La turbulenta historia de las Olimpiadas en épocas de crisis internacionales

Tras el aplazamiento de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, algunos han aludido a una «maldición» de 40 años para explicar los retrasos, boicots y agitación de la historia de las Olimpiadas.

Por Amy McKeever
Publicado 25 mar 2020, 11:09 CET
Olimpiadas de Tokio 1964
Yoshinori Sakai, el portador final del relevo de la antorcha olímpica, posa durante la ceremonia de inauguración de las Olimpiadas de Tokio 1964. Fue la primera vez que el país era la sede de las Olimpiadas; aunque se encomendó Tokio la organización de las Olimpiadas de 1940, se vio obligada a cancelarlas en el periodo previo a la Segunda Guerra Mundial.
Fotografía de Sankei Archive, Getty

Ayer, las autoridades de Tokio anunciaron que aplazarían un año los Juegos Olímpicos de 2020 ante el temor a la pandemia de coronavirus.

Se trata de la primera interrupción importante de los Juegos modernos desde 1944 y solo las guerras mundiales han conseguido paralizar las Olimpiadas. Sin embargo, este evento internacional no es ajeno a la agitación: ha sido objeto de boicots, prohibiciones e incluso erupciones volcánicas a lo largo de su historia.

La erupción del Vesubio

En 1904, Roma ganó a ciudades como Berlín y Turín como anfitriona de los Juegos Olímpicos de 1908. En cambio, tras dos años de preparaciones para el evento, se produjo un desastre: el Vesubio entró en erupción y provocó daños graves en las localidades cercanas al pie del volcán, paralizando la ciudad de Nápoles. Abrumada por el coste de la recuperación, Italia se vio obligada a retirar su candidatura olímpica.

Pero ni una erupción volcánica pudo cancelar las Olimpiadas. El Comité Olímpico Internacional decidió recurrir a Londres como anfitriona y solo dieron a la ciudad 10 meses para prepararse. La Asociación Olímpica Británica aprovechó al máximo ese tiempo e incluso logró construir un nuevo estadio, el primero construido específicamente para los juegos.

Europa en guerra

Cuando se desató la Primera Guerra Mundial en julio de 1914, Berlín ya estaba inmersa en los preparativos para ser la sede de las Olimpiadas de 1916. También había construido un nuevo estadio, que se había inaugurado con un desfile ante el káiser Guillermo II, emperador de Alemania y rey de Prusia.

Con la mayor parte de Europa en guerra, las autoridades sopesaron trasladar las Olimpiadas de 1916 a un territorio más neutral, como los Estados Unidos, que aún no habían entrado en el conflicto. Sin embargo, esta vez la incógnita no era dónde celebrar los juegos, sino si habría hombres suficientes para competir en ellos. En diciembre de 1914, el New York Times informó de que los juegos «tendrían que abandonarse debido a la guerra con toda seguridad». Finalmente, los Juegos Olímpicos de 1916 se cancelaron.

En 1920, los juegos se reanudaron en Amberes, Bélgica. Se liberaron palomas en la ceremonia de inauguración como símbolo de paz y los competidores prestaron juramento olímpico por primera vez. Durante las dos próximas décadas, los juegos prosiguieron como de costumbre e incluso se expandieron con la celebración de los primeros Juegos Olímpicos de Invierno en 1924.

Los boicots a los nazis y la Segunda Guerra Mundial

El Comité Olímpico Internacional concedió a Berlín el honor de ser la sede de las Olimpiadas de 1926, un símbolo de su regreso a la comunidad internacional tras su derrota en la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, el ascenso de Adolf Hitler y la exclusión de los deportistas judíos de la competición indignó a muchos. Surgieron movimientos para boicotear las Olimpiadas de 1936 en Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Suecia, entre otros países.

La llama olímpica llega a un estadio abarrotado cubierto de esvásticas en la ceremonia de inauguración de las Olimpiadas de Berlín de 1936. Pese a los muchos llamamientos a boicotearlas ante el ascenso de Adolf Hitler y el antisemitismo, las Olimpiadas de Berlín siguieron adelante, pero fueron las últimas en más de una década debido a la Segunda Guerra Mundial.
Fotografía de Culture Club, Getty

Aunque aquel año se celebraron los juegos (arruinados por la propaganda racista), serían los últimos en más de una década debido a la Segunda Guerra Mundial.

En 1940, Japón iba a ser la sede de los Juegos Olímpicos de Tokio y los Juegos Olímpicos de Invierno en Sapporo. Pero cuando estalló la guerra con China en 1937 (y ante las amenazas de boicots por parte de otros países como respuesta), Japón renunció a su derecho a acogerlas, citando el aumento de los costes bélicos y las inundaciones en Tokio, Yokohama y Kobe.

Las autoridades olímpicas volvieron a sopesar el traslado del evento a Finlandia y Alemania y acabaron reasignándolas a Helsinki. Pero para 1940, la Unión Soviética había invadido Finlandia y los juegos se cancelaron. La guerra envolvió el mundo hasta 1945, lo que obligó a cancelar los Juegos Olímpicos de Londres 1944 y los Juegos Olímpicos de Invierno de Cortina d’Ampezzo, en el norte de Italia.

Boicots

A lo largo de su historia, varios países han boicoteado (o se les ha prohibido participar en) los Juegos Olímpicos. En 1964, se prohibió la participación de Sudáfrica en las Olimpiadas debido a su régimen racista del apartheid. En 1976, Denver se retiró como sede de las Olimpiadas cuando los votantes de Colorado se negaron a pagar los preparativos.

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    Dick Palmer, secretario del equipo olímpico británico (en primer plano a la derecha), transporta el estandarte olímpico en representación de la Asociación Olímpica Británica mientras marcha en la ceremonia de inauguración en los Juegos Olímpicos de Moscú 1980. Se observa la ausencia de deportistas británicos, que boicotearon la ceremonia de inauguración por la invasión de Afganistán por parte de la Unión Soviética.
    Fotografía de Ap

    Sin embargo, quizá el más famoso de la historia reciente sea el de Estados Unidos, que boicoteó los Juegos Olímpicos de Moscú 1980 como protesta por la invasión de Afganistán por parte de la Unión Soviética. Sesenta y seis países se unieron al boicot, entre ellos Japón, Canadá y Alemania Occidental. Cuatro años después, la Unión Soviética cambió las tornas y encabezó un boicot de 14 países a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984, como represalia por el boicot de 1980.

    Tokio y la maldición de los 40 años

    Aunque las Olimpiadas han sobrevivido a décadas de boicots y prohibiciones, hay quien cree que están malditas, sobre todo cuando se celebran en Japón. A principios de marzo de 2020, Taro Aso, ministro de Finanzas japonés, lamentó la posibilidad inminente de cancelar las Olimpiadas por la pandemia de coronavirus.

    «Es un problema que ha ocurrido cada 40 años, son las Olimpiadas malditas, es un hecho», declaró, aludiendo a las Olimpiadas de 1940 y al boicot dirigido por Estados Unidos en 1980.

    Si existiera una maldición olímpica, Japón la reconocería. Aunque Tokio fue la sede de los Juegos Olímpicos de 1964, aquel año también se vieron empañados: Corea del Norte, China e Indonesia boicotearon el evento ante el rechazo del COI a permitir que participaran algunos de sus atletas. También fue el primer año que prohibieron la participación de Sudáfrica por el apartheid.

    Pese a su historia desafortunada, Japón (que se ha gastado más de 9000 millones de euros en los preparativos de las Olimpiadas de este año) indicó su intención de aplazar el evento hasta 2021. Quizá entonces ya no se aplique la maldición de los 40 años.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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