Los fuegos de Grecia causan un humo sofocante y amenazan el patrimonio histórico

Nos adentramos de primera mano en los intensos incendios forestales que están azotando Atenas y el Peloponeso y que están poniendo en peligro vidas humanas y los restos históricos de la Antigua Grecia

Por Peter Schwartzstein
Publicado 12 ago 2021, 12:42 CEST
Fuego en Afidnas, Grecia

Un bombero y un voluntario intentan apagar un fuego en Afidnas, a más de 30 kilómetros de Atenas, la capital de Grecia, el 6 de agosto de 2021. Las autoridades helenas que muchos de los incendios descontrolados que arrasan el país son provocados.

Fotografía de Marios Lolos, Xinhua/Getty Images

Las primeras de las señales de alarma llegaron sobre el mediodía del jueves 5 de agosto. Nubes de oscuro y espeso humo cubrieron el cielo al sur y al oeste de la colina donde mi pareja y yo habíamos reservado una casa de vacaciones. En pocas horas, un desagradable penacho cubrió lo que hasta momentos antes eran unas idílicas montañas en el Peloponeso. Las patrullas de bomberos empezaron a talar y despejar las laderas cercanas. Para la una de la madrugada, con casi todo el pueblo despierto y escudriñando con ansiedad las cumbres en llamas, el humo era tan denso que nos costaba respirar. Lanzamos nuestro equipaje en el coche, cruzamos el valle e iniciamos un largo viaje nocturno a nuestra casa en Atenas. 

Incluso en la capital griega es imposible escapar de la crisis que está calcinando gran parte del país. Una serie de incendios superpuestos en y en torno al Mone Parnitha, que limita con la ciudad al norte, ha envuelto a Atenas en su propia nube negra. Apenas se puede apreciar el cielo azul. Tampoco hay mucha luz. El Gobierno ha tenido que imponer apagones selectivos en muchos vecindarios después de que las llamas destruyeran algunos puntos clave de la red eléctrica. Un paso más hacía la sensación del fin del mundo, con los coches cruzando a toda velocidad semáforos apagados en las grandes avenidas y los peatones se aferran a las mascarillas de las que acababan de librarse tras el levantamiento de su obligatoriedad con el relajamiento de las medidas anti-COVID.

"Apenas he dormido esta semana", me comenta mi frutero local, con unas enormes ojeras, cuando voy a hacer la compra tras llegar a casa. "Este año es problema, tras problema, tras problema".

Es agosto, el mes en el que muchos atenienses y otros urbanitas se escapan a sus pueblos de origen para un merecido descanso tras meses de un duro confinamiento pandemico, los griegos necesitan un descanso ahora más que nunca. Pero no está saliendo según lo previsto. Un incendio descomunal ya ha engullido el tercio norte de Eubea, la segunda isla griega por tamaño. Muchos otros, incluido el que nos persiguió a toda velocidad mientras salíamos de la península del Peloponeso, se han comido parte del paisaje natural del país más impresionante.

Según afirmó el viceministro de Protección Civil Nikos Jardaliás, en ocho días han tenido que enfrentarse a 586 incendios. Grecia está viviendo una de las peores temporadas de incendios de su historia.

Al igual que ocurre en toda la cuenca del Mediterráneo, en Turquía, Italia o Argelia, donde ya han muerto 70 personas a causas de los incendios, los fuegos que arrasan Grecia parece que, en parte, se ven favorecidos por el cambio climático. Tras vivir una tremenda sequía durante meses y la ola de calor más larga desde los '80, con temperaturas que alcanzaron los 40ºC en el área metropolitana de Atenas durante 10 días seguidos, Grecia era nu polvorín. Solo ha hecho falta unas chispas naturales, descuido humano y un poco de piromanía para encender todo. Con condiciones similares en todo el Mediterráneo Oriental, en Turquía se han disparado y todo apuntan que serán la peor ola de incendios de su historia, en la que ya se han calcinado partes de la mitad de las 81 provincias del país euroasiático.

Los bosques no es lo único amenzado

Pero lo que puede que sea un factor diferencial en Grecia es el impacto que tienen estos fuegos más allá de las zonas afectadas. Un país relativamente pequeño, extremadamente montañoso y con muchos cuellos de botella es fácil ponerlo en jaque. Los incendios de Atenas han cortado la autovía principal que va de norte a sur y que une la capital con Tesalónica. Un fuego cerca de la antigua Olimpia, hogar de los Juegos Olímpicos originales, ha cortado la principal ruta que cruza el Peloponeso. En Eubea, donde la guardia costera ha rescatado a más de 600 personas, el paisaje en tan accidentado y la destrucción tan profunda que el mar es una de las pocas vías de escape que quedan.

Los bomberos luchan contra el fuego al norte de Atenas el 5 de agosto.

Fotografía de Angelos Tzortzinis, picture alliance/Getty Images

Gente embarcando en un ferry mientras las llamas descontroladas se acercan al pueblo costero de Limni, en la isla de Eubea, el 6 de agosto.

Fotografía de NurPhoto, Getty Images

Un flujo constante de alertas de emergencia mantiene a la gente al tanto de todo. "Peligro extremo de incendios en los próximos días. Evite cualquier acción que pueda provocar un fuego. El acceso a áreas forestales está prohibido. Evite viajes innecesarios", avisaba uno de los mensajes que recibí. Decenas de miles de personas han tenido que ser evacuadas de sus casas en la última semana.

Al menos dos personas han muerto, un número que por suerte queda muy lejos de los dejados por los fuegos que arrasaron la costa de la región de Ática, que incluya Atenas, en 2018 y que dejaron más de 100 víctimas mortales. Pero eso puede que minusvalore el impacto amplio de los incendios. Las consecuencias sanitarias puede ser muy severas, con centenares de griegos ingresados por inhalación de humo. Miles han visto como se cancelaban sus turnos para vacunarse de la COVID-19 ya que el Estado ha tenido que cerrar temporalmente algunos centros de vacunación por la amenaza del fuego, todo esto mientras la variante Delta hace subir los casos de COVID-19.

Tras décadas de constante despoblación, que ha reducido a miles de pueblos a comunidades fantasma de casas en ruinas, esto puede ser lo último que necesite la Grecia rural. La simple pérdida de una pequeña porción de tierra agrícola puede ser devastadora para algunos de los pocos griegos que quedan trabajando esa tierra.

Pero lo más importante es que, en un país que se define y depende de su historia (el turismo es vital para la economía Griega), estos incendios están amenazando algunos de los lugares patrimoniales más importantes del país. En una entrevista que le hice este año, el jefe de la nueva Comisión Gubernamental para el Impacto del Cambio Climático en las Antigüedades señaló que los incendios forestales eran la principal amenaza para lugares como Olimpia, que se librado por los pelos de un incendio cercano que se declaró hace unas semanas, algo que no es el primer año que ocurre.

"Los incendios y las inundaciones que empeoran cuando pierdes árboles se convertirán en un problema mayor", comenta Constantinos Cartalis, profesor de la Universidad Nacional y Kapodistríaca de Atenas. "Esto nos debería preocupar a todos".

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    El humo cubre la Acrópolis mientras los incendios arden a unos 30 kilómetros de distancia en torno al monte Parnés, el 5 de agosto.

    Fotografía de Louisa Gouliamaki, AFP/Getty Images

    El verano pasado, un incendio se consiguió controlas justo cuando alcanzaba las murallas exteriores de Micenas, uno de los centros más importantes de la civilización de la Grecia Antigua.

    Sirva cómo medida de la extraordinaria riqueza cultural de Grecia que, mientras huíamos del fuego desde nuestro retiro en el Peloponeso, pasamos por el lago Stimfalía y por Nemea, supuestos escenarios de dos de los trabajos de Hércules, y por más de una docena de yacimientos arqueológicos, todos en menos de media hora. Da igual dónde se origine un incendio en Grecia, seguro que amenaza un importante lugar del patrimonio de la humanidad.

    La tarde que llegamos a Atenas una brisa fresca del oeste por fin atemperó la temperatura, trayendo consigo un pequeño respiro, especialmente para aquellos que se habían quedado sin electricidad. Pero, para los bomberos esto no eran buenas noticias. En lo alto del monte Licabeto, la empinada y arbolada colina del centro de Atenas, vi como la brisa azuzó un nuevo incendio que surgía en un barrio del norte de la ciudad y como traía desde el sur, a través del mar, humo desde el Peloponeso. El cielo se tornó de un color anaranjado.

    Bajo la colina, la normalmente animada y bulliciosa ciudad parecía sedada. Si esto es la nueva normalidad, vamos a tener que hacer mucha adaptación.

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