¿Cómo ha cambiado el tiempo la historia humana?

El tiempo atmosférico afecta a nuestras vidas de formas impactantes: puede determinar el resultado de las guerras y provocar la destrucción de vidas y bienes materiales.

Por Lori Cuthbert
Publicado 31 may 2018, 15:55 CEST

Desde el comienzo de la historia humana, hemos sido azotados por el tiempo atmosférico y el cambio climático, llegando a veces a extremos alarmantes. Y solo acabamos de empezar a entender los porqués y los cómos. En su nuevo libro, Weather: An Illustrated History, Andrew Revkin y Lisa Mechaley recorren 4.500 millones de años de tiempo atmosférico y clima en 100 entradas, que van desde importantes fenómenos meteorológicos al cambio climático, pasando por las personas que empezaron a averiguar el funcionamiento de nuestro planeta.

Cuando National Geographic entrevistó a Revkin desde su casa en el valle del Hudson, Nueva York, explicó cómo Benjamin Franklin se convirtió en el primer cazador de tormentas; cómo ha afectado el tiempo al resultado de las guerras; y algunas de las formas más extrañas en que los fenómenos meteorológicos extremos alteran nuestras vidas.

Portada de 'Weather: An Illustrated History'
Fotografía de Sterling Publishing

¿Cómo decidió qué momentos de la historia incluiría en su libro?

Bueno, mi mujer es educadora medioambiental y me ayudó a escribirlo. Se convirtió en una especie de... no diría una competición, sino un juego. En algo intrigante. Llevo 30 años escribiendo acerca del cambio climático y los grandes fenómenos meteorológicos, y uno puede pensar que podía entrar en materia directamente. Pero cuanto más hurgaba, más sorpresas aparecían. Por eso creamos un documento de Google y fuimos añadiendo cosas. «¡Hala, mira lo que acabo de encontrar en 1602!».

Por ejemplo, a principios del siglo XVII, Galileo inventó el concepto de la temperatura. No hace frío, menos frío, calor o menos calor. Básicamente, así era como veían la temperatura los griegos y todos los que les siguieron en la ciencia y la filosofía occidentales e incluso orientales. A Galileo se le ocurrió la idea de incrementos cuantificables. Para mí, ese fue el tipo de dato que intentaba encontrar. Muchas de las entradas son ideas transitorias y transformadoras, no solo las peores tormentas o el día más caluroso.

Otro ejemplo de ello fue Shen Kuo, algo así como el Ben Franklin de China. Hacía de todo: fue inventor, estratega militar y político regional, y poseía la impresionante visión que tienen muchas personas de este ámbito, que consiste en que observan algo y piensan: «Vaya, es interesante. ¿Por qué es así?».

En una ocasión, vio que en una ribera derrumbada había bambú fosilizado. Era una parte de China muy seca, donde no había bambú. Y en sus memorias, unos años más tarde, explicó sus ideas. Decía: «Quizá esta zona tuvo un clima distinto». Ahora parece insignificante, pero por aquel entonces fue una idea totalmente nueva.

El otro elemento clave del libro fue que decidimos desde el principio analizar nuestra relación con el tiempo atmosférico y el clima, no solo ideas o registros. Y empecé a pensar en las cosas que han cambiado nuestra relación con el clima y el tiempo. Ahí entró el aire acondicionado, el paraguas o el aprovechamiento del viento para la navegación.

Menciona a Benjamin Franklin más que a nadie, creo que en tres entradas.

Ben Franklin tenía una mente, como Galileo, que observaba cosas y patrones y se hacía preguntas al respecto. Escribió un largo tratado sobre las mangas de agua. En otra ocasión, fue a montar a caballo con sus amigos en Maryland, donde vio un torbellino. Empezaron a perseguir el torbellino. Había oído que si disparabas un tornado o torbellino, podías alterarlo. Lo intentó con su látigo y creo que eso le convierte en el primer cazador de tormentas.

Es una de las primeras personas que dedujo que debía existir una corriente del Golfo. Como pasaba mucho tiempo yendo y viniendo entre Estados Unidos y Europa por su trabajo como diplomático, se dio cuenta de que los barcos viajaban más rápido hacia el este que hacia el oeste. Habló con los capitanes y reunió algunos datos al respecto. Esa es la segunda parte: ponerse manos a la obra.

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    Creo que la mayoría sentimos que tenemos el control gran parte del tiempo. Pero algo que nadie puede controlar es el tiempo. ¿En qué medida ha determinado el tiempo el transcurso de la historia humana?

    En todos los niveles, el cambio climático en escalas temporales largas ha moldeado enérgicamente la historia humana; está en la parte del libro sobre el éxodo de África. Investigadores de Columbia y otras universidades han analizado los registros del lecho del mar Rojo o de cerca del norte de África y han descubierto que existe un patrón meteorológico tambaleante a lo largo del tiempo. El desierto del Sáhara, del que National Geographic ha escrito muchas veces, fue en ocasiones un pastizal verde. Hay grabados en piedra, pinturas de personas nadando en los lagos del Sáhara.

    El tiempo moldea nuestras comunidades y nuestras respuestas al medio ambiente de formas diferentes. El Dust Bowl fue una sequía larga e insólita, con cambios paisajísticos humanos que empeoraron las condiciones para crear polvo. Tuvo un efecto transformador que tuvo repercusiones durante mucho tiempo.

    Háblenos del papel del tiempo en los resultados de los conflictos. ¿Puede explicárnoslo?

    El tiempo ha influido en las guerras a lo largo de la historia. Para el libro, escogimos un ejemplo de la Segunda Guerra Mundial: Rusia y el invierno. El invierno fue siempre el mayor aliado de Rusia. Cualquiera que intentara invadir Rusia cuando se acercaba el invierno, estaría en un gran apuro de no conseguirlo rápido.

    Cuando la Armada española intentó atacar Inglaterra, los cambios aislados en el viento favorecieron a Inglaterra y contribuyeron a la derrota de los españoles. Hay más ejemplos en la historia.

    Hay algunas formas muy raras en las que el tiempo nos ha afectado a lo largo de la historia; para mí, la más rara del libro es la del granizo. Aparentemente, el granizo puede cometer asesinatos en masa.

    Hay un caso misterioso en lo alto del Himalaya. Alguien descubrió en el interior de un lago una escena horrible de cadáveres conservados allí. Se presumía que fue el resultado de un combate. Pero un grupo de científicos de National Geographic estudió minuciosamente el análisis forense. Todas las trayectorias de las heridas eran de arriba abajo, algunas habían sido infligidas con un objeto grande, y supusieron que fue granizo. No había nada cerca que indicara que fuera un arma. Siempre se piensa en los huracanes y las inundaciones, pero el granizo provoca algunas de las mayores pérdidas financieras cada año, sistemáticamente, en Estados Unidos.

    A mediados del siglo XIX, los científicos empezaron a averiguar que se estaba produciendo el calentamiento global e incluso dijeron que no era algo malo. ¿Puede hablarnos de esta averiguación y del momento en el que quedó claro que el calentamiento no era positivo?

    Desde la década de 1820 hasta mediados de siglo, ya existía el concepto básico de que hay unos gases en la atmósfera que atrapan calor. El siguiente paso se dio en la década de 1890, cuando los científicos empezaron a calcular: «Oh, estamos quemando mucho carbón. Estamos añadiendo dióxido de carbono al aire».

    El químico sueco Svante Arrhenius hizo los cálculos de forma poco minuciosa. Con el cambio de siglo, se estimaba que cada año se quemaban un par de miles de millones de toneladas de carbón. Él fue quien escribió el primer estudio que proponía que esto produciría un importante calentamiento en un largo periodo de tiempo.

    Lo que me interesa aquí es que el momento de la historia en el que aparece este conocimiento, y el lugar donde aparece, pueden moldear las percepciones de lo que significa dicho conocimiento. Por eso, en aquella época, su conclusión fue que las partes más frías del mundo disfrutarían de un clima más cálido y podrían cultivar más, y así la gente tendría más comida: el calentamiento era algo positivo.

    Una de las ideas que me formé con este libro, tras 30 años escribiendo sobre el cambio climático, fue que es importante dar un paso atrás y examinar nuestras propias percepciones, nuestro momento cultural, la medida en que está relacionado con mis creencias y mis normas, y la medida en que está relacionado con los datos reales. Creo que es importante —sobre todo con la polarización actual— que todos hagamos una pausa y reflexionemos un poco sobre el hecho de que hasta el tipo al que se le ocurrió esta idea —en pleno auge de la Revolución industrial— pensaba entonces que era algo positivo. Solo a partir de los 70 en adelante empezaron a aparecer las desventajas del cambio climático, y fue también cuando apareció nuestro movimiento medioambiental.

    Estamos atravesando una gran transición como especie. Y uno de los pilares fundamentales del libro fue que casi toda nuestra experiencia en la historia con el tiempo atmosférico y el clima ha sido en una sola dirección. O nos quitamos de en medio o inventamos cosas como el aire acondicionado o el paraguas para soportarlo.

    Ahora es una relación bidireccional. Estamos cambiando el sistema conforme el sistema nos cambia, y esto es importante. No me sorprende que lleve su tiempo asimilarlo y que exista una división sobre qué hacer al respecto. A eso se le añade, claro está, que para la mayor parte del mundo, el problema principal es la falta de energía, una falta de acceso a cosas que nos facilitan la vida, y todo esto me ha llevado a hacerme una idea diferente de lo que está pasando, diferente a la que tenía en los 80.

    Observar la línea temporal de los cambios científicos que aparecen en su libro, ¿le hace tener más o menos esperanza respecto al futuro del planeta?

    Por la mañana me levanto con optimismo y normalmente después de cenar, en algún momento de la noche, me afecta todo lo que he aprendido durante el día. Pero siempre me encuentro con algo que me hace sentir... No estoy seguro de que «esperanza» sea la palabra adecuada... Me hace sentir que existe una fuente de posibilidad para la especie humana.

    Lo que nos frustra a veces es la diversidad de nuestras reacciones, la incapacidad de hacer que todo el mundo se sienta como nosotros respecto a algo que nos parece importante. Pero creo que esa diversidad, en cierto modo, es positiva. Si todos fuéramos en una sola dirección, probablemente estaríamos en apuros. Si todos optáramos por la energía nuclear, o por las renovables, sería menos probable llegar a ninguna parte.

    Lo más complicado sobre el cambio climático es que es enorme en las escalas temporal y geográfica. Lo bueno del cambio climático es que es tan grande y diverso que todos podemos hacer algo para ayudar y cambiar la trayectoria hacia resultados más positivos.

    Hemos editado esta entrevista por razones de longitud y claridad.

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