Una dinastía, dos Coreas y seis ensayos nucleares

Después de 70 años de dinastía comunista norcoreana, el país asiático ha llevado a cabo seis pruebas nucleares que han convertido a la península de Corea en uno de los lugares más inestables del mundo.

Por Manuel Moncada Lorén
Publicado 13 jun 2018, 18:11 CEST
Corea del Norte
Kim Jong-un y Trump estrechándose la mano durante la primera cumbre entre los dos países celebrada el pasado martes en Singapur.
Fotografía de Dan Scavino Jr.

Esta historia pertenece a "Dictadores", una serie especial de documentales que analiza en profundidad los métodos y estrategias que auparon y afianzaron en el poder a estos enemigos de la democracia. Domingo 17 a las 22:30 un nuevo capítulo en National Geographic.

La frontera más inestable del mundo

Corea del Norte es el único país que abandonó el Tratado de No Proliferación Nuclear para impulsar su propio programa de armamento atómico, lo que convierte al paralelo 38 de la península de Corea, la última frontera de la Guerra Fría, en uno de los lugares más tensos del mundo.

Por si arrastrar una guerra oficialmente inconclusa desde 1953 fuera poco, al tenso armisticio entre las dos Coreas se le añaden las ambiciones nucleares de un régimen que se aferra al armamento nuclear como garantía de supervivencia tras casi 70 años de férreo estalinismo de la “dinastía Kim”.

La República Popular Democrática de Corea ha violado reiteradamente la normativa internacional contra los ensayos nucleares, como demuestran las pruebas llevadas a cabo en 2006, 2009 y 2013; las dos realizadas en 2016 y el último ensayo que tuvo lugar en septiembre de 2017, cuando el Gobierno de Kim Yong-un anunció la detonación de un dispositivo termonuclear.

El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha aprobado numerosas resoluciones en respuesta a las actividades nucleares de Corea del Norte que se han traducido en sanciones cada vez más duras contra el ejército y la economía del país asiático.

Los esfuerzos internacionales para negociar el final del programa atómico de Corea del Norte se estancaron tras la suspensión de las conversaciones del “díalogo de los Seis”, un grupo de negociadores compuesto por expertos de EEUU, Rusia, China, Japón y las dos Coreas en 2009.

Sin embargo, a pesar del incremento de las pruebas balísticas norcoreanas bajo el mandato de Kim Jong-un, existe un cauto optimismo respecto a la posible reanudación del proceso de desmantelamiento de la capacidad ofensiva nuclear de la dictadura comunista.

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    Un agente ferroviario norcoreano.
    Fotografía de Roman Harak

    Cumbres para la desnuclearización

    Kim Jong-un se comprometió con Seúl para trabajar por la total desnuclearización, pero el régimen norcoreano posee un armamento nuclear cada vez más sofisticado, como han demostrado los recientes ensayos.

    Las conversaciones mantenidas entre los líderes de Corea del Norte y Corea del Sur, Kim Jong-un y Moon Jae-in el 27 de abril de 2018 y el reciente encuentro celebrado este martes en Singapur entre el líder norcoreano y el presidente estadounidense Donald Trump, de momento solo escenifican la voluntad del dictador coreano, a falta de acciones concretas y verificables.

    Tras esta histórica cumbre, el líder supremo del régimen de Pyonyang reafirmó su intención de “poner fin completo” a su programa y desarrollo armamentístico nuclear, aunque según los expertos esta afirmación es muy vaga y no se diferencia de otros anuncios o compromisos adoptados tras las cumbres celebradas en el pasado.

    Por su parte, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, se comprometió a interrumpir unas maniobras militares que ha calificado como “muy caras y provocadoras” y que su país lleva desarrollando durante decenios junto a su aliado surcoreano.

    El encuentro entre los dos mandatarios pasó por encima de la situación de los derechos humanos en el país asiático en favor de la amenaza que Corea del Norte representa para sus vecinos, una cuestión que afecta directamente a la vida de los ciudadanos del régimen de Pyonyang pero que se ha sacrificado en un esfuerzo de contener el desarrollo del programa nuclear de Kim Jong-un.

    Poster de propaganda política en Pyongyang en el que aparece Kim Il-sung.
    Fotografía de Roman Harak

    El despertar del programa nuclear norcoreano

    Corea del Norte comenzó su programa nuclear a principios de la década de 1950. En diciembre de 1952, el abuelo del actual líder supremo, Kim Il-Sung, ordenó la creación del Instituto de Investigación de Energía Atómica y la Academia de Ciencias, pero el desarrollo nuclear comenzó cuando Corea del Norte estableció acuerdos de cooperación con la Unión Soviética.

    En 1959, Corea del Norte y la Unión Soviética firmaron un acuerdo sobre el uso pacífico de la energía nuclear que incluía la disposición de los soviéticos para prestar su asistencia con el fin de construir un complejo de investigación nuclear en Yongbyon, provincia de Pyongan Norte.

    La ayuda soviética culminó con la construcción de un reactor de investigación nuclear que permitió a los norcoreanos producir radioisótopos y entrenar personal científico.

    Aunque el programa nuclear de Corea del Norte fue impulsado por la asistencia inicial de Moscú y en cierta medida de Pekín, gran parte de sus progresos se llevaron a cabo sin una asistencia extranjera significativa.

    De hecho, Kim Il Sung, el “presidente eterno” y abuelo del actual líder supremo, le pidió a Pekín que compartiera su tecnología de armas nucleares después de que China llevara a cabo su primera prueba nuclear en octubre de 1964, pero el líder chino Mao Zedong se negó. Poco después, las relaciones de Corea del Norte con China comenzaron a deteriorarse.

    Complejo industrial de Hamhung, Corea del Norte.
    Fotografía de Joseph Ferris III

    Desarrollo doméstico del programa nuclear

    A finales de la década de 1960, Corea del Norte expandió sus instituciones educativas y de investigación para apoyar un programa nuclear con aplicaciones civiles y militares. Así, el país asiático amplió su reactor de construcción soviética además de comenzar a importar tecnología rusa para el procesamiento de plutonio, en la que estuvo trabajando durante los siguientes diez años.

    Dada la negativa por parte de la URSS a la venta de combustible para su nuevo reactor de 5MW finalizado en 1986, Corea del Norte construyó instalaciones de procesamiento de uranio, y un complejo de fabricación de barras de combustible.

    El régimen de Pyonyang defendía que el desarrollo de la industria nuclear en su país obedecía a fines civiles para la generación de energía, por esta razón Corea del Norte suscribió el Tratado de No Proliferación Nuclear en diciembre de 1985 a cambio de la cooperación soviética para la construcción de un reactor de agua ligera, una de las instalaciones más comunes para producir electricidad.

    En respuesta a la firma del acuerdo, a principios de los años noventa se produjeron una serie de declaraciones en favor de la desnuclearización.

    En septiembre de 1991, el presidente estadounidense George H. W. Bush anunció que Estados Unidos retiraría sus armas nucleares de Corea del Sur, noticia que propició la firma de la Declaración Conjunta sobre la Desnuclearización de la Península Coreana entre Pyonyang Y Seúl.

    En virtud del acuerdo, ambas partes prometieron que "no probarían, fabricarían, producirían, poseerían, almacenarían, desplegarían ni usarían armas nucleares".

    Un mural que representa a Kim Il Song dirigiéndose al pueblo coreano en Kaeson, Pyongyang.
    Fotografía de Gilad Rom

    Crisis de 1994

    Bajo los términos del acuerdo, Corea del Norte informó oficialmente sobre sus instalaciones y materiales nucleares y proporcionó acceso a los inspectores del Organismo Internacional de Energía Atómica (IAEA) para verificar la veracidad de su declaración. Seis rondas de inspecciones comenzaron en mayo de 1992 y concluyeron en febrero de 1993.

    La crisis se desató después de que fuera negado a los inspectores el acceso a los supuestos almacenes de residuos nucleares a comienzos de 1993. Ante las restricciones, la IAEA solicitó al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) que autorizara inspecciones especiales. Como reacción, Corea del Norte anunció su intención de retirarse del TNP el 12 de marzo de 1993.

    Como respuesta, el gobierno del presidente estadounidense Bill Clinton anunció que pediría al CSNU que impusiera sanciones económicas a Corea del Norte; Pyongyang respondió que consideraría las sanciones económicas como "un acto de guerra".

    La crisis se resolvió con la visita del expresidente norteamericano Carter al país asiático, que culminó con el compromiso de congelar la actividad nuclear norcoreana y el permiso para monitorizar internacionalmente el desmantelamiento del programa de enriquecimiento de plutonio.

    Esta victoria de la diplomacia fue uno de las últimas contribuciones de Kim Il-sung a la política de su país, ya que el denominado presidente eterno de la República falleció poco después, dejando el poder en manos de su hijo, Kim Jong-il, que representaba la continuación de la dinastía comunista y de los anhelos nucleares del país asiático.

    Los visitantes se inclinan en una muestra de respeto por los líderes norcoreanos Kim Il-sung y Kim Jong-il en Mansudae, Pyongyang.
    Fotografía de Bjørn Christian Tørrissen

    Abandono del Tratado de No Proliferación Nuclear

    En 2002, los Estados Unidos sospechaban que bajo el mando de Kim Jong-il, Corea del Norte estaba llevando a cabo tanto tecnologías de enriquecimiento de uranio como de procesamiento de plutonio en desafío al acuerdo que puso fin a la crisis de 1994.

    Corea del Norte aseguró que no poseía armas nucleares aún, pero que tenía derecho a poseerlas. A finales del 2002 y principios del 2003, Corea del Norte comenzó a tomar medidas para expulsar los inspectores del Organismo Internacional de Energía Atómica.

    Finalmente, Pyonyang se retiró del tratado de no proliferación nuclear en 2003.

    Los carteles propagandísticos de Kim Il-sung recuerdan a los de la época estalinista.
    Fotografía de yeowatzup

    Seis pruebas nucleares

    El 9 de octubre de 2006, la Corea del Norte de Kim Jong-il demostró al mundo su capacidad armamentística con su primera prueba nuclear subterránea mediante la detonación de un dispositivo basado en plutonio 47​ con un rendimiento estimado de entre 0,2 y 1 kilotones. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas condenó el ensayo.

    El gobierno de Corea del Norte anunció el 25 de abril de 2009 que sus instalaciones nucleares habían sido reactivadas​ y que el re-procesamiento del combustible gastado para armas de plutonio había sido restaurado. Tras el anuncio, Corea del Norte llevó a cabo su segunda prueba nuclear subterránea, el 25 de mayo de 2009. Esta fue más potente que la prueba anterior con un rendimiento estimando de 2 a 7 kilotones.

    Pero si ha habido un líder que ha puesto especial empeño en desarrollar pruebas nucleares, ha sido Kim Jong-un, nieto del primer dictador norcoreano y actual líder supremo, ya que en apenas seis años ha llevado a cabo cuatro ensayos con éxito.

    El 12 de febrero de 2013, los sismógrafos en Asia recopilaron actividad sísmica inusual en una instalación de Corea del Norte. Más tarde la Agencia Central de Noticias Coreana dijo que el país había detonado un artefacto nuclear miniaturizado con mayor fuerza explosiva en una prueba subterránea, lo que constituye el tercer ensayo nuclear.

    A finales de 2015, Kim Jong-un insinuó que su país tenía la capacidad para detonar una bomba de hidrógeno, un artefacto mucho más poderoso que las bombas convencionales utilizadas por los americanos al final de la Segunda Guerra Mundial o las que el propio régimen norcoreano ya había testado.

    Tras un terremoto de magnitud 5,1 registrado el 6 de enero de 2016, semanas después de la advertencia norcoreana, Pyonyang declaró que había llevado a cabo su cuarta prueba subterránea al detonar su primera bomba de hidrógeno, afirmación puesta en duda hasta hoy dado que un artefacto de esas características habría provocado una explosión mucho mayor.

    La escalada de ensayos nucleares norcoreanos trajo esta vez la denuncia de China, que se alineó con la ONU en la condena de unas pruebas tan desestabilizadoras para la península coreana.

    El 9 de septiembre del mismo año fue reportado un seísmo de 5,3 grados que anunciaba la quinta prueba nuclear, el ensayo más potente realizado hasta la fecha por el régimen norcoreano. Pyonyang se defendió de las acusaciones argumentando que el despliegue militar norteamericano en Corea del Sur representa una amenaza para su exitencia.

    El último de los exabruptos nucleares de Kim Jong-un –el sexto- se produjo el 3 de septiembre de 2017, cuando un terremoto de 6.3 grados de magnitud sacudió la superficie. Los expertos informaron de que se trataba de una explosión diez veces más poderosa que las anteriores y que tenía una capacidad explosiva de 120 kilotones, en comparación con los 15 de la utilizada por EEUU en Hiroshima.

    Por su parte, la Administración Meteorológica de Corea dijo que se estimaba que la prueba nuclear norcoreana tuvo una potencia de 50 kilotones.

    La sexta prueba nuclear de Corea del Norte fue también la primera desde que el presidente Trump asumiera el cargo, y a través de su cuenta de Twitter dejó mesajes como: “Las acciones y palabras de este país continúan siendo muy hostiles y peligrosas para Estados Unidos".

    Pinturas murales como esta, recreaciones de una imagen que Kim Il Sung y Kim Jong Il tomaron en el lago del cráter de Baekdusan, sagrado para los coreanos, se pueden encontrar en todo el país.
    Fotografía de yeowatzup

    Perspectivas para la paz entre las dos Coreas

    La belicosa dialéctica que ambos líderes han mantenido desde la llegada de Trump al poder, con provocativos lanzamientos de misiles que sobrevuelan el espacio aéreo de Japón, o con apelativos como “rocket man”, han mantenido en vilo a la comunidad internacional, que ha visto como en el sur de la península se desplegaban poderosas unidades militares norteamericanas listas para intervenir.

    Sin embargo, los ánimos se han ido enfriando a raíz del inicio de las conversaciones entre las dos Coreas y con la histórica cumbre celebrada en Singapur esta semana, que han culminado con el compromiso norteamericano de suspender las maniobras militares conjuntas con Seúl mientras continúa el diálogo de buena voluntad entre Washington y Pyonyang, lejos de la hostilidad del pasado.

    La cumbre de Singapur constituye el primer encuentro entre los mandatarios de ambos países tras casi 70 años de enemistad y 25 de fracasos diplomáticos y tensiones por el programa atómico norcoreano.

    En un gesto que puede ser otra ocasión para mejorar las relaciones entre ambos países, Kim Jong-un invitó a Trump a visitar su país y aceptó la invitación del presidente norteamericano para viajar a Estados Unidos.

    Mientras tanto, la comunidad internacional seguirá monitorizando la anunciada desnuclearización de Corea del Norte.

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