La caza de aligátores en Florida: un negocio que atrae a delincuentes
Por Rene Ebersole
Publicado 16 nov 2017, 13:03 CET, Actualizado 22 abr 2021, 20:58 CEST

Un camión frigorífico que contiene más de una docena de aligátores muertos sirve como almacén temporal hasta que los animales sean procesados.
Fotografía de Kirsten Luce, National GeographicEn las instalaciones de procesamiento, se limpia, se corta, se deshuesa y se despelleja a los animales. La carne se corta y se vende a restaurantes.
Fotografía de Kirsten Luce, National GeographicUn curtidor agujerea la piel para proteger el cuero exterior en las etapas siguientes del proceso de curtido.
Fotografía de Kirsten Luce, National GeographicTras las primeras etapas del curtido, las pieles etiquetadas se empaquetan antes de someterlas a más tratamientos con tintes y productos químicos para hacerlas más flexibles.
Fotografía de Kirsten Luce, National GeographicEn Sebring Custom Tanning, los trabajadores tratan las pieles de aligátor con lima, creando una tonalidad blanca verdosa y una textura cerosa parecida a la de la goma en esta primera etapa del curtido.
Fotografía de Kirsten Luce, National GeographicEste año, más de 14.000 personas han solicitado unos 6.000 permisos para cazar dos aligátores. Cada titular debe comprar dos etiquetas para poder seguir a los aligátores desde el pantano hasta el mercado. Parte de los beneficios de la caza se destinan a la investigación y la gestión de los animales, así como a los esfuerzos policiales.
Fotografía de Kirsten Luce, National GeographicEste aligátor que yace en la parte trasera de una camioneta medía aproximadamente 2,4 metros de largo, del hocico a la cola. El récord de longitud de un aligátor lo ostenta un macho atrapado en 2010 que medía 4,35 metros.
Fotografía de Kirsten Luce, National GeographicUn taxidermista de Florida Trophy Gators retoca a un aligátor en una pose de camarero.
Fotografía de Kirsten Luce, National GeographicAlgunos clientes quieren que los aligátores trofeo tengan una pose más natural.
Fotografía de Kirsten Luce, National Geographic