Arabia Saudí restringe la peregrinación a La Meca debido a la pandemia de coronavirus

El hach es una de las mayores reuniones religiosas anuales del mundo, pero la pandemia de coronavirus no es la primera situación que interrumpe la peregrinación.

Por Erin Blakemore
Publicado 24 jun 2020, 12:22 CEST
Kaaba

Los trabajadores desinfectan la plaza alrededor de la Kaaba, el lugar más sagrado del islam, en la mezquita de al-Haram de La Meca, Arabia Saudí, en marzo de 2020. El gobierno de Arabia Saudí ha anunciado que restringirá la peregrinación anual a La Meca.

Fotografía de Amr Nabil, Ap

Este año, una de las mayores congregaciones anuales del mundo, la peregrinación a La Meca o hach (la transcripción en español de su nombre árabe), estará restringida para la mayoría de los musulmanes del mundo debido a la pandemia de coronavirus. Tras semanas de especulación —y antes de que la peregrinación anual, que comenzaría a finales de julio—, Arabia Saudí ha anunciado que no cancelará la hach, pero sí limitará la asistencia a esta reunión sagrada solo para algunos musulmanes que residen actualmente en el país.

En años normales, más de dos millones de los 1800 millones de musulmanes del mundo viajan a La Meca para el hach, considerado el quinto y último pilar del islam. Todo musulmán adulto con capacidad física y financiera debe completar al menos un hach y, para muchos, es el viaje de su vida. Sin embargo, este año los expertos estiman que solo se permitirá que asistan mil de los 29 millones de residentes musulmanes de Arabia Saudí.

Durante el hach, millones de personas se reúnen en la ciudad de tiendas de Mina y después viajan al monte Arafat, la mezquita de al-Haram de La Meca y otros lugares. En cada parada del viaje de cinco o seis días, conocen a otros musulmanes, rezan juntos y llevan a cabo rituales simbólicos. Los peregrinos llevan una vestimenta blanca especial y entran en el estado de sacralización de ihram, que prohíbe cortarse el pelo y las uñas y mantener relaciones sexuales, entre otras cosas.

Aunque varios países han prohibido la asistencia al hach a sus ciudadanos, la noticia aún supone un golpe doloroso, precisamente porque parte del poder de la peregrinación es la forma en que une a la comunidad musulmana internacional, señala Omid Safi, profesor de Estudios Islámicos en la Universidad Duke. «El hach es más que solo un ritual religioso», afirma Safi. «En su máxima expresión, es un símbolo del igualitarismo de los ideales islámicos. Se intercambian ideas y bienes, y también ideas místicas».

Guerra, hambrunas y enfermedades

Los musulmanes circunvalan la Kaaba durante el hach de agosto de 2019. Se espera que todo musulmán con la capacidad física y financiera para completar la peregrinación lo haga en algún momento de su vida.

Fotografía de Amr Nabil, Ap

Aunque esta es la primera vez que Arabia Saudí —considerado guardián de La Meca desde la fundación del país en 1932— ha cerrado las puertas a todos los musulmanes fuera del país, no es la primera vez que se interrumpe el hach: desde que el profeta Mahoma encabezó el primer hach oficial en el 632 d.C., la peregrinación ha sido objeto de «guerras, hambrunas, enfermedades e interrupciones políticas», afirma Safi.

Según los historiadores de la Fundación de Investigación y Archivos Rey Abdulaziz, el hach se ha interrumpido en al menos 40 ocasiones desde el 930, cuando los miembros de la secta chiíta de los cármatas saquearon La Meca y asesinaron a 30 000 peregrinos. Los cármatas también robaron y exigieron un rescate a cambio de una de las reliquias más preciadas del islam, la Piedra Negra de la Kaaba, y el hach se suspendió durante una década hasta que la piedra se devolvió a La Meca.

Las epidemias también han interrumpido las peregrinaciones pasadas. El cólera se cobró las vidas de decenas de miles de peregrinos en el siglo XIX; en 1821, por ejemplo, fallecieron 20 000, y en 1865 los peregrinos del delta del Ganges trajeron la enfermedad a La Meca, donde se propagó a peregrinos de estos países y que se saldó con un balance mundial de 200 000 víctimas. En la historia reciente, la inestabilidad política y los conflictos diplomáticos han impedido que algunos peregrinos convergieran en La Meca.

Un coste financiero devastador

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    Las mujeres recogen agua de Zamzam en una fuente de la mezquita de al-Haram. Se cree que el agua fluye desde un manantial sagrado que Dios abrió para saciar la sed de la familia de Abraham en La Meca y los peregrinos recogen agua de Zamzam en botellas para llevársela a sus seres queridos cuando vuelvan a casa.

    Fotografía de Tasneem Al Sultan

    Además de las implicaciones religiosas de limitar el hach, el impacto económico también será considerable. Aunque en el hach participan peregrinos de diferentes situaciones económicas, los costes de la comida, los visados y el alojamiento para este ritual de varios días pueden alcanzar los miles o decenas de miles de euros por persona y muchos ahorran durante toda su vida para asistir. «Los restaurantes, las agencias de viajes, las aerolíneas y las empresas de teléfonos móviles ganan pingües beneficios durante el hach y el gobierno se beneficia de los impuestos», señala Ahmed Maher de BBC Arabic.

    Según Reuters, el hach y otras peregrinaciones a La Meca durante el año, conocidas como Umrah, suelen generar unos 12 000 millones de dólares anuales, o casi el 20 por ciento del PIB no petrolero del país.

    «[La decisión sobre el hach] es una noticia extraordinaria. Esto trastocará las economías locales», afirma Simon Henderson, experto en Arabia Saudí del Instituto de Política de Oriente Próximo de Washington.

    Aunque Arabia Saudí levantó el toque de queda nacional el 21 de junio, aún afronta el coronavirus; hasta la fecha, el país ha registrado más de 150 000 infectados y 1400 fallecidos.

    Aunque la restricción de la asistencia al hach probablemente salvará muchas vidas, también alterará la vida cotidiana en un país que se enorgullece y se beneficia de celebrar una de las mayores congregaciones religiosas del mundo. Una de las afectadas será la cercana ciudad de Yeda, a donde llega la mayoría de los viajeros para comenzar su peregrinación a Arabia Saudí. «Tradicional e históricamente, la prosperidad de Yeda se ha basado en atender a los peregrinos del hach. Esta vez no va a poder hacerlo», afirma Henderson. Tampoco podrán peregrinar el gobernante de Arabia Saudí, el rey Salmán, a quien consideran el guardián de las ciudades sagradas de La Meca y Medina, ni el propio pueblo saudí.

    «Es una medida sensata, pero supone un golpe para la autoestima saudí», explica Henderson. «Detenerla supone una conmoción para el sistema».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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