El aceite de palma destruye las selvas, pero ¿puedes pasar un día sin utilizarlo?

Una periodista que ha pasado años informando sobre el polémico ingrediente evalúa su propio consumo.

Por Hillary Rosner
Publicado 14 dic 2018, 14:16 CET
Fruto de palma aceitera
Un trabajador de una plantación malaya muestra frutos de la palma aceitera, la fuente del aceite comestible más popular del mundo.
Fotografía de Pascal Maitre

En una mañana nevada de diciembre, salí de la cama en la oscuridad. En el baño, me lavé las manos y los dientes y me eché crema hidratante en la cara. Antes de que el sol pintase las montañas que se veían desde mi ventana de color rosa pálido, antes de llegar siquiera a la cocina, ya tenía aceite de palma en las manos, la cara y la lengua.

Logré despertar a mi hijo somnoliento para que se diera una ducha. Y ahí estaba de nuevo, en el jabón, el champú, el acondicionador y la loción que le puse después: más aceite de palma. Aunque apenas estaba despierto, pero mi hijo de cinco años ya estaba cubierto de ese material.

Para comprobar lo ubicuo que es el aceite de palma en nuestras vidas, decidí rastrear cada encuentro que tengo con él a lo largo del día.

En el baño

Como he escrito en el número de diciembre [de la revista National Geographic], el aceite de palma es el aceite comestible más popular del mundo y supone un tercio del total de aceite vegetal que se consume en el planeta. Las palmas aceiteras son un cultivo muy eficiente, pero crecen a expensas de vastas superficies de bosques prósperos y su expansión ha provocado violaciones de los derechos humanos, el descenso de especies y emisiones peligrosas de dióxido de carbono.

Quizá pienses: «Espera, espera. Nunca he visto “aceite de palma” en la lista de ingredientes de ninguno de mis productos cosméticos». Probablemente sea cierto, pero está ahí de todos modos. El aceite de palma es un ingrediente de otros ingredientes.

Por ejemplo, el decil glucósido, que figura entre los contenidos no tan fáciles de pronunciar del gel de baño con olor a fresa que le gusta a mi familia. El decil glucósido es un agente de limpieza empleado en muchos champús para bebés y productos para pieles sensibles. Está compuesto, en parte, por decanol, una molécula de alcohol graso que suele derivar del aceite de palma.

También está el lauril glucósido, un tensoactivo elaborado de aceite de palma o de coco y otro componente de ese mismo gel de baño. Los tensoactivos ayudan a combinar materiales que, de otro modo, sería imposible mezclar, como el aceite y el agua. Este tensoactivo también está presente en mi pasta de dientes, junto al lauril sulfato de sodio, otro ingrediente derivado del aceite de palma utilizado para que la pasta de dientes produzca espuma.

Incluso nuestro acondicionador contiene aceite de palma en forma de glicerina, así como alcohol cetoestearílico, un ingrediente habitual empleado para espesar muchos acondicionadores.

Está claro que el simple hecho de que un producto contenga aceite de palma no significa que contribuya a la destrucción ecológica. Un ejemplo de ello es Alaffia, una empresa con conciencia social que elabora nuestro gel de baño y acondicionador. La página de Facebook de Alaffia habla específicamente del uso que le dan al aceite de palma: «Agricultores a pequeña escala de la región Marítima de Togo, de la localidad de Tsevie a Kpalime, cultivan y cosechan nuestro aceite de palma natural de África occidental. Nuestra cooperativa Fair Trade, en Sokodé, extrae el aceite empleando métodos tradicionales». Según Tom’s of Maine, que elabora mi pasta de dientes con fluoruro de menta, todos sus ingredientes se elaboran empleando únicamente aceite de palma con certificado sostenible de la Rainforest Alliance o la Mesa Redonda sobre Aceite de Palma Sostenible (RSPO, por sus siglas en inglés).

Pero es complicado determinar siquiera si tus productos contienen aceite de palma, por no hablar de si procede o no de fuentes sostenibles. Ese mismo día, pasé horas leyendo las listas de ingredientes escritas en letra pequeña de todos los productos que mi familia había usado e intenté determinar qué compuestos químicos se producían con aceite de palma. Al parecer, mi hidratante de Trader Joe era el sueño de todo agricultor de palma aceitera: palmitato de ascorbilo, palmitato de retinilo, etilhexilglicerina, estearato de glicerilo y un largo etcétera, todos ellos ingredientes elaborados de un modo u otro con palma. (Las preguntas frecuentes sobre los productos de Trader Joe contienen información sobre sus aceites de oliva y coco, pero nada sobre el aceite de palma; la empresa no es miembro de la RSPO.)

En la cocina

Pero ocurrió algo peculiar mientras intentaba rastrear mi consumo de aceite de palma. Cuando entré en la cocina, apenas encontré nada. Sí, había un tarro de mantequilla de almendras de la marca Justin’s que lo contenía, para que la mantequilla fuera untable. (Justin’s usa aceite de palma con certificado de sostenibilidad.) También había una caja de barritas Kind cubiertas de chocolate. Como ocurre con muchas barritas energéticas, el aceite de palma se emplea para dar al chocolate una textura cremosa para la cobertura. (Kind LLC es miembro de la RSPO.) Y, por último, una caja de galletas saladas de Nabisco que compré cuando mi marido estuvo enfermo unas semanas antes, a los que el aceite de palma proporciona una cualidad vagamente cremosa. (Nabisco es filial de Mondelēz, que recibió una puntuación de 9 sobre 10 en la Tarjeta de Puntuación de Compradores de Aceite de Palma de 2016 de WWF.)

Pero eso era todo. Para desayunar, mi hijo tomó un cuenco de yogur natural con manzana y frutos rojos congelados, y un huevo frito con aceite de oliva. Yo tomé tostadas (de pan de panadería, que contiene menos ingredientes e ingredientes más simples que el pan de molde envasado) con aguacate y Marmite. Mi marido tomó arroz que había sobrado con un huevo frito y espinacas. No había aceite de palma por ninguna parte.

Eso se debe a que la mayor parte de los alimentos que consumimos aquella mañana eran alimentos completos —manzanas, frutos rojos, aguacates, huevos— o alimentos con una lista de ingredientes corta. Y la mayor parte de los productos comestibles que contienen aceite de palma no son alimentos completos, sino procesados.

Los alimentos «procesados» son todos aquellos que vienen envasados y tienen una lista de ingredientes larga, rebosan en los estantes de los supermercados y abundan en los menús de restaurantes de comida rápida. Son productos que están, como dice la escritora especializada en comida Melanie Warner, «lejos de su fuente», lo que significa que los han alejado de su punto inicial natural a lo largo de varios pasos.

Según Warner, autora de Pandora's Lunchbox: How Processed Food Took Over the American Meal, a la mayoría de los alimentos procesados «se les han retirado los elementos sanos y naturales y se les han añadido muchas cosas que, en grandes cantidades, no son buenas para nosotros: sal, azúcar, grasa, aditivos artificiales».

Muchos alimentos ultraprocesados son malos para nosotros y la mayoría no nos aporta demasiados beneficios, como mínimo. Resulta que es en estos productos donde reside gran parte del aceite de palma producido a partir de cultivos alimentarios. Un ejemplo de ello son las galletas Oreo, los dulces repartidos en Halloween o la pizza congelada. Si quieres consumir menos aceite de palma, hay una forma sencilla de hacerlo: come menos alimentos procesados. En el proceso también mejorarás tu salud.

Fuentes responsables

También hay productos para la piel que no contienen aceite de palma, como los jabones con ingredientes limitados hechos con aceite de oliva. Pero no es necesario eliminar del todo el aceite de palma. De hecho, boicotearlo podría tener ramificaciones que podrían ser aún peores para el medio ambiente. Producir la misma cantidad de otro aceite vegetal —como la soja— podría ocupar aún más terreno.

Y eliminar el apoyo a las empresas que intentan que la producción de aceite de palma sea menos dañina para el medio ambiente podría aportar una ventaja competitiva a aquellas a las que solo les importa obtener beneficios. Apoyar a las empresas que se alejan de prácticas destructivas ayudará a que la industria sea más sostenible en general.

Desde su fundación en 2004, muchos críticos han sostenido que RSPO —una asociación entre industrias y ONG— no establece estándares lo bastante exigentes. El consejero delegado malayo de RSPO, Darrel Webber, afirma que es fundamental crear una cobertura lo bastante amplia para que entren más empresas y, en el proceso, mostrarles la importancia de proteger los ecosistemas y tratar a los trabajadores de forma justa.

«Me encantaría conducir un Ferrari, ir a toda velocidad, impresionar a mis amigos», dice, usando su analogía favorita. «Pero seríamos solo yo y otra persona, porque tiene dos asientos. La realidad es que tenemos que conducir en autobús si queremos generar un cambio. Debemos encontrar una forma de que todo el grupo se suba a bordo».

Varias ONG, entre ellas WWF, la Union of Concerned Scientists y el Cheyenne Mountain Zoo, publican pautas para ayudar a los consumidores a tomar buenas decisiones respecto al aceite de palma. Solo hace falta un poco de tiempo e investigación, algo que, si lo piensas, tiene sentido si son productos que vas a ingerir, en los que te vas a bañar o que vas a aplicar en la piel de tus hijos.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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