Seis niñas por minuto sufren la mutilación genital femenina

La ablación lastra y pone en juego cada día la vida de más de 8000 niñas, que se suman a los más de 200 millones de mujeres que la sufren en todo el mundo.

Por Cristina Crespo Garay
Publicado 6 feb 2019, 19:43 CET, Actualizado 4 feb 2022, 10:49 CET
Mutilación genital femenina
Fotografía de Atlas Green, Unsplash

Cada día, 8427 niñas son mutiladas en el mundo. Más de 350 cada hora. Seis cada minuto. Cada año, más de cuatro millones están en riesgo de sufrirla incluso antes de los cinco años de edad en países como Somalia, Guinea, Egipto, Eritrea, Mali o Sudán. En el resto, entre los 5 y los 14 años, según cifras de la Fundación Wassu de la Universidad Autónoma de Barcelona. Una profunda violación de los derechos humanos que se dibuja como una de las formas de violencia contra la mujer más brutales en el momento en el que más deben ser protegidas: cuando son niñas.

"Alrededor de 68 millones de niñas se van a enfrentar a la mutilación genital femenina para 2030 si no aceleramos nuestros esfuerzos para abandonarla", alerta la Fundación Wassu. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud advierte, con motivo del Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina el próximo 6 de febrero, que podrían llegar a ser hasta 90 millones para ese año.

“Cuando tenía 5 años, me dijeron que me llevaban a Moyale, en la frontera de Kenia, donde vivía mi abuela”, afirmaba la activista Asha Ismail en el documental La Manzana de Eva. “Me decían que me iban a purificar. Recuerdo la noche de antes del gran día, no podía dormir, casi como cuando esperas a los Reyes Magos”.

Con motivo del Día Internacional, el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, ha alertado que "cada año, más de 4 millones de niñas corren el riesgo de ser sometidas a esta forma extrema de violencia. Lamentablemente, la pandemia de COVID-19 ha repercutido en los servicios sanitarios y ha puesto en peligro a incluso más niñas. Es imperioso detener esta flagrante manifestación de la desigualdad de género". 

El impacto de la COVID-19 en las cifras de la MGF

Una de las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) es eliminar la mutilación genital femenina para 2030 y construir un mundo que respete la integridad y la autonomía de las mujeres. Sin embargo, las cifras continúan siendo escalofriantes. 

"En 2021, la pandemia de COVID-19 afectó de manera negativa y desproporcionada a las niñas y las mujeres, lo que ha dado lugar a una pandemia en la sombra que entorpece la consecución de la meta 5.3 del ODS sobre la eliminación de todas las prácticas nocivas, incluida la mutilación genital femenina", afirma la ONU.

El Fondo de Población afirma que, debido a las interrupciones en los programas de prevención provocadas por la pandemia, el próximo decenio podrá ser testigo de 2 millones de casos de mutilación genital femenina que se podrían haber evitado. 

Como consecuencia del aumento de la pobreza, la incertidumbre y la falta de recursos provocados por la pandemia, muchos países están experimentando una crisis dentro de una crisis, según la ONU, lo que provoca que aumente esta práctica, vista a menudo como una manera de asegurar el futuro de las niñas.

Una de cada cuatro, víctimas en centros sanitarios

Un informe de 2020 denunció que una de cada cuatro víctimas de la ablación la sufrió en centros sanitarios, es decir, unos 52 millones de mujeres la han sufrido por parte de personal sanitario.

"La mutilación autorizada por el médico sigue siendo una mutilación. Los profesionales sanitarios cualificados que practican la ablación violan los derechos fundamentales, la integridad física y la salud de las niñas", afirma en un comunicado de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) la directora ejecutiva de UNICEF, Henrietta Fore. "La medicalización de la práctica no la hace más segura, moral o defendible".

Según denuncia la ONU, esta práctica está arraigada en más de 30 países de África y de Oriente Medio y Asia meridional, así como en algunos puntos de Asia, como India o Pakistán, América Latina, como Colombia, o Indonesia, esta costumbre aún está legalizada en cinco países: Chad, Mali, Liberia, Sudán y Somalia.

Fotografía de Wikimédia Commons

En el año 2019, a raíz de la presión internacional debido a la muerte de una niña de 10 años, el Gobierno de Sierra Leona prohibió la mutilación genital femenina. Un paso muy significativo viniendo de una sociedad donde, según Naciones Unidas, el 90 por ciento de las mujeres y las niñas sufre esta violación, una de las tasas más altas de toda África.

El 20 de diciembre del año 2012 marcó un punto de inflexión en esta lucha, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas sacó una resolución unánime sobre la eliminación de la mutilación genital femenina. Aunque tardía, esta decisión significó un tremendo avance que acerca un gran conjunto de recomendaciones a los gobernantes y líderes sociales y religiosos de las comunidades. Finalmente, la Unión Africana también prohibió la ablación en 2016. 

A pesar de ello, la ONU denuncia que, de los 28 países africanos donde se realiza, solo Kenia y Uganda tienen una fuerte legislación en contra. Estos lugares tienen una fuerte tradición conservadora, que consideraba la mutilación como la norma, por lo que las autoridades han tenido que prohibirla y perseguirla a la fuerza a raíz de la aprobación de la ley.

En el interior de nuestras fronteras

El arraigo de esta práctica no queda anclado a sus países de origen, tal y como alerta la ONU, sino que persiste en las poblaciones emigrantes que viven en Europa Occidental, en Norte América, Australia y Nueva Zelanda.

No tan lejos como creemos, la mutilación genital femenina también llega hasta España, donde se encuentran  57 000 mujeres y 17 000 niñas migrantes que han sido víctimas de la ablación, según la Fundación Wassu. Niñas que crecen entre los patios de nuestros colegios y que también corren el riesgo de ser mutiladas, sobre todo cuando viajan a sus países de origen. “Lo que un día fue local, hoy es global, y con las migraciones la mutilación está en diáspora”, afirmaba en La manzana de Eva Adriana Kaplan, de la Fundación Wassu.

El Ministerio de Igualdad de España afirma que "el peso demográfico de la población migrante subsahariana en España, con altas tasas de masculinidad, propicia a las reagrupaciones familiares, unidas a una elevada tasa de fecundidad de las mujeres africanas, augura un fuerte incremento en nuestras consultas y escuelas, de niñas en riesgo de ser sometidas a una MGF".

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    Ami, de catorce años de edad, supo cuando otras niñas de su aldea, en Burkina Faso, África occidental, estaban siendo cortadas, las escuchaba gritar. Pero ahora su comunidad está abandonando la práctica y, a diferencia de su madre cuando era niña, Ami no se someterá a esta práctica.
    Fotografía de Jessica Lea, DFID, Wikimédia Commons

    A raíz de un informe de Yorkshire que relataba el caso de un bebé de tan solo un mes de edad en 2018, la BBC publicó que “la mutilación genital femenina se realiza cada vez más en bebés del Reino Unido”, según declaraciones de Victoria Derbyshire. La doctora Charlotte Proudman declaraba al mismo medio que es algo “casi imposible de detectar” debido a que “las niñas no están en la escuela o tienen una edad insuficiente para denunciarlo”.

    La legislación en Europa también presenta avances, aunque no suficientes. En 2011, el Convenio de Estambul sobre prevención y lucha contra la violencia contra la mujer y la violencia doméstica incluye la ablación como una forma de violencia, contemplando como delito la violencia física, psicológica y sexual, incluida la violación; la mutilación genital femenina, el matrimonio forzado, el acoso, el aborto forzado y la esterilización forzada.

    Más allá del Consejo de Estambul, Amnistía Internacional pide leyes específicas que lo prohíban en todos los países, así como que los estados reconozcan como refugiadas a las personas que huyen de esa realidad y les presten asilo y derecho a asistencia médica, y que la persona ejecutora comparezca ante la justicia con permiso de persecución internacional.

    Una profunda huella silenciada

    “Un día estaba mirando el cuadro con los diferentes tipos de mutilación genital femenina. Antes de eso, tenía como una amnesia. Tenía tal conmoción y trauma por lo que había pasado que no recordaba nada de lo ocurrido. Sabía que tenía una cicatriz, pero pensaba que todo el mundo la tenía. De repente, recordé lo que me habían hecho, haber estado en esa choza con la anciana y mi mamá reteniéndome. Las palabras no pueden expresar el dolor y la confusión que sentí al darme cuenta”. Es el testimonio de Khadija Gbla que ha dado la vuelta al mundo a través de las TED Talks.

    Con cuchillas afiladas incluso en piedras, a menudo son las propias abuelas quienes practican esta aberración sobre las niñas, instigadas por los padres. Dentro de la barbarie, hay niveles de atrocidad. Según las creencias y tradiciones de cada zona, la mutilación puede ser parcial o total.  “Ese sonido, el de la cuchilla cortando mi piel, nunca se me ha olvidado”, recuerda Asha Ismail. “Lo que te hacen ese día es marcarte para toda la vida”.

    Su testimonio sobre los problemas de salud que le ocasionó de cara a prácticas del día a día como miccionar, menstruar o tener relaciones sexuales, para lo cual volvieron a cortar su piel en su propia noche de bodas, pone el vello de punta. Infecciones, hemorragias, septicemia y muerte son algunas de las posibles consecuencias más graves, más todas aquellas que quedan tapiadas en el sufrimiento diario silenciado por las comunidades.

    El motivo que se esconde tras este horror pasa en la gran mayoría de los casos por la aceptación social, creencias religiosas o de higiene. Esta violación de los derechos humanos es considerada socialmente como una forma de purificar a la mujer para que puedan entregarse al matrimonio, donde la desigualdad de género, la discriminación social y los roles y normas culturales son los factores que lo perpetúan.

    En zonas de gran inseguridad, donde las violaciones son frecuentes, los padres incluso lo aceptan como una forma de proteger a sus hijas frente a embarazos que las hagan ser repudiadas. Un pase de oro hacia un matrimonio temprano y concertado con hombres mayores que las sacará de la escuela para ponerlas a trabajar en casa, condenándolas por tanto a decir adiós al poder de decisión que solo a través de la formación obtendrían.

    2030: Youth end FGM

    Enmarcado en el quinto Objetivo de Desarrollo Sostenible y con el firme objetivo de erradicar esta práctica para 2030, la ONU ha puesto en marcha el movimiento #YouthendFGM, que fija en los jóvenes y la educación la esperanza de acabar con esta creencia en una década.

    Safiya Abukar Ali conduce una sesión de concientización sobre la mutilación genital femenina en el campamento de Walalah Biylooley. Ali trabaja para el Consejo de Desarrollo de la Mujer de Somalia, que hace campaña para poner fin a la MGF en Somalia.
    Fotografía de David Mutua, AMISOM, Wikimédia Commons

    “Aunque la práctica se ha mantenido por más de 1000 años, hay motivos para pensar que se puede acabar con la mutilación genital femenina en una sola generación”, aseguran. Para ello cuenta desde 2008 con el mayor programa mundial para acelerar la eliminación de la MGF dirigido por el Fondo de Población de las Naciones Unidas y UNICEF. 

    En su corto recorrido, este programa ha prestado atención a más de 3 millones de niñas y mujeres y se ha conseguido que 15 países establezcan un marco legal para la prohibición de esta práctica. "La mutilación genital femenina tiene su origen en las desigualdades de género, y el primer paso para finalizarla es cambiar la mentalidad de la gente", afirmó Fore.

    La educación, la llave del cambio

    En sociedades tan patriarcales y tradicionales como las que ejercen esta violación de forma generalizada, la mutilación genital femenina toma un significado mucho mayor del que ya de por sí tiene: es la llave para la libertad de las mujeres, para el desarrollo de una sociedad. "Se trata de lugares donde es difícil hablar de derechos humanos mientras les falta el agua potable, así como de igualdad de género, porque muchas mujeres ven como algo normal el hecho de ser maltratadas por sus maridos", afirma Fore.

    A raíz de este acontecimiento, tomado como una ceremonia de purificación, las niñas son ofrecidas en matrimonio y, cuando este es consensuado - a menudo con hombres mayores -, dejan la escuela para entregarse al matrimonio y a las labores del hogar. Cuando antes se produce este acto, antes las casan y antes salen de la escuela, la única pieza de su entorno capaz de empoderarlas para que tomen sus propias decisiones.

    “La educación para las niñas es poder, es la herramienta para que decidan y defiendan sus derechos como niña y como mujer”, afirmaba Mónica Batán, de la ONG Mundo Cooperante, en La manzana de Eva.

    “Aunque en Kenia la prevalencia de la mutilación genital femenina sea de un 30 por ciento, la realidad es que en diversas tribus esa prevalencia es mucho más alta, en la Masai la prevalencia es de un 70 u 80 por ciento, es decir, 8 de cada 10 mujeres son mutiladas”.

    Mundo Cooperante apoya a un colegio de Kenia donde decenas de niñas que han huido de sus familias por querer someterlas a la ablación, están protegidas y tienen derecho a seguir recibiendo educación. Cruzan la sabana solas, incluso con 8 años, durante la noche, kilómetros y kilómetros rodeadas de peligros y animales salvajes, para llegar al colegio.

    “Son niñas que huyen, se escapan de su tradición y abandonan a sus familias”, concluía Batán. “Niñas de 7, 8, 9 años que se atraviesan kilómetros y kilómetros, una auténtica maratón, a tenor de todos los peligros. Son las que dicen no, son las que cambian el mundo”.

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