Los vándalos saquearon Roma, pero ¿se merecen su mala reputación?

Su nombre es sinónimo de destrucción, pero es posible que el grupo no merezca un legado tan duro.

Por Erin Blakemore
Publicado 28 ago 2019, 15:54 CEST

Con el paso de los siglos, su nombre se volvió tan intercambiable con destrucción que se convirtió en un sinónimo. Pero resulta que los vándalos, una tribu germánica que consiguió hacerse con Roma en el año 455, podrían no merecer esa connotación.

La primera referencia escrita conocida de la tribu data del 77 d.C., cuando Plinio el Viejo mencionó a los «Vandilii». Sin embargo, las raíces de los vándalos son inciertas y su historia, controvertida. Se cree que migraron a la actual Alemania desde Escandinavia. Es posible que también incluyeran a miembros de la cultura de Przeworsk, una cultura de la Edad del Hierro que vivía en la actual Polonia. Los historiadores creen que eran agricultores y pastores.

En el siglo II d.C., los vándalos empezaron a enfrentarse al Imperio romano. Participaron en varias guerras en la frontera romana, como las guerras marcomanas del río Danubio, que se prolongaron desde la década del 160 d.C. a la década del 180 d.C.

Un pueblo en movimiento

Se produjo una considerable migración hacia Roma cuando los hunos empujaron a las tribus «bárbaras», entre ellas los vándalos, al sur y al oeste hacia el Imperio romano a partir de la década del 370 d.C. Durante esta época, los vándalos adoptaron la cristiandad, abrazando el arrianismo. Esta creencia de que Cristo no era igual a Dios los enfrentó a la Iglesia.

Mientras viajaban, los vándalos peleaban con los lugareños, capturando su territorio conforme avanzaban. En el 406 d.C., atravesaron el río Rin y comenzaron a invadir la Galia, después la actual España y, a continuación, el norte de África. Capturaron Cartago (actual Túnez) en el 439 d.C.

Genserico, rey de los vándalos, convirtió Cartago en la capital del reino y conquistó más territorios romanos en los años posteriores. Su ubicación estratégica en el Mediterráneo proporcionó una ventaja a los vándalos, que se convirtieron en una potencia naval formidable. «Si los romanos intentaban atacar por mar el reino [de Genserico] en el norte de África, la flota vándala del Mediterráneo podía interceptar las naves romanas antes de que se acercaran a Cartago», escribe el historiador Thomas J. Craughwell.

Desesperado, el Imperio romano reconoció a los vándalos y firmó un tratado que garantizaba que dejarían a Roma en paz. Los vándalos adoptaron muchas facetas de la cultura romana, incluidas sus prendas de vestir y sus artes.

El saqueo de Roma

Pero el rey vándalo era un astuto observador de la desintegración del Imperio romano. En el año 455, vio su oportunidad cuando Petronio Máximo asesinó al emperador romano Valentiniano III. Genserico declaró la invalidez del tratado entre los vándalos y los romanos y marchó hacia la ciudad.

El saqueo de la capital romana llegó a los libros de historia, pero no fue tan violento como se puede suponer. Aunque la Iglesia consideraba a los vándalos unos herejes, negociaron con el papa León I, que los convenció para que no destruyeran Roma. Saquearon las arcas de la ciudad, pero dejaron intactos los edificios y volvieron a casa.

A esto le siguieron años de enfrentamientos. Entre los años 460 y 475 d.C., los vándalos rechazaron un intento de ataque por parte de Roma, que trataba de recuperar lo que había perdido. Pero la muerte de Genserico presagió la caída del imperio de los vándalos. En el 533, los romanos recuperaron el norte de África y expulsaron a los vándalos para siempre.

Su reino había llegado a su fin, pero su legado no. Hasta la actualidad, «vándalo» se asocia —quizá injustamente— al saqueo de Roma.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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