Este es el último miembro superviviente de la primera expedición que encumbró el Everest

Este sherpa de 86 años ha visto cómo cambiaba el turismo al pie de la montaña más alta del planeta.

Por Freddie Wilkinson
Publicado 10 may 2019, 13:47 CEST
Kanchha Sherpa
La expedición británica al Everest de 1953 hizo historia cuando Edmund Hillary (fila trasera, quinto por la izquierda) y Tenzing Norgay (fila trasera, séptimo por la izquierda) logró la primera cumbre confirmada del pico el 29 de mayo. A todos los sobrevivió Kanchha Sherpa (segundo por la derecha, última fila sentada), el último miembro vivo de la expedición.
Fotografía de Alfred Gregory, Royal Geographical Society/Getty Images

La historia de la conquista del Everest de Tenzing Norgay y Edmund Hillary se ha convertido en leyenda. Pero la emoción e ilusión de esos días embriagadores de hace 66 años y los cambios colosales que trajeron consigo a las comunidades al pie de la montaña han quedado grabados en la memoria de un hombre: Kanchha Sherpa, el último superviviente del equipo de sherpas de la expedición británica de 1953.

«Entonces, todo era diferente», cuenta Kanchha, un abuelo de 86 años con gafas, piel arrugada y ojos brillantes. «La ropa, el equipo no eran para nada como el actual, y solo se podía cocinar con queroseno». Kanchha hace una pausa para tocarse la chaqueta polar sobre la que lleva un collar de cuentas de oración.

Aunque Kanchha no tenía experiencia en alpinismo cuando Norgay le pidió que participase en la expedición de 1953, siguió trabajando como porteador a gran altitud hasta 1973, cuando su mujer lo convenció para que cambiara a un tipo de trabajo menos peligroso. Ahora son dueños de un albergue en Namche Bazaar, Nepal. También ha puesto en marcha una fundación para preservar la cultura sherpa.
Fotografía de Freddie Wilkinson, National Geographic

Kanchha ha vivido durante toda su vida en Namche Bazaar, el principal centro comercial de la región de Khumbu. Hace un siglo, era una aldea pobre de unos 1.500 habitantes, pero en la actualidad es descrita como centro de la vida sherpa. Los albergues de cuatro plantas destacan sobre estrechos caminos de piedra llenos de senderistas que pasean entre cibercafés, tiendas de recuerdos y cafeterías. Decenas de miles de turistas internacionales visitan el valle de Khumbu cada año y, por lo general, los residentes de Namche han prosperado.

Dista mucho de la vida empobrecida en la que nació Kanchha. «No teníamos dinero y muy poca comida», recuerda, hablando en una mezcla de sherpa, nepalí e inglés en su habitación, en el piso superior del albergue Nirvana Home, el negocio familiar que fundaron su mujer y él. Las paredes están decoradas con viejas fotografías y recuerdos de sus tiempos jóvenes, como una nota escrita por Hillary. «Algunas personas tenían patatas, pero otras no tenían patatas», recuerda Kanchha, explicando que muchos sherpas recurrían a los bosques para buscar comida, como setas y plantas silvestres.

De niño, Kanchha no era consciente de que el Chomolungma, la gran montaña al principio del valle, era la más alta del mundo. Eso cambió en 1953, cuando los suizos llevaron a cabo dos expediciones para escalar lo que los occidentales denominaban Everest. Kanchha, que entonces tenía 19 años, presenció el paso de los equipos por Namche en camino a la montaña y vio a Tenzing Norgay, el carismático sirdar (jefe) de los porteadores a gran altitud.

«Tenzing era como un rey, un hombre importantísimo», dice Kanchha. Entonces, Norgay estaba en la treintena y se había labrado una reputación como uno de los mejores guías indígenas del Himalaya. Ese mismo año, Kanchha transportaba una pesada cesta por el camino bajo Namche cuando se encontró a tres sherpas vestidos con ropa de estilo occidental. «Les pregunté: “¿De dónde habéis sacado el dinero para comprar esa chaqueta?”» , cuenta Kanchha. «Y me dice: “En Darjeeling, trabajando para Tenzing Norgay”». Entonces, Kanchha decidió irse a Darjeeling.

Tardó cuatro días en llegar a pie a la ciudad fronteriza del norte de la India, y Kanchha y sus dos amigos llegaron a la casa de Norgay mucho después del anochecer. «Tenzig se acercó a la ventana y nos preguntó: “¿Cómo se llamaban vuestros padres”». Norgay conocía al padre de Kanchha y lo invitó a entrar, pero dijo a los dos amigos de Kanchha que buscasen trabajo en otra parte.

Norgay compró a Kanchha ropa nueva y, durante tres meses, Kanchha trabajó en su casa: transportaba agua, hacía la colada y ayudaba en la cocina. «Entonces, Tenzing me dijo: “Kanchha, vamos a Katmandú y después al Chomolungma”».

Aunque Kanchha no tenía experiencia en alpinismo, le emocionaba tener un trabajo. El salario, cinco rupias al día, era el cuádruple de lo que ganaba transportando agua a baja altitud por el Khumbu. En Katmandú, se reunieron con los británicos. Era la primera vez que Kanchha veía occidentales. «El inglés tenía ojos redondos, pelo amarillo y Hillary... ¡era altísimo!».

En el Everest, los sherpas más experimentados enseñaron a Kanchha a caminar con crampones y emplear un piolet. «La cascada de hielo daba miedo, pero llevamos troncos para atravesar las grandes grietas», afirma, sacudiendo la cabeza sonriente.

Kanchha, como la gran mayoría de sherpas, escalaba el Everest a cambio de una recompensa financiera, no por la satisfacción personal. Para el equipo de sherpas de 1953, el mayor premio sería transportar una carga al collado Sur, tarea a cambio de la cual los británicos habían prometido un extra de 300 rupias. Fue una acción estratégica de John Hunt, líder de la expedición, que sabía que un depósito abundante de tanques de oxígeno y otros suministros en el collado Sur serían fundamentales para el éxito de la expedición.

La noche del 21 de mayo de 1953, Kanchha se hallaba hacinado en varias tiendas con otros 13 sherpas y tres sahibs —occidentales— en el campamento siete, en lo alto de la ladera de Lhotse y a un día de escalada desde el collado Sur. Ese día se había programado que un grupo de sherpas escalase el collado Sur, pero aquella mañana les daba demasiado miedo abandonar el campamento. Al percibir el desastre, Norgay y Hillary subieron rápidamente por la montaña para persuadir a los hombres cansados.

Kanchha aún recuerda el tenaz liderazgo de Norgay. «Nos preparó un té y nos dio algo de comer. Los pies de algunos sherpas estaban fríos, así que los frotó para calentárselos... Tenzing era un hombre muy fuerte, pero también amable con sus trabajadores».

Al día siguiente, Kanchha siguió los pasos de Hillary y Norgay hasta el collado Sur y depositó el equipo de más de 22 kilos al paso arrasado por el viento.

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    Hillary y Norgay en la cordillera sudeste del Everest a punto de salir hacia el collado Sur un día antes de llegar a la cima. Volverían a este lugar a casi 7.900 metros durante el descenso y encontraron suministros fundamentales que había dejado un grupo de sherpas, entre ellos Kanchha.
    Fotografía de Alfred Gregory, Royal Geographical Society/Getty Images

    Cuando Hillary y Tenzing llegaron a la cima, Kanchha se encontraba en el campamento dos. «No había radio, así que solo esperamos y esperamos. Cuando descendieron, todos los abrazaron y vitorearon». Hay algo que ha quedado grabado en su mente: la cantidad de comida que dejó la expedición en la montaña. «Abandonamos tanta comida en el campamento dos, muchas galletas, mucha carne enlatada, mucho té y dulces...».

    Kanchha siguió trabajando como porteador a gran altitud hasta 1973, cuando su mujer lo convenció para que dejara ese peligroso oficio. En los últimos años, Kanchha se ha convertido en una especie de celebridad local. Ha organizado un programa de charlas para turistas en Namche, «Story Time with Kanchha», que apareció en un corto patrocinado por Google. También contribuyó a poner en marcha una fundación en su nombre, dedicada a proporcionar oportunidades educativas y preservar la cultura sherpa. Uno de sus ocho nietos, Tenzing Chogyal Sherpa, ha obtenido un máster en glaciología y actualmente estudia el cambio climático como miembro de la Expedición Everest 2019 de National Geographic.

    «El turismo ha sido bueno para los sherpas... pero es malo para los dioses», afirma Kanchha con risa sarcástica y burlona. Hace leves gestos hacia las hileras de turistas y las enormes montañas que se disponen bajo su ventana.

    «De niño, había muchos centímetros de nieve en invierno. Ahora, las cumbres están negras. Eso no es bueno».

    Nota: El escritor Freddie Wilkinson informa desde el campamento base del Everes en Nepal y la región circundante.
    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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