tuviera aspecto de turista. Aunque esto ha ayudado a impedir suicidios en algunos casos, todavía hay informes de descubrimientos de cadáveres. El guía Toru Kurihara, por ejemplo, descubrió en una ocasión 36 cuerpos en el transcurso de 37 días, según cuenta Lazar. 

    Debido al magma solidificado sobre el que se formó el bosque, las raíces de los árboles no pueden llegar a gran profundidad.
    Fotografía de Tomasz Lazar
    Una tienda de campaña tirada sobre el suelo del bosque.
    Fotografía de Tomasz Lazar

    Lazar no descubrió ningún cuerpo, aunque él y Kurihara se encontraron con pruebas: campamentos vacíos, chaquetas tiradas, sogas colgando de árboles y botellas de lejía vacías.

    Sin embargo, el objetivo de Lazar no era fotografiar directamente a los muertos, sino retratar el espíritu general del lugar. Decidió fotografiar empleando una película infrarroja blanca y negra, que hace que la vegetación y los árboles tengan un color blanco resplandeciente. En Japón, el blanco simboliza la muerte y el duelo. «Quería mostrar la atmósfera del bosque, el último trayecto de la persona», afirma.

    Un paisaje invernal cubierto de nieve.
    Fotografía de Tomasz Lazar

    Puedes ver más fotografías de Tomasz Lazar en su página web.

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