«Quiero formar parte del cambio»: miles de personas demandan justicia racial

Los manifestantes se han congregado en Washington D.C. para exigir el fin de la «pandemia» de racismo. Estas son algunas de sus historias.

Por Rachel Jones
fotografías de Delphine Diallo, Nate Palmer
Publicado 9 jun 2020, 13:59 CEST

Philomena Wankenge, miembro del grupo Freedom Fighters DC, habla ante una multitud en el Monumento a Lincoln durante las manifestaciones del sábado en Washington D.C. «No hemos pedido que se ponga nuestro nombre en una calle, lo que pedimos es desfinanciar la policía», dijo Wankenge. «No subestimen a los jóvenes, porque somos de armas tomar».

Fotografía de Delphine Diallo, National Geographic

La semana comenzó con gritos y consignas de angustia, agentes de policía armados hasta los dientes y el humo del gas lacrimógeno en las inmediaciones del parque Lafayette Square en Washington D.C.

El sábado, había casi tantas personas con carritos de bebé como con pancartas dirigiéndose a esa misma zona para protestar por la muerte de George Floyd, que falleció violentamente el pasado 25 de mayo cuando un agente de la policía de Minneapolis se arrodilló sobre su cuello durante casi nueve minutos.

Mohamed Bundu (20, izq.) y Genesis Ramos (19), de Maryland, sentados en la periferia de una manifestación que va desde el Monumento a Lincoln a Lafayette Park. «Ver a tanta gente reunida me parece indescriptible. Significa mucho», dijo Mohamed.

Fotografía de Nate Palmer, National Geographic

Henry Couch cree que el creciente movimiento de proteste en Estados Unidos pone de manifiesto cuánta gente cree en la misma causa. «Creo que une a las personas como país... [personas] de cualquier raza o género».

Fotografía de Delphine Diallo, National Geographic

Nia Stewart dice que vino a las protestas de Washington D.C. «con mis flores y mis hijos para traer energía positiva».

Fotografía de Delphine Diallo, National Geographic

La estudiante de la Universidad Howard Shel Evans (30) trajo a su hija, Christin Jackson (9), a la Black Lives Matter Plaza cerca de la Casa Blanca porque quería «que pudiera ver esto. Esto es historia».

Fotografía de Nate Palmer, National Geographic

Michael Shipman (60) sentado en un banco con su hijo Ayzeyh Johnson (10). «No quiero quedarme sin hacer nada y beneficiarme del cambio, quiero formar parte del cambio. Eso es precisamente lo que intento inculcarle».

Fotografía de Nate Palmer, National Geographic

Se han celebrado manifestaciones multitudinarias en la mayoría de las grandes ciudades y en muchos pueblos pequeños de Estados Unidos. En todo el mundo, mucha gente se ha sumado a protestas mayoritariamente pacíficas impulsadas por la muerte de Floyd en un drástico intento de priorizar el problema de la brutalidad policial y lo que se ha caracterizado como «pandemia» de racismo y supremacismo blanco. De Londres a Nairobi, de Berlín a Tokio, de Melbourne a Pekín, la gente se ha manifestado en lugares públicos con discursos, canciones y protestas silenciosas de rodillas diseñados para mandar un mensaje: la brutalidad policial, la violencia racial y el racismo deben parar.

“Quiero que el mundo mejore porque voy a traer a un niño a este mundo y no quiero que la policía le dispare. Las vidas de las personas negras sí importan.”

por JANIYA WARE

Las protestas internacionales del sábado se celebraron un día después del que habría sido el vigésimo séptimo cumpleaños de Breonna Taylor, la técnica de urgencias médicas afroamericana asesinada en marzo en su domicilio de Louisville, Kentucky, por agentes de policía que entraron por la fuerza en el piso equivocado cuando ejecutaban una orden de registro.

La noticia de su muerte y otros asesinatos por motivos raciales en Estados Unidos, como el del corredor Ahmaud Arbery en febrero en Georgia, culminaron en un espasmo de violencia, incendios y saqueos poco después de la muerte de Floyd. Mientras se retransmitían las tensiones raciales de América a nivel internacional, las conversaciones sobre la necesidad de desmantelar la supremacía blanca, desfinanciar los departamentos de policía y endurecer las leyes sobre delitos relacionados con la raza dominaban la conversación nacional.

Para el 6 de junio, parecía que la necesidad de atestiguar y dejar constancia de la disconformidad era un factor motivador para manifestantes de todo el mundo. Miles de personas se congregaron en la 16th Street —rebautizada Black Lives Matter Plaza por la alcaldesa de Washington D.C. Muriel Bowser y adornada con unas letras amarillas gigantes—, que termina justo enfrente de la iglesia donde el presidente Donald Trump sostuvo una biblia ante las cámaras.

Deangelo Garvin (23), de Washington D.C., sostiene a su hijo DJ (4) a la vuelta de la esquina de donde se están produciendo las protestas. «He salido a la calle porque soy un hombre negro orgulloso», contó Deangelo.

Fotografía de Nate Palmer, National Geographic

Los manifestantes pintan las palabras «defund the police» («desfinancien la policía») en una pancarta.

Fotografía de Delphine Diallo, National Geographic

El eslogan «Black Lives Matter» resuena por todo el mundo cuando decenas de miles de personas se manifestaron el sábado en las capitales de Estados Unidos y del resto del mundo.

Fotografía de Delphine Diallo, National Geographic

La familia Crutchfield posa para la foto. Dijeron que vinieron a las protestas para experimentar la atmósfera y esperan que se produzcan cambios sistémicos.

Fotografía de Delphine Diallo, National Geographic

De hecho, el sábado fue el décimo segundo cumpleaños de Messiah McKinley y sus padres Vondell y Yamica querían llevarlo a él y a su hermano de 10 años, Yeshua, a la Black Lives Matter Plaza porque se enfrentan al mismo dilema que muchos padres y madres afroamericanos.

«Quiero que sean fuertes e independientes y que sepan expresarse con claridad», explica Vondell McKinley. «Quiero que se muevan por el mundo con seguridad y que no tengan miedo de creer en lo que creen. Pero también quiero que comprendan la realidad de la vida y de cómo a veces deben ser conscientes de que interactuar con la policía significa que deben pensarse dos veces lo que dicen».

“Esto lleva siglos forjándose. Me parece ancestral... creo que en esto nos apoyan nuestros antepasados.”

por JOI DONALDSON

A McKinley le preocupa lo que les depara el futuro a sus hijos, pero también ve motivos para ser optimista. «Hoy han aprendido mucho. Ha sido la primera vez que estaban en una multitud tan grande y creo que les han impactado las pancartas y la forma en que interactuaba la gente. Tenían que estar aquí».

Al mediodía, la multitud al pie del Monumento a Lincoln recitaba con megáfonos los nombres de George Floyd, Breonna Taylor, Ahmaud Arbery y muchos más. Los versos de espirituales como «Wade in the Water» y «Lift Ev’ry Voice and Sing» resonaban por la avenida mientras el gentío crecía cerca del estanque reflectante. Por la tarde, se estima que unas 10 000 personas pasaron de forma pacífica por las principales arterias de Washington hacia el Capitolio y pasando por la 16th Street hacia el parque Malcolm X.

Para algunos, los acontecimientos evocan recuerdos de manifestaciones similares. Carol Williams (61) se mudó a Washington D.C. desde Gainesville, Florida, el pasado diciembre. El sábado salió a la calle con una camiseta de Malcom X por sus cuatro hijos, sus 20 nietos y su bisnieto. «He caminado, luchado y rezado desde 1972».

Williams cuenta que su hermana mayor, Faye Williams, era la dueña de la popular tienda Sisterspace and Books en U Street hasta que la gentrificación la obligó a cerrar porque todo era demasiado caro. «Aún lucho contra este racismo por el pueblo. A veces me da la sensación de que no ha cambiado nada, pero este año vamos a cambiar. Adoro a los blancos a los que les importamos, pero no me muerdo la lengua y Dios sabe lo que siento, y no vamos a parar hoy».

“Estoy muy contenta por vivir en esta época y formar parte de este gran movimiento. Es «nosotros, el pueblo». No «ellos, el pueblo». Ahora es nuestro turno.”

por MARIA MODLIN, TAMBIÉN CONOCIDA COMO "YAYA"

Al igual que muchas otras ciudades de Estados Unidos, entre la multitud había tantas personas blancas como personas de color.

Ben y Sarah Peisch vinieron con su hijo Avery (5) y sus hijas Noelle (3), Naomi (2) y Audrey (8 meses). El viaje desde su barrio, Columbia Heights, hasta la Casa Blanca les planteó un reto diferente.

Avery asiste a una guardería diversa y los Peisch son amigos de muchas personas de color. Pero les cuesta explicar las protestas sobre la muerte de George Floyd a un niño pequeño que busca héroes.

Neil Gladstein (59, izq.) y Lynn Rhinehardt (58), ambos de Silver Spring, Maryland, en la periferia de la protesta de la Black Lives Matter Plaza. «Queremos formar parte del cambio de nuestro país para que sea un lugar más justo para todos. Y sobre todo, ahora mismo, para las personas negras», dijo Rhinehardt.

Fotografía de Nate Palmer, National Geographic

Maria Modlin (55, también conocida como Yaya), de Washington D.C., marchó junto a un grupo de manifestantes desde el Monumento a Lincoln hasta Lafayette Park. «Estoy muy contenta por vivir en esta época y formar parte de este gran movimiento. Es “nosotros, el pueblo”. No “ellos, el pueblo”. Ahora es nuestro turno», dijo.

Fotografía de Nate Palmer, National Geographic

Annah Faju (28), de la zona de Washington, D.C., descansa en los alrededores de la protesta. Faju es una artista visual que se trajo su propia mascarilla pintada a mano a la manifestación. Dijo que vino «solo para ver las caras de la gente. Ver a tanta gente aquí a la que realmente le importa este problema me parece abrumador».

Fotografía de Nate Palmer, National Geographic

«A él le gusta el concepto de “los buenos y los malos”», explica Ben Peisch. «Es difícil explicarle que a veces hay gente maltratada, pero que no es porque hayan hecho nada malo. Eso es lo que estamos intentando hacer».

Pero los Peisch han llevado a sus hijos a más protestas y vigilias desde la muerte de Floyd y tienen la intención de continuar.

«Ambos tenemos formación en educación y queremos exponerlos a causas como la justicia social», dijo Ben Peisch. «Queremos introducir el activismo en su ADN».

Pero para muchos estadounidenses blancos mayores, su presencia fue el primer paso hacia reconocer en público la gravedad de la crisis racial americana y su primera muestra de apoyo.

Trina Wolf, sentada en la acera frente a la iglesia de San Juan cerca de la Casa Blanca, sostenía una pancarta que rezaba «I Will Never Understand, But I Stand» («Nunca lo entenderé, pero estoy con vosotros»). Wolf también llevaba mascarillas caseras que ha estado tejiendo desde el comienzo del brote de la COVID-19 y que repartió entre los manifestantes.

Jayla Harris bloquea los rayos del sol con un paraguas junto al estanque reflectante del Monumento a Lincoln. «Espero que cambien las acciones de la policía», dice acerca de su motivación para participar en la protesta de Washington.

Fotografía de Delphine Diallo, National Geographic

La mujer de 58 años autóctona de Míchigan ha asistido a muchas protestas por la justicia social en Washington D.C., pero dice que esta le parece diferente. «Creo que es terrible lo que está pasando en nuestro país y que lleva pasando desde siempre. Creo que, como persona blanca, tengo que estar aquí».

Wolf dice que tiene varios amigos y familiares de derechas que son buena gente, pero que rechazan hablar sobre las marchas, las manifestaciones y la injusticia racial.

«Francamente, creen que todas las malas noticias son falsas. No lo sienten, no lo entienden y no creo que la gente blanca llegue a entender jamás cómo se sienten. Pero tenemos que el mundo sepa que apoyamos a las personas que viven estas cosas a diario».

Rachel Jones, periodista de Washington D.C., escribió acerca de la mortalidad materna en el número de enero de 2019 de la revista National Geographic.
Delphine Diallo es una artista visual y fotógrafa francesa y senegalesa en Brooklyn. Síguela en Instagram.
Nate Palmer es un fotógrafo y director en Washington D.C. Síguelo en Instagram.
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