Esta localidad de Costa Rica se enfrenta a una crisis de ecoturismo

Con el cierre de su famosa Reserva Biológica del Bosque Nuboso, Monteverde lucha por sobrevivir.

Por Reena Shah
fotografías de Mauricio Valverde Arce
Publicado 6 may 2020, 13:37 CEST
Monteverde

Los bosques de Monteverde, en Costa Rica, atraen a miles de amantes de la naturaleza que esperan observar especies que solo se encuentran en esa zona. Pero este año la pandemia de coronavirus ha impedido las visitas.

Fotografía de Gaile Juknyte, EyeEm/ Getty Images

A principios de marzo, los miradores de Monteverde, en Costa Rica, estaban atestados de turistas al atardecer. Esta comunidad de unos 6000 residentes es un foco del ecoturismo y, según muchos, 2020 iba a ser un gran año.

Ahora, la cinta policial envuelve los bancos de madera recién instalados y todos los lugares turísticos, incluso la famosa Reserva Biológica del Bosque Nuboso, están cerrados. Los restaurantes se repliegan y los alojamientos, de los hostales para mochileros a los Airbnb, están vacíos. Reina un silencio que solo interrumpen los cantos de las aves. Es tan tranquilizador como perturbador, el sonido de la ausencia indefinida.

Santa Elena, la aldea que sirve a la zona circundante de Monteverde, suele estar llena de visitantes que van de los hostales para mochileros a los restaurantes y los puntos de interés turístico, como el Serpentario (dcha.). Ahora, las calles están vacías.

Fotografía de Mauricio Valverde Arce

Aunque Monteverde no tiene casos confirmados, las dificultades que ha traído consigo la pandemia han sido inmediatas y alarmantes. El turismo es uno de los principales motores económicos de Costa Rica; en 2019, representaba en torno a un ocho o un nueve por ciento del PIB del país, según Luis Jara, portavoz de la Junta de Turismo de Costa Rica. En lugares como Monteverde, es el único motor.

En 2019, la región, que está a tres horas en coche de la capital, atrajo a unos 250 000 visitantes, la mayoría de Estados Unidos, Canadá y Europa. Los observadores de aves, los amantes de las ecoaventuras (los lugareños sostienen que las tirolinas se inventaron allí) y los estudiantes extranjeros acuden para experimentar lo que el New York Times describió como una «peregrinación a la naturaleza».

En este bosque montañoso sobrenatural, los visitantes encuentran uno de los lugares más biodiversos del planeta y uno de los pocos ecosistemas de este tipo que quedan en el mundo. Las copas de los árboles envueltas en niebla albergan a más de 400 especies de aves (casi la mitad de todas las especies de Costa Rica), así como a la mayor cantidad de especies de orquídeas y una variedad de árboles asombrosa. Los amantes de la naturaleza vienen a ver plantas y animales que no se encuentra en ningún otro lugar de la Tierra.

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    Las bolsas de basura tapan un rótulo que señaliza la Catarata de Murciélagos, lo que indica que la reserva, inaugurada en 2018, está cerrada.

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    La abrupta desaparición de los visitantes ha dejado a la mayoría de los hogares sin ingresos estables. «No es como la temporada baja. Durante la temporada baja, sabes que llegará la temporada alta. Esto es un parón total sin final a la vista», explica David Rodríguez, guía y biólogo que volvió de dirigir una excursión de observación de aves el 18 de marzo, el día que Costa Rica cerró sus fronteras. Todas las reservas futuras se han cancelado.

    A 5 de mayo, Costa Rica, que tiene cinco millones de habitantes, había confirmado un total de 739 casos y seis muertes y los casos activos presentaban una tendencia a la baja. Muchos expresan una aprobación cautelosa de la veloz respuesta del gobierno. El presidente Carlos Alvarado Quesada declaró el estado de emergencia el 16 de marzo y cerró escuelas, playas, parques nacionales y fronteras mientras los casos del virus aún figuraban en los dos dígitos.

    Pero hasta después del fin de estas medidas, es probable que los negocios sientan las secuelas económicas durante un tiempo. «El turismo solo regresará gota a gota», explica Heidy Pérez Bravo, directora de la Cámara de Turismo de Monteverde. «Ahora tenemos demasiada infraestructura turística. Nada volverá a estar al completo durante un tiempo».

    David Rodríguez (34) es un guía de observación de aves y biólogo que preveía una temporada alta ajetreada en marzo y abril. Debido a la pandemia, se han cancelado todas sus excursiones y no sabe cuándo volverá a trabajar.

    Fotografía de Mauricio Valverde Arce

    Es una realidad difícil de aceptar, ya que en los últimos años ha habido un auge muy esperado después de que el turismo se hundiera durante la recesión de 2008. El sector creció un cuatro por ciento el año pasado y según las proyecciones para 2020, iba a superar ese crecimiento. «El turismo fue el segmento más dinámico de la economía hasta hace un mes. El camino hacia la recuperación será aún más largo que el de después de 2008», afirma Gerardo Corrales, experto en economía y profesor de la Universidad LEAD de Costa Rica.

    La crisis es un arma de doble filo para residentes como Laura Mora, la cocinera de La Cuchara de la Abuela, una soda (un restaurante pequeño) muy popular. «Me da miedo que no vuelvan los turistas y también que vuelvan y traigan el virus aquí», explica. Un brote en Monteverde resultaría desastroso para las instalaciones sanitarias básicas de la comunidad, que para la mayoría de habitantes que no pueden permitirse médicos privados consisten en una pequeña clínica estatal sin unidad de cuidados intensivos.

    El 10 de abril, para aliviar parte de la presión económica, el gobierno central puso en marcha el Bono Proteger, un programa que proporciona 220 dólares al mes (durante tres meses) a personas que hayan perdido ingresos debido a la pandemia; la financiación equivale a aproximadamente un tercio o la mitad de los salarios medios de Monteverde. En una semana, lo solicitaron más de 400 000 personas. Pero «en lugares como Monteverde, donde el turismo es la economía, tres meses de subsidios no serán suficientes. Será solo el principio [de lo que necesitará la gente]», afirma David Landergren Castro, consultor financiero especializado en pequeñas y medianas empresas de Costa Rica.

    «Al final, los subsidios se agotarán y aún tendremos dificultades. Cuando podamos volver a viajar, necesitaremos concentrarnos en comprar productos locales y compartir los recursos», prevé Shannon Smith, dueña de Taco Taco, un restaurante que suele llenarse de clientes en esta época del año.

    Centrarse en lo local

    Algunas de estas iniciativas ya están en marcha. Los grupos de WhatsApp están inundados de productos de elaboración y cultivo local, ya que la agricultura a pequeña escala, que antes era una forma de vida, se ha convertido una herramienta de supervivencia. Justo antes del confinamiento, a la ferretería Las Chutas se le agotaron todas las semillas salvo las de frijoles y cilantro, ya que los residentes las compraron para crear sus propias huertas.

    En el Belmar Hotel, un negocio familiar de 35 años y el alojamiento más lujoso de la montaña, solo sigue abierto el huerto orgánico. La dirección ha tenido que despedir a buena parte de los 75 empleados del hotel y espera generar ingresos expandiendo el huerto para vender los productos a la comunidad.

    La Cruz Roja de Santa Elena es un pequeño puesto que apoya la clínica estatal de Monteverde proporcionando atención médica básica y de urgencia.

    Fotografía de Mauricio Valverde Arce

    «Tenemos unos pocos meses de reserva para pagar a los trabajadores esenciales, como los de mantenimiento y seguridad, así que somos afortunados. Pero nunca hemos vivido una situación de cero ingresos», afirma Pedro Belmar, director general del hotel.

    Al igual que el Belmar, las granjas están buscando lugares donde vender sus productos. En las últimas dos semanas, los líderes comunitarios han puesto en marcha Econexiones, una plataforma virtual dedicada a organizar y promocionar artículos hechos en Monteverde. Se trata de una iniciativa para garantizar que el poco dinero que gaste la gente circule por la montaña y que no haya varias granjas diferentes que ofrezcan albahaca y lechuga. «Estamos ayudando a los productores locales, que abastecen a los restaurantes y los hoteles, a que satisfagan las necesidades de la comunidad», afirma Selena Avendaño, supervisora de iniciativas comunitarias en el Instituto Monteverde, una organización local sin ánimo de lucro que fomenta la sostenibilidad, y coordinadora de Econexiones. «Intentamos mover la parte de la economía que debería seguir moviéndose: la comida».

    Volver a empezar, otra vez

    Muchos afirman que la crisis actual pone de manifiesto una situación de excesiva dependencia del turismo. «Hace 30 años, Monteverde era mayoritariamente granjas lecheras fundadas por los cuáqueros», explica José Luis Vargas, autóctono de Monteverde y cofundador de Life Monteverde, una cooperativa de café sostenible. «Por aquel entonces, teníamos un grupo y trabajábamos en un proyecto llamado Monteverde 2020 para diversificar la economía, centrándonos en la conservación y el ecoturismo». La idea era que el turismo proporcionara una iniciativa a la ganadería lechera. Ahora, el colapso del sector obliga a intervenir de nuevo.

    Un puente colgante en el Parque Selvatura en 2012. Normalmente, el parque (que está cerrado) ofrece excursiones en tirolina por las copas de los árboles. Tiene un cable «Supermán» de un kilómetro, muy popular entre los turistas.

    Fotografía de Mauricio Valverde Arce

    Empezar de cero es una expresión familiar para algunas personas. Oscar Chacón y Ángela Acuña se trasladaron a Monteverde desde Venezuela para huir de la inestabilidad económica y política del país. En los últimos 20 años, han reanudado sus vidas media docena de veces. Chacón llegó a Costa Rica en 2018 con 70 dólares en el bolsillo y el pasado diciembre Acuña y él abrieron el Zucarro Café.

    Cuando el país decretó el estado de alarma, la pareja se adaptó enseguida: redujo la producción de la cafetería un 80 por ciento y distribuyó pan a los supermercados. «Mi experiencia en Venezuela me preparó para esta crisis. Puedo ponerme los guantes y luchar. A pesar de todo, lo llevamos día a día», cuenta Acuña.

    Por ahora, permanecen abiertos. «Tenemos pocos productos, pero son frescos. No somos solo una cafetería para turistas», cuenta Chacón mientras se echa desinfectante en las manos. «Si podemos proveer a la comunidad, la comunidad proveerá».

    Reena Shah es editora y escritora en Costa Rica. Ha escrito para The American Prospect, Third Coast, Writer’s Digest y Chalkbeat, entre otras publicaciones.
    Mauricio Valverde Arce es un fotógrafo nacido y criado en Costa Rica. Su obra documenta la antropología cultural y el mundo natural, y es experto en la fotografía macro. Síguelo en Instagram y Facebook.
    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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