¿Qué significa para el planeta la pérdida de hielo «sin precedentes» en Groenlandia?

El casquete glaciar se derrite más rápido ahora que en los últimos 350 años y aumenta el nivel del mar en todo el mundo.

Por Alejandra Borunda
Publicado 12 dic 2018, 17:01 CET
Groenlandia

Unos investigadores analizan el agua de deshielo al borde del casquete glaciar de Groenlandia.

Fotografía de Ginny Catania, Nat Geo Image Collection

Durante unos pocos días en julio de 2012, hacía tanto calor en el Ártico que casi toda la superficie del casquete glaciar de Groenlandia se convirtió en fango.

Hacía un calor tan atípico que, cuando los científicos salieron de sus tiendas en lo alto del pico del casquete glaciar, quedaron hundidos hasta las rodillas en nieve blanda. Y entonces, la nieve empezó a derretirse.

Cerca del borde del casquete glaciar, se acumulaban piscinas de color azul intenso en la superficie blanca plana. Los riachuelos de agua de deshielo se convertían en ríos más grandes que circulaban a borbotones. El agua de deshielo atravesó barrancos y se filtró por las grietas. Un río cerca del borde del casquete glaciar estaba tan lleno que arrastró consigo un puente que llevaba décadas en pie. Aquel año se derramó tanta agua de las entrañas del casquete glaciar que los niveles del mar globales aumentaron más de un milímetro.

El deshielo era alarmante; los científicos nunca habían visto nada parecido. Pero nadie sabía exactamente lo inusual que era aquel fenómeno ni cuánto debían preocuparse. Ahora, los científicos han averiguado que el cálido verano de 2012 culminó 20 años de aumentos sin precedentes de la escorrentía de agua de deshielo en Groenlandia. Y lo que resulta aún más preocupante, descubrieron que la aceleración del deshielo era superior a la velocidad del aumento de las temperaturas del aire. En efecto, 2012 fue un año particularmente malo, pero era solo un adelanto de lo que estaba por llegar.

«El derretimiento del casquete glaciar de Groenlandia es mayor que en cualquier momento de los tres o cuatro últimos siglos, y probablemente en mucho más tiempo», afirma Luke Trusel, investigador de la Universidad Rowan en Nueva Jersey y autor principal del nuevo estudio, publicado en Nature.

Los efectos del deshielo no son solo abstractos: el derretimiento completo de los casquetes glaciares de Groenlandia, de 1.600 metros de grosor, añadiría siete metros más de agua al océano global. De forma que lo que ocurra en los polos le importa a cualquiera que viva cerca de la costa, consuma alimentos que lleguen por un puerto costero o haga escala en un aeropuerto cerca del océano.

Leer el hielo como un libro sobre el pasado

Los científicos ya sabían que Groenlandia se derretía a gran velocidad, ya que rastreaban su superficie menguante desde los satélites. Pero los datos satelitales solo se remontan a principios de los 90, de forma que no podían saber cómo de alarmante era el deshielo. ¿Había ocurrido antes este calentamiento tan espectacular? ¿Cómo de insólito era comparándolo a la época previa a que el cambio climático antropogénico entrara en acción? Nadie lo sabía.

Tenían que averiguar una manera de retroceder en el tiempo, de forma que acudieron a la fuente: el propio casquete glaciar. Se desplegaron por la superficie del hielo y perforaron una serie de testigos que habían registrado señales de la cantidad y la intensidad del derretimiento del casquete glaciar durante los últimos siglos. Las compararon con modelos, lo que les permitió calcular la cantidad de escorrentía que se derivaría del tipo de deshielo superficial registrado en los testigos de hielo.

Groenlandia desde el cielo como nunca antes se ha visto

Y en ambos observaron una señal clara. El deshielo y la escorrentía empezaron a aumentar lentamente cuando las primeras olas de cambio climático antropogénico afectaron al Ártico, a mediados del siglo XIX. Pero el drama real se ha producido en los últimos 20 años; de repente, la intensidad del deshielo se disparó, siendo hasta seis veces mayor que antes de la Revolución Industrial.

«Es como encender un interruptor», afirma Beata Csatho, glacióloga de la Universidad de Buffalo que no formó parte del estudio.

El efecto masa

También quedó claro que la velocidad del deshielo era superior al aumento de las temperaturas. Cuanto más calor, más sensible era el casquete glaciar a dicho calentamiento, sobre todo porque el deshielo en la superficie cambia su color.

«Pensemos en un copo de nieve blanco y esponjoso», explica Trusel. «Al derretirse, se convierte en una masa».

Y las masas absorben más calor del sol que los copos de nieve blancos y esponjosos. Cuanto más calor absorben, más grumosos se vuelven, y más se derriten. «De forma que, aún sin un cambio de temperatura, cuando esto se pone en marcha solo va a derretirse más y más», afirma Trusel.

Esto no presagia nada bueno para el futuro, sobre todo porque las temperaturas del aire en el Ártico aumentan a mayor velocidad que en cualquier otra parte del planeta.

«Lo que observamos ahora no tiene precedentes. Estos incrementos del deshielo son potenciados por el calentamiento, que es provocado por los humanos cuando emitimos gases de efecto invernadero a la atmósfera», afirma Ellyn Enderlin, glacióloga de la Universidad de Maine que no participó en el estudio. «Las reacciones de la Tierra, los controles que tiene, no pueden compensarlo. El sistema no puede ajustarse al ritmo de cambio actual».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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