Las olas de calor marinas aniquilan a las criaturas acuáticas y amenazan la biodiversidad

El océano sufre olas de calor como las que ocurren en tierra y la vida submarina tiene dificultades para sobrevivir.

Por Sarah Gibbens
Publicado 7 mar 2019, 16:39 CET
Un lecho de praderas marinas
Un lecho de praderas marinas en la isla de Vancouver, Canadá. Las praderas marinas, como los bosques de algas y los arrecifes de coral, albergan una gran diversidad de criaturas marinas. Las aguas cálidas ponen en peligro la salud de estos ecosistemas.
Fotografía de FLIP NICKLIN, MINDEN PICTURES/Nat Geo Image Collection

Las olas de calor intensas son perjudiciales para la salud humana. Pueden provocar afecciones mortales como deshidratación y accidentes cerebrovasculares. Y, al igual que las temperaturas extremas en tierra, las olas de calor marinas pueden alterar drásticamente la vida bajo el mar.

Un nuevo estudio publicado en Nature Climate Change ha determinado que las olas de calor marinas han aumentado significativamente en las tres últimas décadas y está cada vez más claro cómo afectan las altas temperaturas a la biodiversidad.

Las olas de calor marinas son periodos en los que la temperatura media del agua es excepcionalmente alta en una región concreta. En los últimos 30 años, los días con olas de calor marinas han aumentado poco más del 54 por ciento, una tendencia que, según los autores del estudio, coincide con las disminuciones de criaturas marinas.

El estudio incluyó olas de calor marinas significativas, como la enorme masa de agua caliente presente en la costa oeste de los Estados Unidos entre 2014 y 2016 (denominada «the blob»). Esta masa fue responsable de muertes masivas de invertebrados y mamíferos marinos.

«Está claro que los fenómenos de calentamiento extremo pueden provocar cambios abruptos en ecosistemas enteros con consecuencias generalizadas», afirma Daniel Smale, ecólogo y autor del estudio.

Un panorama global

Para obtener un panorama global de los cambios que provocan las olas de calor marinas en los océanos del mundo, Smale y su equipo de investigación analizaron 116 artículos científicos ya publicados. Eso les proporcionó datos de más de mil registros ecológicos diferentes. Las olas de calor se cuantifican como cualquier periodo superior a cinco días en el que el mar haya registrado temperaturas anormalmente altas.

A continuación, emplearon conjuntos de datos ya existentes para calcular la cantidad de biodiversidad por región. Las regiones con una gran densidad de biodiversidad que habían sufrido olas de calor eran especialmente preocupantes para los científicos. Dichas regiones corrían un grave peligro de sufrir daños o experimentar muertes que tendrían un efecto dominó en los ecosistemas vecinos.

El estudio destaca tres regiones especialmente afectadas por el calentamiento del agua: los arrecifes de coral del Caribe, las praderas marinas de Australia y los bosques de algas de la costa de California.

El calentamiento altera las funciones habituales de estos grandes hábitats ecológicos. Los corales, por ejemplo, experimentan estrés cuando se encuentran en temperaturas más altas que la media. Expulsan sus algas simbióticas y atraviesan un proceso denominado blanqueo de coral, en el que los corales coloridos se vuelven enfermizos y adoptan un marcado color blanco.

Importantes pérdidas

En 2005, Estados Unidos perdió la mitad de sus corales caribeños. En la Gran Barrera de Coral ya han muerto más de la mitad de los corales. Cuando los corales mueren, ya no pueden sustentar a los cientos de peces y otras especies marinas que viven en los arrecifes.

«Ahora, los arrecifes de coral que evolucionaron con solo unas pocas semanas de temperaturas superiores a la media cada década están sufriendo hasta tres meses seguidos de temperaturas extremas cada pocos años», explica el ecólogo Enric Sala, explorador de National Geographic que no participó en el estudio.

«Por ejemplo, las tormentas tropicales generan aún más destrucción porque los arrecifes de coral no pueden seguir creciendo ni proteger las costas de las olas», afirma.

El descenso de la biodiversidad también podría tener consecuencias en la seguridad alimenticia y las economías que dependen del mar. La semana pasada, un estudio publicado en la revista Science determinó que el cambio climático estaba provocando la desaparición de los peces. Las poblaciones mundiales de peces necesarios para el consumo humano en las pesquerías han descendido en torno a un cuatro por ciento. En algunas regiones que sufren tanto calentamiento marino como sobrepesca, dicho descenso es superior al 30 por ciento.

A Smale también le preocupa que la pérdida de regiones fundamentales como arrecifes de coral, lechos de praderas marinas y bosques de algas añada más dióxido de carbono a la atmósfera. Se estima que el océano ha absorbido el 26 por ciento del carbono liberado en la atmósfera en la última década. Todo el carbono que ha absorbido la flora submarina se libera cuando un ecosistema muere.

¿Qué podemos hacer?

«Los sistemas marinos se enfrentan a muchas amenazas, como la contaminación por plástico y la acidificación del océano», explica Smale. «Pero es evidente que los fenómenos de calentamiento extremo pueden provocar cambios abruptos en ecosistemas enteros, con consecuencias generalizadas».

Prevé que los fenómenos de calentamiento seguirán poniendo en peligro el equilibrio de la vida marina en las próximas décadas.

«Debemos abordar la causa final», afirma Katie Matthews, vicedirectora científica de Oceana. «Si no lo hacemos, todo lo que intentemos apenas surtirá efecto».

Añade que, mientras tanto, la gestión pesquera con conciencia climática y la supervisión del calentamiento marino en tiempo real son herramientas que pueden contribuir a minimizar las consecuencias de los fenómenos de calentamiento.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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