¿Cuál es el secreto de la magia narrativa de Dublín?

La ciudad irlandesa, que empezó a reabrir en junio, rinde homenaje a sus héroes literarios.

Por Pól Ó Conghaile
Publicado 20 ago 2020, 12:07 CEST
Puente Ha’penny

El puente Ha’penny fue la primera vía peatonal para cruzar el río Liffey en Dublín.

Fotografía de Chris Hill, National Geographic Image Collection

Se dice que Dublín es un lugar donde todo el mundo lleva una novela dentro, solo tienen que ir a casa y escribirla.

Dividida en dos por el río Liffey (con una interesante rivalidad entre el lado norte y el sur), la capital irlandesa está plagada de cuentos y de una rica historia literaria. Ya por el 800 d.C., los monjes transcribían la Biblia en manuscritos; uno de los más famosos, el Libro de Kells, se encuentra en la biblioteca del Trinity College. Siglos después, James Joyce escribiría la novela Ulysses, que sigue al protagonista Leopold Bloom, un hombre común cuyas andanzas cotidianas por Dublín se hacen eco de La Odisea de Homero.

Aunque transcurrirían décadas hasta que la Irlanda conservadora del siglo XX aceptara Ulysses y a su autor, en la actualidad dublineses y aficionados a la literatura de todo el mundo se congregan el 16 de junio —el mismo día en que tiene lugar la novela— para celebrar el Bloomsday. El festival, inaugurado en 1954, conmemora a Joyce y su novela con narraciones, disfraces de la época victoriana y otros espectáculos.

Debido a la pandemia, el festival de este año fue diferente y transcurrió principalmente de forma virtual. Pero la historia continúa. "Seremos como Molly y nos quedaremos en casa, pero también podemos ser como Leopold Bloom y crear una odisea única para el Bloomsday", escribe Darnia Gallagher, del Centro Cultural James Joyce, en la página web del festival.

Irlanda instauró un confinamiento estricto debido a la COVID-19, pero ha vuelto poco a poco a la normalidad. Los comercios y las empresas de Dublín empezaron a reabrir con medidas de distanciamiento social en junio y los hoteles y restaurantes lo harían el 29 de junio. El 20 de julio reabrieron los bares.

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    La biblioteca del Trinity College alberga más de 200.000 textos, entre ellos el célebre Libro de Kells, un manuscrito de evangelios del siglo IX.

    Fotografía de Kieran Dodds

    Yo nací en Dublín. Trabajo aquí. He vivido aquí. Maldigo su gris invernal y su desarrollo desequilibrado, su tráfico asfixiante y sus altísimos alquileres. Pero me encanta y no veo la hora de volver.

    Las conversaciones se escriben solas

    La narrativa está en el ADN de Dublín. El mundo lo sabe todo sobre dublineses célebres —George Bernard Shaw, William Butler Yeats y Samuel Beckett— que han sido galardonados con el Nobel de Literatura. Pero la magia narrativa de al ciudad yace tanto en sus espacios como en sus rostros. Eso te dirá Joe Landy.

    Conoce a algunos de los personajes que forman la rica historia de Dublín.

    Fotografía de Kieran Dodds

    Conoce a algunos de los personajes que forman la rica historia de Dublín.

    Fotografía de Kieran Dodds

    Hace no mucho, en una de mis visitas, concerté una cita con un granjero jubilado que trabaja como voluntario en la iniciativa "City of a Thousand Welcomes" del Pequeño Museo de Historia de Dublín en el bar Porterhouse. Aunque por ahora su trabajo está en pausa, los embajadores como Landy llevan a los turistas a tomar una pinta o una taza de té para responder sus preguntas ("¿Qué pasó exactamente en 1916?") y charlar.

    "Estaba con una pareja y el chico me dijo: 'Quiero jubilarme en este país'", me contó Landy. "Le dije: '¿Has pasado un invierno aquí?'. Él me dijo que sí, pero que no tenía nada que ver con el tiempo. Le dije: 'Entonces, ¿con qué?'".

    El popular Temple Bar, situado en su distrito homónimo, que según el autor es “como un mini Times Square.”

    Fotografía de Bernd Jonkmanns, Laif, Redux

    "Me dijo: 'La gente'".

    Mi encuentro con Landy me recordó el eslogan de una de las camisetas del museo: "Dublín: el pueblo más grande de Europa". Es cierto. Mis paseos me han llevado de plazas georgianas a las sedes europeas de Facebook y Google, pero las calles siempre me resultan tan familiares y superpuestas como las líneas de mi mano. En esta ciudad viven casi 1,3 millones de personas, pero siempre me encuentro con algún conocido.

    Eso es precisamente lo que me pasó antes de reunirme con Landy. Mientras iba desde la estación de tren hacia el centro, una ruta que he recorrido mil veces, me topé con un colega. Estaba de buen humor, ataviado con una cartera de cuero que colgaba sobre una camiseta rosa, zapatillas naranjas y pantalones cortos caqui.

    El pueblo costero de Howth, a solo 25 minutos en tren DART desde la capital, ofrece a los dublineses brisa marina, paseos por los acantilados y marisco fresco.

    Fotografía de Kieran Dodds

    "Los demás están en la terraza de Kehoes si quieres pasarte a tomar una pinta", dijo.

    Eran las 16:30 de un miércoles. Me tentó mucho. En el pasado no me lo habría pensado dos veces. Kehoes, un laberinto de reservados, bares y salones en una casa victoriana, es como la madriguera de un conejo. Si bajas, nunca sabes cuándo vas a volver a salir. Pero tenía trabajo.

    "Sorry", dije, dejándolo para otro día.

    "You're grand", me contestó.

    Las personas de menos de 25 años representan un tercio de la población de Irlanda, por eso la energía juvenil es el combustible de las zonas de compras, restaurantes y entretenimiento de Dublín.

    Fotografía de Kieran Dodds

    Las personas de menos de 25 años representan un tercio de la población de Irlanda, por eso la energía juvenil es el combustible de las zonas de compras, restaurantes y entretenimiento de Dublín.

    Fotografía de Kieran Dodds

    Grand. La sal y la pimienta de nuestras frases. Seguí mi camino mientras pensaba en la maleabilidad del inglés irlandés. En Irlanda, sorry puede significar "perdone", "¿puede prestarme atención" o, de vez en cuando, "lo siento". Grand significa "vale", "no está mal" o "no pasa nada" (no significa "grande" ni "magnífico").

    Aquí no vamos a lo directo. Ni lo literal. Damos rodeos, no pasamos a través de los temas. Los cumplidos nos avergüenzan. Nos gustan los insultos casuales pero devastadores ("es de huesos anchos"). Conducimos el inglés como si lo hubiéramos robado.

    El whiskey artesanal está en auge en lugares de la ciudad como Teeling Distillery.

    Fotografía de Kieran Dodds

    Hay un saludo dublinés estándar: "What's the story?". No hay que responder. Puedes devolver el mismo saludo o puedes empezar a contar tu historia. A menudo se abrevia en una sola palabra ("Story?"), que evoca el talento literario de la ciudad, pero también la creatividad espontánea y casual que da pie a una buena conversación.

    También hay una palabra irlandesa, seoraí, que describe "las florituras y los detalles adicionales de la narración", según la traducción de Darach Ó Séaghdha, autor de Motherfoclóir: Dispatches From a Not So Dead Language. esos detalles son el motivo de que "dos personas cuenten una historia, pero una la cuente mejor".

    Ya sea yo mismo o Leopold Bloom, me encanta esa sensación de gente normal vagando por la ciudad, ese idioma escurridizo, esas pausas de unos minutos, esa certeza de que cada encuentro podría ser el comienzo de un relato corto. Durante el confinamiento, lo he echado de menos.

    La historia continúa

    Durante otro paseo, exploré el barrio histórico de clase obrera The Liberties. Pasé frente a pubs, iglesias católicas y vendedores callejeros que ofrecían sus productos en cochecitos. Desde una cafetería hípster emanaba el olor del café. En la Teeling Whiskey Distillery había etiquetas pegadas a los barriles y tanques de cobre que brillaban como fruta exótica. En su cafetería, un obrero estaba sentado a mi lado con unos cascos blancos y un libro sobre el regazo. Nos separaba un cojín adornado que parafraseaba a Joyce: "La música ligera del whiskey que cae en los vasos, un interludio agradable".

    Por ahora, todos mis paseos son virtuales. Pero cuando vuelva, sé a dónde iré.

    Unas semanas después de aquel encuentro fortuito en South Anne Street, entré en Kehoes por una puerta lateral. Salía un canturreo del salón del piso de arriba; la madera estaba desgastada; el papel de pared, ceroso; y el aire fresco de la calle entraba por las ventanas de guillotina. Mis amigos ya habían llegado y estaban bebiendo en sendos vasos.

    "How’ya, ya bollix!", me saludó uno de ellos.

    Sonreí, sintiendo una pequeña inyección de endorfinas.

    Nadie dijo sorry, todo era grand, ya habían empezado a soltar bromas y rememorábamos el pasado. Pensé que, sí, en momentos como este, Dublín se parece a la ciudad épica que describió Joyce.

    En el futuro, seré cínico. Todos lo seremos. Pero en aquel momento, y en los momentos de libertad que están por venir, Dublín y sus historias son más que un lugar. Son un estado mental.

    Pól Ó Conghalie es un escritor de viajes irlandés y autor de Secret Dublin: An Unusual Guide.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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