¿Quién descubrió la Antártida? Depende de a quién le preguntes

En 1820, dos expediciones rivales se dispusieron a descubrir la Antártida, pero solo una podía llegar primero.

Por Erin Blakemore
Publicado 28 ene 2020, 11:57 CET
Expedición al Polo Sur
Un miembro de la expedición Terra Nova de Robert Falcon Scott al Polo Sur sobre un iceberg desgastado por el agua cerca del monte Erebus, en la Antártida. Tras el descubrimiento del continente en 1820, los exploradores tardaron casi 100 años en llegar al polo.
Fotografía de Herbert G. Ponting, Nat Geo Image Collection

Doscientos años después del descubrimiento de la Antártida, el continente helado es célebre por ser un semillero de exploración científica y un lugar de aventuras y riesgos sobre el hielo. Pero ¿quién descubrió realmente el nuevo continente? Eso depende de cómo definas «descubrir». El avistamiento decisivo puede atribuírsele a una expedición rusa del 27 de enero de 1820 o a una británica solo tres días después.

El capitán James Cook, explorador de la Marina Real británica, buscó la Antártida durante tres años, pero nunca encontró el continente. En un momento dado, estuvo a solo 128 kilómetros de la costa.
Fotografía de De Agostini, Getty

Para comienzos del siglo XIX, los exploradores ya habían estado buscando un enorme continente meridional que llamaban Terra Australis Incognita («tierra desconocida del sur»). Se creía que este vasto continente «equilibraba» la tierra del hemisferio norte. Pero los primeros intentos de encontrarlo habían fracasado. El capitán James Cook había pasado tres años buscándolo durante su segundo viaje entre 1772 y 1775.  La expedición había llevado a Cook y a sus hombres al círculo polar antártico, pero el explorador acabó por dejarlo tras no conseguir encontrar el continente.

Pero Cook estaba convencido de que la historia no acababa ahí. «Creo firmemente que hay un tramo de tierra cerca del Polo, que es la fuente de la mayoría del hielo extendido sobre el vasto océano Antártico», escribió al final de la expedición. Pero «el peligro que uno corre al explorar una costa en estos mares helados y desconocidos es tan grande que, me atrevo a decir, ningún hombre se aventurará más allá que yo y que nunca se explorarán las tierras que puedan encontrarse al sur». Resulta que Cook había estado a solo 128 kilómetros de la costa del continente en un momento dado de su viaje.

Los viajes de Cook incitaron a otros exploradores, pero ninguno lo logró y la búsqueda de la Terra Australis Incognita se consideró imposible. Más adelante, la búsqueda de la Antártida se caldeó de nuevo gracias a las rivalidades internacionales y los beneficios en potencia que podrían obtenerse de las pieles de foca cazadas en esas aguas gélidas. La competición internacional por el territorio y el dominio económico instó a exploradores de Rusia, Inglaterra y Estados Unidos a zarpar hacia la Antártida.

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    En 1819, Rusia encargó a Fabian von Bellingshausen que fuera más al sur que Cook. El 27 de enero de 1820, contempló el hielo sólido que probablemente fuera la plataforma de hielo fijada a la tierra antártica que ahora conocemos como Tierra de la Reina Maud. Von Bellingshausen no era consciente de que no estaba solo: tres días después, el capitán de la Marina británica Edward Bransfield avistó la punta de la península Antártica.

    El historiador David Day escribe que, aunque von Bellingshausen fue técnicamente el primero que vio el continente desconocido, su logro quedó ocultó durante décadas debido a un error en la traducción de su diario que hizo que los historiadores supusieran que no había visto tierra. Los estadounidenses no se quedaron muy atrás: John Davis, cazador de focas y explorador, fue la primera persona que puso pie sobre la tierra antártica en 1821.

    La carrera para descubrir la Antártida inició una competición para localizar el Polo Norte y avivó otra rivalidad. El explorador noruego Roald Amundsen llegó hasta allí el 14 de diciembre de 1911. Robert Falcon Scott llegó poco más de un mes después. Regresó con resultados desastrosos. Todo el equipo de Scott pereció y la expedición aún se considera un fracaso. Con todo, cuando Amundsen habló ante la Real Sociedad Geográfica británica en una ceremonia para conmemorar su logro, los asistentes aplaudieron a los perros del explorador, pero no a él, según escribe el historiador Edward J. Larson. Aunque la Antártida sea fría, es evidente que despierta una pasión ardiente en los corazones de los exploradores y sus partidarios.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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