
El hielo del océano ártico ha entrado en un «espiral descendente» debido al aumento continuado de las temperaturas, afirmaron los científicos en 2008. Muchas especies marinas, como estos narvales que nadan en una bahía de Nunavut (Canadá) dependen del hielo glaciar durante sus ciclos vitales. Los expertos pronostican que el hielo puede desaparecer completamente durante el verano ártico en unas pocas décadas.
Fotografía de Paul NicklenLos osos polares, como éste que salta entre témpanos en Svalbard, en el estrecho de Hinlopen noruego, viven en el hielo ártico y cazan focas y otros mamíferos marinos de gran contenido graso. Pero a medida que el hielo desaparece, varios expertos pronostican que este depredador se extinguirá indefectiblemente en el Ártico antes de 2050.
Fotografía de Ralph Lee HopkinsEl permafrost, el suelo congelado que conforma la espina dorsal de la tundra ártica, se está derritiendo debido al incremento global de las temperaturas. En Alaska, el termómetro puede subir de 1 a 5 grados centígrados antes de 2100. En esta imagen de falso color tomada por el satélite Terra de la NASA, sobre la vertiente norte de Alaska, los colores azul y negro muestran las muchas lagunas de fusión glaciar de la costa, en julio de 2007.
Fotografía cedida por el Goddard Space Flight Center
Los fallos del crío o termokarst ocurren cuando el permafrost, la capa de suelo congelado de las regiones polares de la Tierra, se derrite, se vuelve inestable y emite gases de efecto invernadero a la atmósfera. Aunque esto sucede de forma natural en algunos lugares del Ártico, mucho científicos sospechan que la elevación constante de las temperaturas está causando más de lo normal. Hasta 2003, termokarsts como éste, situado a casi 250 kilómetros al norte del círculo polar ártico, eran fenómenos desconocidos en el norte de Alaska.
Fotografía de Christine Dell'AmoreAgua helada subterránea empuja el suelo hacia arriba en el delta del río Mackenzie de Canadá. La mayor parte de la cuenca está formada por permafrost, la capa de suelo congelado de las regiones polares de la Tierra. La pérdida del permafrost debido al cambio climático en los Territorios del Norte de Canadá puede incrementar los cauces y el flujo de sedimentos a los ríos haciendo que algunas laderas sean más inestables y vulnerables a aludes o deslaves de tierra.
Fotografía de Bernhard Edmaier
Los caribús, como este gran espécimen de gran cornamenta silueteado frente a la aurora boreal de Alaska, se están viendo afectados por el avance del calentamiento global en el círculo polar Ártico. En Groenlandia, los caribús hacen coincidir el nacimiento de sus crías con la floración de la vegetación de la tundra. Pero desde que el cambio climático acelera el crecimiento temprano de las plantas, las crías de caribú que se alimentan de estos tiernos brotes vegetales tienen menos probabilidades de supervivencia.
Fotografía de Alaska Stock Images
Un bosque de piceas muertas cerca de Homer, Alaska, es víctima del diminuto escarabajo que se ha convertido en plaga debido a inviernos menos crudos en el estado. Desde mediados de los 70, cerca de un 50 por ciento, es decir 400.000 hectáreas de piceas adultas de la península de Kenai han sucumbido al escarabajo de la corteza. Las franjas de árboles caídos pueden convertir los bosques de aspiradores actuales a fuentes futuras de carbono, según un estudio elaborado en abril de 2008. Por ejemplo, cuando los árboles muertos se descomponen, liberan dióxido de carbono (un gas de efecto invernadero) a la atmósfera.
Fotografía de Fotografía de Peter Essick y Getty Images
Los incendios forestales son poco comunes en la tundra ya que el «combustible», en forma de arbustos altos y árboles, es escaso. Pero a medida que la temperatura aumenta, arbustos más altos y frondosos se extienden por toda la región, lo que eleva la probabilidad de incendios en años venideros. Los incendios de la Tundra pueden liberar también más carbono orgánico, un gas invernadero actualmente almacenado en el suelo, a la atmósfera.
Fotografía de Jason StuckeyLos esquimales, un pueblo indígena que habita en el Ártico desde tiempos inmemoriales, está viendo con preocupación que su tierra y cultura milenaria sufren alteraciones aceleradas a medida que el cambio climático avanza de forma indetenible. Mientras los hielos disminuyen, también lo hace el número de días disponibles para cazar focas y morsas. Los vientos cambiantes también están reformando las masas de hielo que se han utilizado como referencia durante generaciones, dificultando así la navegación. No obstante, Theo Ikummaq de la provincia Nunavut en Canadá asegura: «Hemos vivido en esta región durante siglos y lo seguiremos haciendo. A medida que el clima cambie, nosotros nos adaptaremos».
Fotografía de Joël Sartore