
Con ojos del tamaño de alfileres, la víbora del desierto de Namibia (Bitis peringueyi) resulta imposible de avistar para ojos desentrenados. Tímida, pero extremadamente venenosa, es la maestra en el arte del camuflaje.
Fotografía de Thomas Peschak, National Geographic
Las dunas están flanqueadas de un tono verdoso, lo que indica el efímero crecimiento de hierba tras la lluvia: un evento realmente especial en estos lugares.
Fotografía de Thomas Peschak, National Geographic
Una araña dama blanca (Leucorchestris arenicola) aparenta bailar sobre la arena como forma de defenderse de los depredadores o de quienes compiten con ella por las presas. Las damas blanca macho normalmente recorren el desierto por la noche.
Fotografía de Thomas Peschak, National Geographic
Midiendo solo entre 20 y 25 centímetros, la víbora del desierto de Namibia o víbora de Peringuey se prepara para ascender una duna en el Parque Namib-Naukluft.
Fotografía de Thomas Peschak, National Geographic
Algo tan sutil como una tormenta de arena es un recordatorio de que los paisajes no son estáticos. Están en un estado constante de cambio.
Fotografía de Thomas Peschak, National Geographic
El Parque Nacional de Namib-Naukluft de Namibia está lleno de raras y hermosas criaturas. Uno de los personajes más peculiares y carismáticos es el camaleón namaquensis, al que aquí vemos cambiando su piel.
Fotografía de Thomas Peschak, National Geographic
Los fuertes vientos del atlántico recorren la costa de Namibia y recomponen el paisaje a cada minuto.
Fotografía de Thomas Peschak, National Geographic
Los escarabajos de la subfamilia Tenebrioninae son «granjeros» de la niebla. Debido a la escasa humedad que encuentran en el desierto del Namib, estos animales han desarrollado adaptaciones para sobrevivir en condiciones desérticas.
Fotografía de Thomas Peschak, National Geographic
Los salares en la bahía Walvis, en Namibia proporcionan aproximadamente el 90% de los suministros de sal de Sudáfrica. Los tipos de algas y zooplancton que crecen en los salares determinan la variedad de colores que observamos aquí.
Fotografía de Thomas Peschak, National Geographic
El desierto más antiguo del mundo se une con el océano Atlántico en el Lange Wand o «muro largo» en Namibia. Esta misma costa estuvo unida a las costas de Sudamérica hace más de 500 millones de años. Algunas de las dunas en esta franja pueden llegar a medir 150 metros de alto.
Fotografía de Thomas Peschak, National Geographic
Un pelícano común (Pelecanus onocrotalus) se sumerge en busca de restos de peces en las costas de la bahía Walvis, en Namibia. Esta especie suele congregarse en torno a los puertos y los barcos de pesca.
Fotografía de Thomas Peschak, National Geographic
Un pingüino de El Cabo (Spheniscus demersus), también conocido como pingüino africano o de anteojos, en primer plano sobre un acantilado en Mercurio, una isla deshabitada frente a las costas de Namibia. La isla Mercurio ha sido nombrada área importante para la conservación de las aves (AICA).
Fotografía de Thomas Peschak, National Geographic
Los pingüinos africanos procuran alimento cerca de sus colonias en las islas de Namibia, como la isla Mercurio, cuando crían a sus polluelos.
Fotografía de Thomas Peschak, National Geographic
El desierto más antiguo del mundo se une con el frío océano atlántico en Sandwich Harbour, en Namibia.
Fotografía de Thomas Peschak, National Geographic
Un delfín de Heaviside (Cephalorhynchus heavisidii) inspecciona un barco en la costa de los Diamantes de Namibia.
Fotografía de Thomas Peschak, National Geographic
Un pingüino africano en busca de peces. Esta especie se puede encontrar a lo largo de las costas de Namibia y Sudáfrica.
Fotografía de Thomas Peschak, National Geographic
Un curioso delfín de Heaviside salta en el agua siguiendo el ritmo del barco en las costas de Luderitz, en Namibia.
Fotografía de Thomas Peschak, National Geographic
Un chacal de lomo negro (Canis mesomelas) trota despreocupadamente entre un grupo de leones marinos en la costa de los Esqueletos en Namibia. Durante la temporada de cría nacen muchos cachorros, pero no todos llegan a la edad adulta.
Fotografía de Thomas Peschak, National Geographic
La colonia del cabo Cross en la costa de los Esqueletos de Namibia es la mayor colonia de cría de lobos marinos de El Cabo del mundo con más de 200.000 de estos animales.
Fotografía de Thomas Peschak, National Geographic
Un chacal de lomo negro bosteza en la costa de los Esqueletos de Namibia, cerca de la saludable población de lobos marinos de El Cabo, en el cabo Cross.
Fotografía de Thomas Peschak, National Geographic
En ocasiones, las suricatas jóvenes que viven en el desierto son atrapadas y vendidas como mascotas en puestos de carretera. Las suricatas no sobreviven bien en cautividad, y este santuario para suricatas es una especie de residencia de transición para las que han sido mascotas.
Fotografía de Thomas Peschak, National Geographic
Las suricatas, un tipo de mangosta, tienen una dieta variada que incluye fruta, insectos e incluso aves. Esta suricata en particular se está comiendo una hormiga león.
Fotografía de Thomas Peschak, National Geographic
Cuesta creer que este pequeño y peludo damán de El Cabo, también conocido como damán roquero (Procavia capensis), sea un primo lejano del elefante.
Fotografía de Thomas Peschak, National Geographic
Una planta Welwitschia hembra en el desierto del Namib. La Welwitschia mirabilis, que se parece a una extraña criatura de otro planeta, es una de las plantas más longevas que existen.
Fotografía de Thomas Peschak, National Geographic
El liquen del desierto del Namib es una de las especies más coloridas y resistentes a la sequía de Namibia. Las investigaciones señalan que este liquen es resultado de una relación entre un hongo y un alga.
Fotografía de Thomas Peschak, National Geographic
Namibia es un país caracterizado por sus vastos espacios abiertos. En una superficie superior a la del estado de Texas, alberga una población de solamente 2,5 millones de habitantes.
Fotografía de Thomas Peschak, National Geographic