No, el mundo no se acabará el 23 de abril

No importa cómo interpretes las últimas señales cósmicas, la historia nos ha enseñado que a los humanos no se nos da bien predecir el apocalipsis.

Por Michael Greshko
Publicado 17 abr 2018, 13:52 CEST
Fin del mundo
Un objeto del tamaño de nuestra Luna choca contra un planeta del tamaño de Mercurio en una ilustración de la NASA. Es improbable que la Tierra corra una suerte similar en 2018.
Fotografía de NASA, JPL Cal-tech

Como cuentan varios vídeos y tabloides, el lunes, 23 de abril de 2018 supondrá el fin de una era. Según tus gustos, la fecha traerá consigo un encuentro entre la Tierra y un planeta solitario o una alineación celeste que cambiará el mundo y que anuncia el fin de los tiempos.

Un consejo histórico y científico: no canceles los planes que tengas en mayo.

Los humanos están pensando de nuevo en su fin colectivo por culpa de las «noticias» avivadas por Google y las predicciones alternativas del autor autopublicado David Meade. El pasado otoño, el controvertido trabajo de numerología bíblica de Meade predijo que la Tierra colisionaría con un (hipotético) planeta errante llamado Nibiru el 23 de septiembre de 2017.

El 23 de septiembre transcurrió sin incidentes, así que Meade modificó su predicción para octubre de 2017, y a continuación ajustó su plazo para noviembre de 2017. Ahora, Meade afirma que finalmente ha corregido los errores de su visión del fin de los tiempos. Se supone que Nibiru (en ocasiones denominado Planeta X) aparecerá en el cielo el 23 de abril y pasará junto a la Tierra en octubre, desencadenando una actividad volcánica de proporciones apocalípticas.

Las predicciones de Meade, que no cuentan con el apoyo de la corriente principal del cristianismo, son el último giro en la teoría de la conspiración de Nibiru, cuyos orígenes se remontan a la década de 1970. Originalmente, este planeta colisionaría con la Tierra en 2003. Sin embargo, un cosmos poco cooperativo obligó a los teóricos de la conspiración a aplazar esta colisión al 2012.

Seis años después, el planeta invisible sigue sin suponer una amenaza, porque no existe.

«Nibiru y otras historias sobre planetas errantes son un engaño en la red», declaró la NASA en un comunicado de 2012. «Si Nibiru o el Planeta X fueran reales y se dirigieran hacia la Tierra... los astrónomos habrían estado rastreándolos durante la última década, como mínimo, y ahora serían observables a simple vista».

¿Culpa de nuestras estrellas?

Para apoyar su afirmación, Meade habla de la alineación de varios planetas, el Sol y la Luna, y de las constelaciones Virgo y Leo que tendrán lugar en abril y que, según él, cumplirán una profecía del Libro de las Revelaciones.

Anteriormente, una publicación cristiana evangélica llamada Unsealed había argumentado que el Libro de las Revelaciones predecía un alineamiento similar para el 23 de septiembre de 2017. La publicación afirmaba que la alineación anunciaba la era previa al Rapto, el momento en el que, según creen muchos cristianos, los devotos desaparecerán de la Tierra y se unirán a Jesucristo en un nuevo paraíso.

Las alineaciones cósmicas en cuestión sí ocurrirán. Pero la importancia de la astronomía es debatible. La señal bíblica depende del número de estrellas en juego y ni siquiera los astrónomos están de acuerdo en cuántas estrellas componen la constelación Leo, por ejemplo. En algunas cartas astrales aparecen nueve, mientras que en otras —entre ellas el atlas estelar de National Geographic— aparecen diez.

En realidad, ¿cómo de singular es la alineación? Una vez más, los detalles son confusos: durante un par de días en septiembre u octubre cada año, la Luna pasa cerca de la posición supuestamente predicha.

En una entrevista anterior, la alineación de 2017 no sorprendió demasiado al profesor emérito de la Universidad de Colgate, Anthony Aveni. Aveni, especializado en el estudio de prácticas astronómicas en la Antigüedad, añade que Virgo no se incorporó a la astronomía hebrea hasta después de que se redactara el Nuevo Testamento.

Pero Aveni insiste en que no le interesa desacreditar las afirmaciones apocalípticas. En lugar de eso, quiere entender sus raíces culturales. Por ejemplo, las tradiciones religiosas y culturales estadounidenses están impregnadas de milenarismo, centrado en profecías y apocalipsis.

Según Aveni, este tipo de afirmaciones también parecen surgir cuando las personas se aburren de —y se resisten activamente a— la tendencia del mundo natural a la aleatoriedad, optando en su lugar por la claridad narrativa.

«Todo el mundo quiere conocer la composición química de la zarza ardiente o dónde se encuentra exactamente el Arca de la Alianza... Queremos la historia final, la conclusión», dijo en una entrevista anterior.

La predicción del Apocalipsis

Finalmente, todos los esfuerzos para buscar señales de un destino fatídico en el universo se reducen a la interpretación. Y durante milenios, los humanos no han demostrado un talento natural para precisar la fecha del fin del mundo, como informó National Geographic en 2009:

  • En el 65 d.C., el filósofo romano Séneca advirtió de que el planeta «ardería en un fuego universal». Aunque el Vesubio sepultó Pompeya en lava y ceniza 14 años después, el fin del planeta entero no estaba precisamente cerca.
  • Muchos cristianos europeos del siglo XVII temían que el mundo acabaría en el año 1666, un año que contenía la siniestra marca de la Bestia, descrita en el Libro de las Revelaciones.
  • La llegada del cometa Halley en 1910 puso frenéticos a algunos ciudadanos de Roma, que almacenaron tanques de oxígeno temiendo que la cola del cometa envenenaría la atmósfera terrestre.
  • El 5 de mayo del 2000, los planetas Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno se alinearon en el firmamento, una conjunción que según muchos autores provocaría terremotos, erupciones volcánicas y una avalancha repentina de hielo derretido. No ocurrió nada de esto.
  • Desde 2008, el Gran Colisionador de Hadrones ha avivado el miedo de los teóricos de la conspiración, que temen que el colisionador de partículas engendre un agujero negro que acabe con la Tierra. Miles de millones de colisiones de partículas después, el mundo sigue a salvo.
  • El 21 de diciembre de 2012, el fin del mundo según el calendario maya, también provocó mucho alboroto, pero este frenetismo fue por nada. Los expertos rechazan la idea misma de que el final del calendario se diseñara para señalar el apocalipsis.

En resumen: Nibiru no existe, nadie puede interpretar el firmamento y el apocalipsis está cerca. Con toda probabilidad, todavía estaremos aquí el 24 de abril.

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