
Incluso hoy en día la Antártida nos abruma. Convertida en un icono, grabada en nuestra imaginación gracias a las historias de exploraciones heroicas y los trágicos y fatales fracasos del último siglo. La Antártida nos vence desde la distancia, enseñándole humildad incluso a los viajeros más veteranos, más vasta en la realidad de lo que nuestra imaginación puede atreverse a pensar. Relegada a la oscuridad al fondo de nuestros globos terráqueos escolares, nuestro escaso conocimiento no nos prepara para los sorprendentes estallidos de montañosas cordilleras rasgando la cara del cielo de color azul intenso. Los sublimes glaciares e icebergs de color azul y turquesa, y la inimaginable abundancia de vida. De hecho se trata del hogar sin límites de colonias de pingüinos, siempre graciosos pero completamente indiferentes ante los visitantes humanos, eso define básicamente la Antártida como un mundo aparte.
Fotografía emblemática: ¿Además de los pingüinos? Cualquier vista que abarque la enorme escala de la Antártida y sus distancias.
Fotografía de Jim Richardson, National Geographic StockLlena de gracia, belleza y siempre encantadora, Venecia es también un ejemplo de primera mano de la trágica lujuria de la riqueza que lo consume todo, el poder y las ambiciones sórdidas. Que todas estas contradicciones coexistan en un entorno tan suntuoso la convierten, por derecho propio, en un destino sinónimo de experiencias sofisticadas. “Visita Venecia y muere” coloca a la ciudad directamente en todas las listas de lugares que visitar. Para los victorianos la vida no estaba completa de todo, la juventud no estaba adecuadamente superada hasta que Venecia no estaba tachada de la lista. Sin embargo es capaz de superar todos los clichés; nunca pierde el buen gusto, siempre destaca. Hoy, esta ciudad isla que ha perdido su hegemonía es un museo en sí mismo, una cápsula del tiempo a la que no parece que queramos renunciar. Es muy cautivadora.
Fotografía emblemática: Góndolas en el Gran Canal.
Fotografía de Jim RichardsonPedida durante 400 años e invadida por la jungla en las alturas de los Andes, la magia de Machu Pichu fue recuperada después de que el mítico explorador Hiram Bingham la redescubriera en 1911 y la trajese al mundo moderno. Un siglo más tarde es todavía sorprendente, invocando las maravillas de los reyes incas y sus opulentos retiros en las altas montañas, un estupendo santuario envuelto en montañas a su alrededor, profundos valles e incluso remolinos de nubes. Parece incluso que las llamas son capaces de escuchar a sus fantasmas. Las casas de piedra y las avenidas, las plazas y lugares sagrados nos hablan de una vida que está presente todavía pero no se puede ver.
Fotografía emblemática: Desde las terrazas en lo alto, donde Hiram Bingham hizo las fotografías originales para la revista National Geograpic.
Fotografía de Jim RichardsonPocos lugares son capaces de invocar lo intemporal como Stonehenge. El conocimiento preciso de que cada año durante los últimos 5000 años la Tierra, el Sol y Stonehenge estarían alineados de tal forma que los rayos de luz que rozan la Planicie de Salisbury se colasen entre las piedras colocadas verticalmente hace que nuestro sentido de orden cósmico se vuelva loco. Las piedras imponen, fuertes pero delicadas, puestas en su lugar por gente habilidosa a la que apenas podemos ni imaginar. Entonces el momento se desvanece y nos damos cuenta de que nosotros también hemos estado alineados, aunque tan solo unos segundos, con el mismísimo tiempo.
Fotografía emblemática: Los rayos del Sol en intersección con las piedras del monumento.
Fotografía de Jim RichardsonEl Taj Mahal es famoso por su belleza (definitivamente), famoso por ser un símbolo del amor que perdura (puede) y por encima de todo famoso por ser famoso. Incluso si no se tratase de una simetría sublime construida en piedra, o si sus proporciones no estuviesen en elegante consonancia con siglos de construcciones monumentales bajo el dominio de los Mughal en la India central, todavía nos seduciría por su posición en la historia de los viajes. Durante siglos fue el mayor lugar turístico de obligada visita. Se han realizado millones de fotografías desde el mismo punto de vista junto al reflejo en el estanque, todas “perfectas” de la misma forma que el monumento de mármol es perfecto en sí mismo. De alguna manera hacer esa foto es una peregrinación en sí misma, ver con tus propios ojos lo que millones de personas han visto antes.
Fotografía emblemática: En los reflejos del estanque, encuadrando el Taj Mahal entre los minaretes.
Fotografía de Jim RichardsonErguidas en sus inolvidables hileras, las estatuas de la Isla de Pascua, llamadas moai, despiertan los pensamientos de nuestro subconsciente. El santuario de piedra, a la vez irreal y muy reconocible para nosotros, conjura los cultos de nuestros ancestros de la misma forma que los isleños, perdidos en la inmensidad del Pacífico, parecían conjurarlos. Nuestra imaginación fantasea con la soledad: los polinesios hicieron su viaje épico cruzando el inmenso Pacífico hasta esta isla minúscula y nadie les visitó durante casi mil años. Abandonados con su propia imaginación, los isleños inventaron su propia versión de la eternidad. En la oscuridad, bajo la noche estrellada del sur, las descomunales estatuas tienen el poder de cautivar la mente como pocos lugares en la Tierra.
Fotografía emblemática: Tongariki con la gran hilera de moai acechando a las alturas.
Fotografía de Jim RichardsonEl templo de Angkor Wat, alzándose en la jungla de Camboya, es la estructura religiosa más grande de mundo. Pero cerca hay otro templo, Ta Prohm, de menor escala pero que penetra con mayor fuerza en la psique. Aquí las raíces de las higueras que se sitúan sobre la estructura caen en cascada sobre las paredes talladas en la piedra, enmarcando las puertas. Son elementos dependientes entre sí: ni los árboles ni las paredes serían capaces de permanecer en pie los unos sin los otros. Las raíces serpentean alrededor de los símbolos religiosos, formando una imagen parecida a las sinapsis de un ancestral sistema nervioso central, conectando los pensamientos perdidos almacenados en la piedra.
Fotografía emblemática: Las puertas del templo enmarcadas por las raices.
Fotografía de Jim RichardsonEl Serengueti le ofrece una epifanía a la mayoría de visitantes: lo salvaje todavía tiene un lugar en nuestro mundo. En las praderas bañadas por el sol de Tanzania, la vida es sencilla, la cadena alimenticia obvia y nada sentimental, el arte de la supervivencia está presente en el día a día, la amabilidad y la clemencia no tienen relevancia alguna. Las grandes migraciones juntan a todos los actores en un gran drama. Las amplias panorámicas son cualquier cosa menos tranquilas para un león al acecho entre las altas hierbas. Aquí somos intrusos condenados a aceptar nuestra insignificancia. Es al mismo tiempo una cura de humildad y algo reconfortante.
Fotografía emblemática: Vistas simbólicas y formas que evocan emociones primigenias.
Fotografía de Jim RichardsonLas pirámides definen por completo el concepto de icono, su forma triangular es reconocida de inmediato, grabada en nuestro mapa colectivo de la cultura humana, definiendo escenario, tiempo y ethos. ¡Esa silueta! Y así es que durante unos 4500 años han sido la más maravillosa de las maravillas, jugando en una liga aparte, inigualadas en su auténtica audacia, paradigmas del diseño. Y además está la Esfinge, un acertijo que evoca un misterio que no queremos resolver. Siempre al acecho, de algún modo más intrigante cuanto menos conocemos de ella, especialmente seductora en las viejas fotografías en las que estaba enterrada hasta el cuello en las arenas del desierto egipcio. Tumbas de reyes, monumentos a las aspiraciones humanas, todos bajo el abrasador sol de Egipto.
Fotografía emblemática: Explorando sus múltiples alineaciones, desde lejos para solapar las formas, desde cerca para buscar conexiones íntimas.
Fotografía de Jim RichardsonEn las tierras altas de Papúa Nueva Guinea nos encontramos cara a cara con partes de nuestra mente que el mundo moderno ha escondido en lugar profundo. Los Huli Wigmen (y muchas otras gentes y culturas) llevan a cabo tradiciones profundamente enraizadas en el tiempo y en la conciencia, soltando nuestros espíritus internos y (mediante complicados atuendos y magníficos maquillajes) llevarlos puestos con orgullo a sus recitales. La transformación de un pueblo común en apariciones del mundo de los espíritus es sobrecogedora. Mirándoles a la cara nos enfrentamos con nuestra propia naturaleza fracturada sin resolver. Por toda Papúa Nueva Guinea cada grupo muestra con orgullo sus propias identidades y su ser interior.
Fotografía emblemática: Las caras durante los bailes, dando vida a los personajes.
Fotografía de Jim Richardson