Europa ha vivido en 15 años sus cinco veranos más calurosos de los últimos 500 años

Varias partes del continente han acabado junio a 40 grados. ¿Cómo afrontará los años más cálidos que le esperan?

Por Stephen Leahy
Publicado 1 jul 2019, 12:24 CEST
París
El 26 de junio, parisinos y turistas se refrescan en la fuente del Trocadero, al otro lado del río Sena de la Torre Eiffel.
Fotografía de Samuel Boivin NurPhoto/Getty Images

Otra ola de calor mortal ha arrasado Europa esta semana. Las temperaturas de récord han superado los 38 grados en algunas partes de Francia, Alemania, Polonia y España, pero los días más calurosos aún están por venir. Ocurrió lo mismo el año pasado: un calor de récord fue el responsable de 700 muertes en Suecia y más de 250 en Dinamarca, países que nunca habían necesitado aire acondicionado antes de esta nueva era de fenómenos extremos provocados por el cambio climático.

En Europa, los cinco veranos más calurosos en 500 años han tenido lugar en los últimos 15 años, sin contar este verano. Todos han resultado mortales. La ola de calor de 2003 fue la peor y provocó las muertes de más de 70 000 personas; en 2010, fallecieron 56 000 solo en Rusia.

Según explica Michael Mann, de la Universidad del Estado de Pensilvania, estos fenómenos de calor extremo están vinculados a una corriente en chorro más lenta, que bloquea los sistemas meteorológicos en un lugar. El año pasado, Mann fue el coautor de un estudio que vinculaba la ralentización de la corriente en chorro —vientos a gran altura que recorren el planeta de oeste a este— con las sequías sin precedentes, las olas de calor, los incendios forestales y las inundaciones del pasado verano en todo el hemisferio norte. Y es probable que sea la responsable de las escasas lluvias monzónicas en la India y las vastas inundaciones en la región del Medio Oeste de los Estados Unidos de este año.

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«Mis colegas del PIK (Instituto de Investigación de Efectos Climáticos de Potsdam) han verificado que esto es lo que estamos observando ahora mismo en Europa», explicó Mann por email.

Según Dim Coumou, de la Universidad Libre de Ámsterdam y el PIK, la pérdida de la banquisa ártica amplifica el calentamiento en las regiones más septentrionales del planeta, lo que altera los patrones naturales de la corriente en chorro. Los vientos de la corriente en chorro son impulsados por la diferencia térmica entre el aire gélido del Ártico y el aire cálido de los trópicos. El rápido calentamiento del Ártico —este pasado invierno, su cobertura de hielo fue la más baja documentada— reduce esa diferencia térmica y ralentiza la corriente en chorro.

Como un río que transcurre lentamente, una corriente en chorro más lenta forma meandros pronunciados que pueden estancarse durante el verano, a veces durante semanas. Los patrones meteorológicos se estancan con ellos, ya sea en forma de olas de calor o de lluvias torrenciales.

Aunque las temperaturas en Europa no son ni de lejos como las de la India, que atraviesa una ola de calor de un mes —las temperaturas del subcontinente asiático han alcanzado los 51°C—, la mayoría de los europeos, sobre todo los del norte, no están acostumbrados a temperaturas superiores a los 29 grados, por lo que es raro tener aire acondicionado. Por ejemplo, solo se encuentra en menos del cinco por ciento de los hogares franceses y en menos del dos por ciento de los hogares alemanes.

Noches urbanas calurosas

Según Jürgen Kropp, del PIK, la duración de las olas de calor en las ciudades europeas es casi el doble que en zonas suburbanas y rurales circundantes debido al efecto de isla de calor urbana. El hormigón y el asfalto absorben el calor durante el día y lo liberan por la noche, lo que hace que las áreas urbanas sean más cálidas. Según Kropp, si no se reducen significativamente las emisiones de carbono, la cantidad de días que duren las olas de calor en las ciudades se multiplicará por 10 para finales de siglo. «El miércoles fue el día más cálido de junio en Berlín».

Existe un debate real sobre qué hacer ante el aumento del calor. El aire acondicionado aumenta el gasto de energía, lo que incrementará las emisiones de carbono de Alemania y agravará el cambio climático. Según Kropp, la mayoría de los alemanes quieren que se tomen más medidas contra el cambio climático, pero ahora mismo la demanda de unidades de aire acondicionado es alta.

Richard Keller, profesor de historia médica de la Universidad de Wisconsin-Madison, cuenta que Europa ha aprendido de la ola de calor de 2003, que mató a más de 70 000 personas del continente. Este año, la cantidad de víctimas debería ser inferior, según Keller, autor de Fatal Isolation, un libro sobre la ola de calor de 2003 en París, en la que murieron miles de personas. «Francia está mucho mejor preparada, los servicios de emergencia están preparados y la conciencia pública sobre sus peligros es mucho mayor», explicó Keller.

Keller afirma que algunos colegios de Francia cierran, ya que casi ninguno tiene aire acondicionado. Se han colocado zonas para refrescarse y fuentes de agua temporales en áreas urbanas muy frecuentadas, y los parques y las piscinas abren hasta más tarde. En París, se prohíbe la entrada de los coches más antiguos a la ciudad para contrarrestar el hecho de que la ola de calor empeora la contaminación.

La reducción de los niveles de contaminación será un rayo de esperanza para los aficionados del Mundial de fútbol femenino que se congregarán en el estadio Parque de los Príncipes el viernes para asistir al partido entre la selección estadounidense y la francesa.

«El calor no supondrá un problema para las jugadoras», afirmó Keller. «Son deportistas de primera categoría que pueden soportarlo. Son los aficionados los que corren riesgo de sufrir un golpe de calor».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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