Bronce dorado de Calígula del siglo I d.C.

¿Loco, malvado o incomprendido? ¿Quién fue Calígula realmente?

Si no fuera por Nerón, Calígula sería fácilmente calificado como el peor emperador del Imperio Romano, pero su notoria reputación podría merecer otra mirada.

Calígula era tan odiado por sus propios hombres que lo asesinaron en el año 41 d.C., pero su notoria reputación no se refleja en las obras de arte que representan al emperador romano, como este bronce dorado del siglo I d.C.

Fotografía de Bridgeman Images
Por Erin Blakemore

¿Asesinato? Sí. ¿Incesto? Tal vez. ¿Ejercicio brutal del poder político? Sin duda. En los anales de los emperadores infames, pocos se acercan a Calígula, cuyo reinado como tercer emperador del Imperio Romano le convirtió en miembro del pequeño club de los gobernantes más odiados (y recordados) del mundo.

Pero, ¿era Calígula realmente tan malo?

"Fue un emperador terrible", afirma Anthony A. Barrett, profesor emérito de la Universidad de Columbia Británica (Canadá) y autor de Caligula: The Abuse of Power [Calígula: El abuso de poder] y otras investigaciones sobre el célebre gobernante. "Pero no era tan malo si lo usamos en el sentido de comportamiento extravagante y ridículo".

He aquí cómo el joven emperador romano se ganó su mala reputación y por qué puede merecer la pena replantearse su breve y brutal reinado.

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¿Quién fue Calígula?

Nacido como Cayo Julio César Germánico, era bisnieto de Augusto, primer emperador de Roma, e hijo de uno de los líderes más venerados de Roma, el general Germánico. Pero Calígula (o "botitas", como le apodaban de niño) no heredó las dotes de liderazgo de su progenitor. Tras la prematura muerte de su padre, Calígula pasó gran parte de su infancia en el exilio, para regresar a Roma como protegido de su tío abuelo Tiberio, el paranoico emperador que le había expulsado a él y a su familia. Cuando Tiberio murió en el año 37 d.C., Calígula, de 24 años, se convirtió en el siguiente emperador de Roma.

Lo que sucedió a continuación es el material del que están hechas las leyendas: un gobierno caracterizado por la crueldad, los excesos, el capricho y las disputas políticas. Pero al principio, dice Barrett, parecía que el joven emperador seguiría los pasos de su respetado padre. "Nadie sabía nada de él", afirma; "probablemente pensaban que podrían controlarle". Joven, encantador y aparentemente capaz, Calígula comenzó su reinado razonablemente.

¿Problemas mentales?

Pero entonces las cosas cambiaron. Alrededor de seis meses de su reinado, el comportamiento del emperador cambió. Algunos historiadores atribuyen el cambio de personalidad a una enfermedad grave. Pero para Barrett es más sencillo: la luna de miel había terminado y la presión había aumentado. En su opinión, una vez que se hizo patente la realidad de las cargas administrativas y políticas que suponía ser emperador, el líder, inmaduro y poco preparado, se esforzó por estar a la altura de su título. Sin formación y carente de las habilidades políticas para mantener la confianza tanto de sus súbditos como del Senado, Calígula empezó a flaquear.

Los salaces actos de Calígula, como permitir que su caballo Incitatus se sentara a la mesa del banquete, fueron temas populares para los artistas. Grabado del siglo XIX, de la Historia de los emperadores romanos de Augusto a Constantino, de Jean Baptiste Louis Crevier, 1836.

Fotografía de De Agostini Picture Library, Getty Images

Pronto, Calígula arremetió contra sus enemigos, exigió costosas y desacertadas campañas militares e incluso ordenó la muerte de su esposa. Circularon rumores de que el hedonista emperador mantenía relaciones sexuales con sus propias hermanas, Julia Livila y Agripina la Joven (futura madre del emperador Nerón). Calígula acabó exiliándolas tras descubrir lo que parece haber sido una intriga entre bastidores contra su reinado. Calígula cortejó la controversia, provocando y humillando al Senado y ordenando asesinatos a diestro y siniestro.

Este comportamiento caprichoso (y las acusaciones de que hizo cosas como enfrentar a gladiadores físicamente incapaces contra bestias salvajes por deporte) ha alimentado durante mucho tiempo la especulación de que Calígula sufría algún tipo de trastorno del estado de ánimo o enfermedad mental. Los diagnósticos retroactivos lo achacan a todo, desde la psicosis epiléptica a la encefalitis.

Pero Barrett cree que Calígula estaba sano, un hecho que arroja una luz aún más siniestra sobre su brutalidad casual.

"Hasta el final, Calígula tomó decisiones racionales", afirma Barrett, que lo compara más con un Joseph Stalin que con un Hitler trastornado. "Podía distinguir la realidad de la fantasía". Pero la realidad del monarca estaba impregnada de un poder total, un privilegio que ejercía estratégicamente y a su antojo.

Ese poder se le habría subido a la cabeza a cualquiera. "Cuando entró en la ciudad, el poder total y absoluto se puso inmediatamente en sus manos por el consentimiento unánime del Senado y de la plebe", afirmó Suetonio, historiador conocido por sus biografías de los Césares. Sin embargo, desde el primer momento, el poder imperial de Calígula estuvo bañado en la sangre de miles de sacrificios de animales. "Tan grande fue el regocijo público", dijo Suetonio, "que en los tres meses siguientes... se dice que más de 160 000 víctimas fueron sacrificadas".

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¿Fuentes fiables? ¿Calígula nombró cónsul a su caballo?

A pesar de esos excesos, dice Barrett, es importante cuestionar los relatos de los contemporáneos de Calígula. Su trabajo fue encargado por sus enemigos políticos y distorsionado por rumores. El cronista más fiable de su época, Tácito, escribió sobre Calígula, pero desgraciadamente su obra se ha perdido. Las historias que se conservan contienen relatos "ridículos y absurdos" del emperador, dice Barrett, que compara a Suetonio y a su contemporáneo, Casio Dio, con reporteros de tabloides en busca de una primicia sobre el asediado emperador.

El comportamiento de Calígula era sin duda cruel, pero probablemente un poco menos jugoso de lo que Dio y Suetonio quieren hacer creer. Por ejemplo, Calígula exigía ser tratado como un dios. Habría sido una práctica habitual en las colonias romanas, obligadas a reconocer el llamado "culto imperial" de Roma. Pero Barrett afirma que no hay pruebas, como la acuñación de monedas, que apoyen una demanda similar dentro de Roma o incluso en la península itálica.

Luego está la infame historia de hacer cónsul a su caballo, una amenaza que nunca llegó a materializarse. Barrett atribuye este episodio a un emperador enfadado que se burlaba de sus enemigos en el Senado, a los que consideraba tan incompetentes e inútiles que podían ser sustituidos fácilmente por un animal.

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    ¿Mala reputación?

    Pero incluso si Calígula nunca protagonizó las hazañas más escandalosas que se le atribuyen, el hecho de su reputación desmesurada y extremadamente duradera permanece. ¿A qué se debe la actual notoriedad de un hombre cuyo mandato duró menos de cuatro años hace casi dos milenios?

    "A los humanos nos encantan los villanos", afirma Barrett, y Calígula sigue siendo famoso gracias a una combinación de carisma personal y enemistad obstinada entre sus contemporáneos. Hay otro factor, dice Barrett: el paso del tiempo. Como han pasado tantos años desde sus hazañas, dice Barrett, "Calígula pertenece a un mundo que nos es tan ajeno ahora que podemos disfrutar de su villanía con la conciencia tranquila."

    La antigua Roma 101

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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