¿Quién fue Augusto?

Conocido por iniciar dos siglos de paz en Roma, el ascenso de Octavio, hijo adoptivo de Julio César, al poder político hasta convertirse en César Augusto y el primer emperador de Roma fue de todo menos amistoso.

Por Kristin Baird Rattini
Busto de mármol del emperador romano Augusto César.

Busto de mármol del emperador romano Augusto César.

Fotografía de Kenneth Garrett, Nat Geo Image Collection

Como primer emperador de Roma, Octavio o, como se le conoció desde el 27 a.C., César Augusto (63 a.C.-14 d.C.) es conocido sobre todo por haber iniciado la Pax Romana, un periodo de dos siglos en gran medida pacífico en el que Roma impuso el orden en un mundo durante mucho tiempo convulsionado por los conflictos. Sin embargo, su ascenso al poder fue todo menos pacífico.

Octavio sólo tenía 18 años cuando su tío abuelo Julio César le nombró heredero. Tras el asesinato de César, Octavio forjó una alianza con Marco Antonio, famoso general de César, y Marco Emilio Lépido. Juntos eliminaron a sus oponentes políticos. Antonio persiguió a los asesinos de César hasta Grecia y los derrotó en Filipos en el 42 a.C.

Desde Grecia, Antonio gobernó las ricas provincias orientales de Roma. Pero Octavio y Antonio pasaron de ser aliados a adversarios. Antonio inició un escandaloso romance con la reina Cleopatra de Egipto. Tuvo hijos con Cleopatra y reconoció al hijo de Julio César, Cesarión, como el verdadero heredero de César, desafiando la pretensión de Octavio. 

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Cleopatra, amor y muerte

Aunque sedujo a dos de los hombres más poderosos de Roma, Cleopatra, temida monarca, era mucho más que una cara bonita. Por sus antepasados ptolemaicos, Cleopatra era griega, y su capital, Alejandría, era el epítome del helenismo. Hablaba griego, pero demostraba sus raíces egipcias aprendiendo la lengua local y adorando a los dioses egipcios.

Cleopatra sedujo a Julio César para que le ayudara a reclamar el trono a su hermano Ptolomeo XIII. Tras el asesinato de César, cortejó al poder romano con Marco Antonio. Pero el emperador Octavio puso fin a su romance. El suicidio de Cleopatra en el año 30 a.C. (al parecer por mordedura de serpiente) marcó el fin de la era ptolemaica en Egipto, pero el comienzo de una obsesión duradera por la reina de las fábulas.

La antigua Roma 101

Al regresar triunfante a Roma, Octavio añadió el título de Augusto (que significa "sagrado" o "exaltado") a su apellido adoptivo, César, y se convirtió en imperator vitalicio. El vasto Imperio Romano, durante mucho tiempo disputado por cónsules y generales, estaba ahora firmemente en manos de un emperador: Augusto César.

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Un organizador sustentado por el ejército

Al igual que Darío I de Persia, Augusto era un genio de la organización; sus logros administrativos superaban sus hazañas militares. Calmó a los ciudadanos temerosos de la tiranía preservando las instituciones de la república, incluido el Senado. Incorporó senadores de toda Italia y les facultó para nombrar procónsules independientes que gobernaran las provincias romanas. Sin embargo, Augusto mantuvo su autoridad sobre el Senado y ejerció su poder de veto. La fuente última del poder de Augusto César era el ejército. Con toda confianza, redujo a la mitad el número de legiones y asentó a los veteranos en colonias, lo que ayudó a romanizar provincias lejanas y a consolidar el Imperio.

A pesar de las batallas en Alemania y otras regiones conflictivas, Augusto inició una era tranquila conocida como la Pax Romana que se mantuvo durante generaciones. En lugar del conflicto, Roma imponía ahora el orden. Las tierras saqueadas por las tropas romanas se convirtieron en provincias dóciles, sujetas a impuestos, pero a salvo de la devastación a menos que se rebelaran. El comercio floreció. Las ciudades prosperaron cuando Augusto y sus sucesores construyeron carreteras, acueductos, baños y anfiteatros para entretener a las masas. La ingeniería romana urbanizó las ciudades provinciales, ayudando a transformar a los súbditos conquistados en complacientes ciudadanos romanos. Un buen ejemplo de este desarrollo es la ciudad de Mérida (Badajoz; Extremadura), que en época romana se llamaba Emerita Augusta, en honor al primer emperador de Roma.

Cuando Augusto murió en el año 14 d.C., siguió los pasos de su tío abuelo por última vez. Por sus enormes contribuciones a Roma, se ganó el título póstumo de Divino Augusto.

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    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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