Los manuscritos del mar Muerto del Museo de la Biblia de Washington son falsificaciones

Tras meses de pruebas, se han confirmado las sospechas de que los fragmentos se habían fabricado en tiempos modernos. ¿Qué pasará ahora?

Por Michael Greshko
Publicado 16 mar 2020, 13:40 CET
Fragmento de los manuscritos del mar Muerto
El Museo de la Biblia alberga 16 supuestos fragmentos de los manuscritos del mar Muerto, entre ellos este fragmento del libro del Génesis. Una nueva investigación científica financiada por el Museo de la Biblia ha confirmado que los 16 fragmentos son falsificaciones modernas.
Fotografía de Rebecca Hale, Personal Ngm

En el cuarto piso del Museo de la Biblia, una amplia exposición permanente narra la historia de cómo las antiguas escrituras se convirtieron en el libro más popular del mundo. Un santuario con luz cálida en el núcleo de la exposición revela una de las posesiones más preciadas del museo: fragmentos de los manuscritos del mar Muerto, textos antiguos que incluyen las copias supervivientes más antiguas de la Biblia hebrea.

Pero ahora, el museo de Washington D.C. ha confirmado una amarga verdad sobre la autenticidad de los fragmentos. El viernes, un equipo independiente de investigadores financiado por el Museo de la Biblia anunció que los 16 fragmentos de los manuscritos del mar Muerto del museo son falsificaciones modernas que engañaron a coleccionistas externos, al fundador del museo y a algunos de los principales expertos bíblicos del mundo. Los investigadores revelaron sus hallazgos en una conferencia académica celebrada por el museo.

«El Museo de la Biblia está intentando ser todo lo transparente posible. Somos víctimas, víctimas de la tergiversación, víctimas del fraude», afirma Harry Hargrave, su consejero delegado.

En un informe de más de 200 páginas, el equipo de investigadores dirigido por Colette Loll, investigadora de fraude artístico, determinó que aunque es probable que los fragmentos estén hechos con cuero antiguo, los escribieron en tiempos modernos y los modificaron para que se parecieran a los manuscritos del mar Muerto reales. «Estos fragmentos fueron manipulados con el fin de engañar», afirma Loll.

Los nuevos hallazgos no arrojan duda sobre los 100 000 fragmentos reales de los manuscritos del mar Muerto, la mayoría de los cuales se encuentran en el Santuario del Libro, un ala del Museo de Israel en Jerusalén. Sin embargo, los hallazgos del informe plantean graves interrogantes sobre los fragmentos de los manuscritos del mar Muerto «posteriores a 2002», un conjunto de unas 70 secciones del texto bíblico que entraron en el mercado de antigüedades en la década del 2000. Incluso antes del informe, algunos académicos creían que la mayoría o todos los fragmentos posteriores a 2002 eran falsificaciones modernas.

«Cuando uno o dos fragmentos son falsos, sabes que es probable que todos lo sean, porque proceden de las mismas fuentes y básicamente tienen el mismo aspecto», afirma Årstein Justnes, investigador de la Universidad de Agder en Noruega cuyo proyecto, Lying Pen of Scribes, rastrea los fragmentos posteriores a 2002.

Desde su inauguración en 2017, el Museo de la Biblia ha financiado la investigación sobre los fragmentos y enviado cinco al Instituto Federal para la Investigación de Materiales de Alemania para que los analizaran. A finales de 2018, el museo anunció sus resultados: los cinco fragmentos analizados eran probablemente falsificaciones modernas.

Pero ¿y los otros 11 fragmentos? ¿Cómo lograron los falsificadores engañar a los principales expertos mundiales en los manuscritos del mar Muerto y al Museo de la Biblia?

«Fue (y aún es) un tipo de historia detectivesca interesante. Esperamos que resulte útil para otras instituciones e investigadores, porque creemos que esto proporciona una buena base para buscar otros fragmentos, aunque plantee otras incógnitas», afirma Jeffrey Kloha, director comisarial del Museo de la Biblia.

Bajo el microscopio

Para descubrir información sobre sus fragmentos, el Museo de la Biblia contactó con Loll y su empresa, Art Fraud Insights, en febrero de 2019 y le encargó que llevara a cabo una investigación física y química exhaustiva de los 16 fragmentos. Loll no era ajena a las falsificaciones. Tras obtener su máster en Historia del Arte en la Universidad George Washington, empezó a estudiar delitos artísticos internacionales, a dirigir investigaciones de falsificaciones y a formar a agentes federales sobre temas de patrimonio cultural.

Loll insistió en su independencia: el Museo de la Biblia no tendría voz ni voto en los hallazgos del equipo, su informe sería definitivo y tendrían que revelarlo al público. El Museo de la Biblia aceptó las condiciones. «La verdad es que nunca he trabajado con un museo que fuera tan franco», afirma Loll.

Loll enseguida formó un equipo de cinco conservadores y científicos. Entre febrero y octubre, el equipo visitó el museo de forma periódica y recopiló sus hallazgos. Para cuando acabaron el informe en noviembre de 2019, había unanimidad entre los investigadores: los 16 fragmentos parecían ser falsificaciones modernas.

Primero, el equipo concluyó que, aparentemente, los fragmentos estaban fabricados con el material equivocado. Casi todos los fragmentos de los manuscritos del mar Muerto están compuestos de pergamino tostado o ligeramente tostado, pero al menos 15 de los fragmentos del Museo de la Biblia estaban hechos de cuero, que es más grueso, desigual y fibroso.

La investigadora Abigail Quandt, directora de conservación de libros y papeles del Museo de Arte Walters, en Baltimore, examina un fragmento del libro del Génesis en busca de rasgos superficiales peculiares. «Nuestra meta colectiva era ayudar a los académicos que trabajan en los Manuscritos del Mar Muerto», afirma.
Fotografía de Rebecca Hale, Ngm Staff

La mejor conjetura del equipo es que el cuero es antiguo y que se ha recuperado de restos hallados en el desierto de Judea o en algún otro lugar. Una posibilidad tentadora es que procedan de zapatos o sandalias antiguas. Uno de los fragmentos tiene una hilera de algo parecido a agujeros hechos de forma artificial, que en cierto modo son similares a los de los zapatos de la época romana.

Asimismo, los análisis dirigidos por Jennifer Mass, presidenta de Scientific Analysis of Fine Art, demostraron que el falsificador impregnó los fragmentos en un brebaje de color ámbar, probablemente un pegamento de piel de animal. El tratamiento no solo estabilizó el cuero y alisó la superficie de escritura, sino que también imitó una característica distintiva de los manuscritos reales. Tras milenios de exposición, el colágeno del pergamino antiguo se descompuso y formó gelatina, que se endureció e hizo que algunas partes de los fragmentos auténticos tuvieran una apariencia pegajosa, como si los hubieran impregnado de pegamento.

Lo más condenatorio fue que un minucioso análisis bajo el microscopio reveló que la escritura de los fragmentos se había pintado en cuero antiguo. En muchos de los fragmentos había charquitos de tinta sospechosamente brillantes en las grietas de los bordes rotos que no habrían estado presentes cuando el cuero era nuevo. En otros, las pinceladas de los falsificadores se superponen claramente a la accidentada corteza mineral del cuero antiguo.

«El material está degradado, es muy quebradizo, muy inflexible. No es de extrañar que los académicos pensaran que eran escribas inexpertos, porque tenían dificultades para formar estos caracteres y mantener las plumas bajo control», afirma Abigail Quandt, integrante del equipo y directora de conservación de libros y papeles del Museo de Arte Walters de Baltimore.

Posiblemente para corregir el anacronismo, los fragmentos falsificados también parecen estar espolvoreados con minerales de arcilla compatibles con sedimentos de Qumrán, donde se descubrieron los manuscritos del mar Muerto originales.

Los análisis químicos más detallados dirigidos por Aaron Shugar, científico de conservación del Buffalo State College, despertaron más sospechas. Proyectando rayos X sobre los fragmentos, los investigadores pudieron elaborar un mapa de los diferentes elementos químicos en las superficies de los fragmentos, lo que reveló que el calcio había impregnado en profundidad los trozos de cuero. La distribución del elemento insinuaba que el cuero había sido tratado con lima para retirar el pelo químicamente. Aunque evidencias recientes sugieren que al menos unos pocos manuscritos auténticos del mar Muerto podrían haberse preparado con lima, los académicos han creído durante años que la técnica solo se impuso después de la elaboración de los manuscritos auténticos.

La fuente perdida de las falsificaciones

Aunque el informe ahonda en la composición de los fragmentos, no investiga su procedencia ni la cadena probada de propietarios para rastrear su origen. Para Justnes, la ausencia de trasfondo de los fragmentos posteriores a 2002 plantea una preocupación mayor que cualquier evidencia química de falsificación.

«Quizá deberíamos esperar que [los fragmentos posteriores a 2002] sean falsos... Si son falsos, nos han embaucado», afirma. «Pero si son piezas auténticas de procedencia desconocida, deben de haber sido saqueados y contrabandeados y estar vinculados a actos delictivos de algún modo».

Los manuscritos auténticos se remontan a 1947, cuando unos pastores beduinos descubrieron jarrones de arcilla en las cuevas de Qumrán (Palestina) que contenían miles de rollos de pergamino de más de 1800 años, entre ellos algunas de las copias supervivientes más antiguas de la Biblia hebrea.

Para comprender los rasgos superficiales de los fragmentos, los investigadores fotografiaron los manuscritos bajo muchas longitudes de ondas de luz diferentes, una técnica denominada imagen multiespectral.
Fotografía de Rebecca Hale, Personal Ngm

«Los manuscritos del mar Muerto son indiscutiblemente el descubrimiento bíblico más importante del último siglo», afirma Kloha. «Nuestro conocimiento de los textos bíblicos retrocedió mil años frente a lo que disponíamos en aquella época gracias a ellos y mostraron cierta variedad (pero especialmente la coherencia) de la tradición de la Biblia hebrea».

En la década de 1950, un comerciante de antigüedades de Belén llamado Khalil Iskander Shahin, a quien conocen como Kando, compró muchos fragmentos a un beduino local y se los vendió a coleccionistas de todo el mundo. Pero en la década de 1970, un nuevo convenio de la Unesco sobre la propiedad cultural y una nueva ley israelí sobre el comercio de antigüedades restringieron la venta de pergaminos saqueados. En la actualidad, los coleccionistas privados pujan por los restos amparados por la legislación actual, la mayoría de ellos fragmentos que entraron en el mercado privado en los años 50 o 60.

Sin embargo, el panorama cambió de repente en 2002, cuando los vendedores de antigüedades y los académicos bíblicos empezaron a desvelar retazos de texto bíblico que parecían fragmentos perdidos de los manuscritos del mar Muerto. Supuestamente, muchos de los fragmentos arrugados de color marrón (la mayoría no mucho más grandes que las monedas) se rastrearon hasta los Kando, que, según se rumoreaba, estaban vendiendo fragmentos que habían trasladado hacía años a una caja fuerte de Suiza.

Para el final de la década, el goteo de fragmentos posteriores a 2002 se convirtió en un torrente de al menos 70 fragmentos. Coleccionistas y museos aprovecharon la oportunidad de hacerse con los textos bíblicos más antiguos que se conocen, entre ellos el fundador del Museo de la Biblia, Steve Green, el presidente de Hobby Lobby. A partir de 2009, Green y Hobby Lobby se gastaron una fortuna en la compra de manuscritos y objetos bíblicos para sembrar lo que se convertiría en la colección del Museo de la Biblia. Entre 2009 y 2014, Green compró un total de 16 fragmentos de los manuscritos del mar Muerto en cuatro tandas, entre ellos siete fragmentos que compró directamente a William Kando, el hijo mayor de Kando.

Al principio, algunos expertos en estos manuscritos pensaron que los fragmentos posteriores a 2002, entre ellos los de Green, eran reales. En 2016, los principales eruditos bíblicos publicaron un libro sobre los fragmentos del Museo de la Biblia y los dataron de la época de los manuscritos del mar Muerto. Pero meses después de la publicación del libro, empezaron a surgir dudas en las mentes de algunos académicos.

En 2016, varios investigadores (entre ellos Justnes y Kipp Davis, académico en la Universidad Trinity Western de Canadá que coeditó el libro de 2016) empezaron a debatir los indicios de que algunos fragmentos posteriores a 2002 de Noruega se habían falsificado. En 2017, Davis publicó pruebas que arrojaron dudas sobre dos de los fragmentos del Museo de la Biblia, entre ellos uno que estaba expuesto cuando el museo abrió sus puertas en 2017. La inscripción de un fragmento estaba comprimida en una esquina que no habría existido cuando la superficie de escritura era nueva. Otra parecía tener una letra alfa griega donde una referencia de la Biblia hebrea de los años 30 usó una alfa para indicar una nota al pie.

A la luz del nuevo informe, los investigadores sostienen que a continuación tendrán que centrarse en las intrincadas rutas que siguieron los fragmentos por el mercado internacional de antigüedades. «Cuando tienes a un embustero y a un creyente, es un baile íntimo. No necesitas conocer tanto los materiales, sino el mercado», afirma Loll.

Pese a haber sido comprados cuatro veces a cuatro personas diferentes, el informe determina que los 16 fragmentos de los manuscritos del mar Muerto del Museo de la Biblia se falsificaron del mismo modo, lo que apunta a que comparten una fuente común. Sin embargo, se desconoce la identidad del falsificador o falsificadores. Es posible que los vendedores también fueran timados cuando compraron los fragmentos originalmente a otros vendedores o coleccionistas.

National Geographic intentó contactar con los tres estadounidenses que vendieron a Green fragmentos de los Manuscritos del Mar Muerto. El librero Craig Lampe, que vendió a Green cuatro fragmentos en 2009, no respondió a nuestras preguntas, enviadas a través de su socio empresarial. Tampoco respondió el coleccionista Andrew Stimer, que vendió cuatro de los fragmentos a Green en 2014.

Michael Sharpe, un coleccionista de libros que antes trabajaba desde Pasadena, California, vendió un fragmento de los manuscritos del mar Muerto a Green en febrero de 2010. El jueves pasado, en una entrevista con National Geographic, Sharpe expresó su sorpresa e incredulidad ante el hecho de que el fragmento que había vendido (y que había comprado para su propia colección) no fuera auténtico. «Me siento mal», afirmó. «¡No tenía ni idea!».

Sharpe entró en el mundo de los manuscritos del mar Muerto a través de William Noah, un médico de Tennessee y comisario de exposiciones, debido a una demanda que implicaba al difunto vendedor de manuscritos Bruce Ferrini. A finales de 2003, Noah demandó a Ferrini, alegando que este había malversado dinero relacionado con el intento de Noah de comprar un trozo de papiro del Evangelio de Juan de 1700 años de antigüedad para una exposición itinerante que comisariaba. Finalmente, Ferrini se declaró en bancarrota por las demandas de Noah y de otras personas.

Por consiguiente, Noah adquirió dos fragmentos en posesión de Ferrini que pertenecían a los Kando: una sección diminuta del libro de Jeremías y un pequeño fragmento de comentarios rabínicos sobre el libro del Génesis. «Los llamábamos los copos de maíz del mar Muerto, eran muy pequeños», cuenta Noah.

Noah intentó devolver los fragmentos a la familia de Kando, pero los Kando acordaron vender los fragmentos con descuento a Noah y Sharpe. Según Noah, Kando y Sharpe se conocieron mediante esta transacción. Años después, Kando vendió directamente a Sharpe el fragmento del Génesis que acabó en el Museo de la Biblia.

Noah y Sharpe afirman que algunos de los principales expertos respaldaron los fragmentos que compraron. Los registros proporcionados por Nat Des Marais, exsocio comercial de Sharpe, afirman que el experto en los manuscritos del mar Muerto James Charlesworth, que se retiró del Seminario Teológico de Princeton en 2019, contribuyeron a validar la autenticidad de los fragmentos del Génesis.

«¿Cómo podían ser falsos? ¿Cómo podían ser fraudulentos?», se pregunta Noah. «Esa es la historia real. ¿Cómo ocurrió? ¿Cómo pasaron esto por alto todos estos expertos mundiales?».

En un email, Charlesworth indicó que cuando describió el fragmento a otros expertos en el pasado dijo que era probable que fuera auténtico, pero no de la misma época y lugar que los manuscritos del mar Muerto hallados en Qumrán. Pero tras volver a mirar una foto del fragmento, Charlesworth expresó su escepticismo: «Me preocupa la letra; ahora me parece sospechosa», afirmó.

Charlesworth también cuenta que ha visto trocitos de cuero antiguo en blanco en circulación. «En el pasado, cuando le conté al beduino que el fragmento no tenía valor porque no tenía escritura, sugirió por descuido cómo hacerlo valioso», afirma.

Al cierre de esta edición, William Kando, que vendió siete fragmentos a Green, no había respondido a las preguntas que le enviamos por email. En la entrevista pasada que concedió al escritor colaborador de National Geographic Robert Draper, Kando negó que los fragmentos que vendió fueran inauténticos.

Los eruditos no han pasado por alto los muchos supuestos vínculos de los Kando con los fragmentos falsificados. «Todos los caminos llevan a Belén», afirmó Lawrence Schiffman, un académico hebreo de la Universidad de Nueva York y asesor del Museo de la Biblia, en la conferencia del viernes.

¿Pasando página?

Las secuelas del informe podrían tener repercusiones por todas partes. El informe no solo corrige el corpus de los manuscritos del mar Muerto, sino que también define un procedimiento para analizar la autenticidad de otros fragmentos posteriores a 2002. Hay otros fragmentos como esos en instituciones académicas de todo el mundo, como la Azusa Pacific University y el Seminario Teológico Baptista del Sudoeste de Texas. «Si la vida te da limones... ¿no?», afirma Loll.

El informe también podría llevar a una reevaluación de Dead Sea Scrolls Fragments in the Museum Collection, el libro de 2016 que presentó los fragmentos del museo a la comunidad académica. El erudito bíblico Emanuel Tov, uno de los muchos editores del volumen, revisó el nuevo informe para National Geographic y nos proporcionó el siguiente comunicado:

No diré que no haya fragmentos inauténticos entre los fragmentos de los manuscritos del mar Muerto, pero en mi opinión, aún no se ha demostrado su inautenticidad en su conjunto fuera de toda duda. Esta duda se debe a que no se han llevado a cabo análisis similares en los manuscritos del mar Muerto indiscutidos para proporcionar una línea base para la comparación, incluidos los fragmentos del desierto de Judea que son posteriores a Qumrán. El informe quiere que concluyamos que abundan las anormalidades sin demostrar qué es lo normal.

Brill, el editor del libro, está a la espera de más información. «Si se confirma que todos los fragmentos son falsificados, el volumen se retirará y dejará de ponerse en venta», afirmó Brill en un comunicado.

Entretanto, los académicos también exigen acciones más drásticas. «Todo el material tiene documentación que demuestra que los documentos se exportaron previamente conforme a la legislación de antigüedades pertinente», declaró Schiffman el viernes. «Así que las víctimas (pese a que resulta vergonzoso admitir que te han timado) tienen que explorar las medidas correctivas penales y civiles con las autoridades internacionales, de Estados Unidos y de Israel».

El comunicado también pone en el punto de mira la forma en que el Museo de la Biblia reunió su colección. En 2017, las autoridades estadounidenses obligaron a Hobby Lobby a devolver 5500 tablillas de arcilla importadas ilegalmente a Irak y a pagar una multa de tres millones de dólares. En 2019, las autoridades anunciaron que el profesor de Oxford Dirk Obbink había vendido 11 fragmentos de un papiro a Hobby Lobby. El profesor ha sido acusado de robar los fragmentos de una colección de papiros que supervisaba.

Green y las autoridades han mantenido durante mucho tiempo que recibieron mal asesoramiento en el momento de las compras y que reunieron su colección con buena fe. Ahora, un humillado Museo de la Biblia está trabajando para restablecer su relación con los académicos y el público. En 2017, Kloha se unió al museo para supervisar sus colecciones y en noviembre de 2019 el museo trajo a Hargrave, que contribuyó a dirigir la construcción del museo, para que ejerciera como su tercer consejero delegado en dos años.

En entrevistas a National Geographic, el nuevo equipo directivo del Museo de la Biblia expresó que espera que el análisis ayude a los expertos en los manuscritos del mar Muerto de todo el mundo. Kloha y Hargrave añaden que el museo está planteándose revisar su exposición de los manuscritos del mar Muerto para centrarse en cómo los investigadores descubrieron la falsificación.

«Esperaba que tuviéramos un [fragmento] real, porque entonces podríamos decir: “Bueno, aquí tienes uno real, aquí uno falso, ¿puedes diferenciarlos”. Nuestro trabajo como museo es ayudar al público a entender y ahora esta es una parte de la historia de los manuscritos del mar Muerto, para bien o para mal», explica Kloha.

El museo también reevaluará la procedencia de todos los materiales en su colección y está preparado para devolver cualquier artefacto robado a sus legítimos dueños. En 2018, el Museo de la Biblia determinó que un manuscrito de su colección vendido varias veces previamente había sido robado en la Universidad de Atenas en 1991. El museo devolvió el artefacto de inmediato a Grecia.

Christopher Rollston, especialista en textos semíticos de la Universidad George Washington en Washington D.C., celebra este esfuerzo por hacer las cosas bien. «El Museo de la Biblia hizo cosas muy malas hace ocho o 10 años y lo criticaron duramente con razón», afirma. «Creo que en los últimos años han hecho varios intentos de enderezar el rumbo».

«Si hay un tema presente en la Biblia es el tema del perdón y la posibilidad de redención cuando alguien se sincera», añade. «Ahí hay penitencia real».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.
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