El museo que celebra el fracaso

Hay historias de éxito por todas partes, pero rara vez vemos las dificultades que aparecen por el camino.

Por Christine Blau
Publicado 17 may 2018, 17:26 CEST
Museo del Fracaso
El Museo del Fracaso enseña a los visitantes que es necesario cometer errores para innovar.
Fotografía de Museo del Fracaso

En 1994, el fabricante de motos estadounidense Harley-Davidson intentó sacar partido de su condición de marca de culto lanzando un nuevo producto: la colonia «Legendary». ¿Quién no querría el olor embotellado del sudor, el cuero y el tubo de escape en la carretera? Como era de esperar, esta expansión de la marca no tentó a los fanáticos de las motocicletas, pero el intento de innovación de la empresa, que de otro modo habría quedado condenado al olvido, se convirtió en el primer objeto expuesto en una singular colección de museo.

El Museo del Fracaso da una segunda oportunidad en la vida a más de cien productos a los que, de una u otra forma, les fue fatal. Los visitantes pueden encontrar de todo, desde gadgets tecnológicos abandonados como el Apple Newton o las Google Glass, hasta productos alimenticios como la Coca-Cola BlāK (un refresco con sabor a café) y la lasaña de Colgate, producto de un intento de la empresa de producir platos congelados.

La innovación es un negocio lleno de riesgos, algo que el fundador del museo, el Doctor Samuel West, explora en su investigación como psicólogo organizacional. Pese a que el progreso depende del método de prueba y error, solo solemos oír hablar de los triunfos.

«Me agotaba el constante culto al éxito, la forma en que, como sociedad, glorificamos el éxito y estigmatizamos el fracaso», explica West. «Veo historias de éxito por todas partes, pero no suele haber ni rastro del hecho de que el éxito implica fracasos o errores, o de las dificultades que se encuentran por el camino».

Sintió un momento eureka mientras visitaba el Museo de las Relaciones Rotas de Zagreb, impresionado por el retrato envolvente de un concepto abstracto como la ruptura. «Quería encontrar una nueva forma de transmitir la importancia del fracaso», afirma West. Enseguida decidió abrir un lugar donde defender los errores, y el museo encontró un hogar en Helsingborg, Suecia.

Los objetos de la colección deben cubrir los criterios de innovación de West, no ser meros fracasos. «Por ejemplo, los Samsung Note que explotaron: eso fue un mal control de calidad. No estaban traspasando fronteras o intentando algo nuevo, simplemente la fastidiaron».

Aún así, la investigación sugiere que la sensación de placer en el dolor de otros es naturaleza humana universal. El alemán ha acuñado una palabra para ello: schadenfreude, que combina schaden («daño, desgracia») y freude («alegría») y que significa «alegría ante las desgracias de los demás». Los estudios psicológicos sobre el schadenfreude suelen centrarse en niños, que todavía son relativamente inocentes ante el mundo exterior. Un estudio de 2014 descubrió que era probable que los niños de dos años sintieran felicidad al ver que alguien a quien consideraban un rival experimentaba dolor. Las investigaciones en adultos muestran que factores como la baja autoestima y la sensación de inferioridad aumentan los niveles de schadenfreude.

El Museo del Fracaso apela a esta sensación innata. Los visitantes también pueden experimentar catarsis al admitir sus propios fallos dejando Post-It en la pared o revelándolos en una cabina de confesión de fracasos.

El progreso depende correr riesgos y el Museo del Fracaso ha demostrado ser todo un éxito. Como la colección aumenta, se inauguró en 2017 una segunda localización en Los Ángeles. Algunos objetos se embarcarán en un viaje mundial que comenzará en Toronto en julio (puedes comprobar la página web del museo para ver qué lugares están cerca de ti).

«Ver fracasar a grandes marcas es liberador», afirma West. «[Los visitantes sienten que] también pueden fracasar cuando tratan de aprender algo nuevo o [probar] un nuevo comportamiento, o traspasar las propias fronteras o salir de la zona de confort».

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