Esta ciudad antigua es la capital de los perfumes de la India

Durante siglos, los perfumistas de Kannauj han perfeccionado su alquimia para crear «oro líquido».

Por Rachna Sachasinh
fotografías de Tuul and Bruno Morandi
Publicado 21 ene 2021, 17:06 CET
Pétalos de rosa en Kannauj

Aunque las rosas de Damasco se cultivan en otras partes de la India, la variedad prefiere los suelos aluviales del Ganges que rodean la localidad de Kannauj. Durante más de 400 años, las rosas fragantes de Kannauj se han utilizado para crear attar de rosa con el proceso de fabricación de perfumes más antiguo que se conoce en el mundo.

Fotografía de Tuul y Bruno Morandi

Tegh Singh llega a su granja de flores a orillas del Ganges antes del amanecer, preparado para arrancar pétalos de rosas cuando se encuentren en su punto álgido. Trabaja con rapidez, rodeando los densos arbustos de Rosa damascena plantados sin orden ni concierto, introduciendo los pétalos de color rosa claro en un saco de yute que lleva colgado del hombro. Para cuando los primeros rayos de sol rozan la superficie del río, Singh, de 35 años, ya se ha subido a su moto para llevar el cargamento de dulce aroma a Kannauj, una pequeña ciudad conocida como «la capital del perfume de la India».

Durante siglos, Kannauj, ubicada en el nordeste de la cuenca del Ganges, en la India, ha elaborado perfumes botánicos con aceites esenciales llamados attar, utilizando los métodos de destilación más antiguos que se conocen en el mundo. El attar de Kannauj, codiciado por la realeza mogola y por los ciudadanos de a pie en la cultura de la antigua India obsesionada con las fragancias, perfumaba de muñecas a comida, de fuentes a hogares.

Aunque el attar pasó de moda en el siglo XX, los perfumistas de Kannauj siguen ejerciendo su arte de la misma forma tradicional, algo que recientemente ha suscitado el interés de una nueva generación, tanto local como extranjera, por su fragancia sensual y atractiva.

El aroma del attar

El attar es la perfumería del viejo mundo. El perfume, que procede de las palabras latinas per y fume («a través del humo»), comenzó cuando los humanos empezaron a machacar e infusionar ingredientes botánicos directamente en aceite o agua. La perfumería moderna utiliza alcohol como soporte o disolvente, por el simple motivo de que es barato, neutral y de fácil difusión. Pero tradicionalmente los attar se fabrican con aceite de sándalo, que los vuelve untuosos y muy absorbentes. Una gotita en la muñeca o detrás de la oreja y el olor penetra en la piel y perdura, a veces, durante días.

En el campo que rodea Kannauj, las manos expertas cosechan rosas de Damasco temprano cada día y se las llevan a maestros fabricantes de attar.

Fotografía de Tuul y Bruno Morandi

Un saco de rosas entregado a la fábrica de M.L. Ramnarain Perfumers, una de las casi 350 destilerías activas en Kannauj.

Fotografía de Tuul y Bruno Morandi

Los attar, que son igualmente seductores para hombres y mujeres, tienen una cualidad andrógina. Tienen intensas notas florales, amaderadas, almizcladas, ahumadas, verdes o herbáceas. Los attar, que se sacan según la temporada, pueden ser cálidos (clavo, cardamomo, azafrán, agar) o frescos (jazmín, pandano, vetiver, caléndula).

Kannauj produce tanto estos como los espectaculares attar mitti, que evocan el aroma de la tierra después de la lluvia y se elaboran con fragmentos de barro del Ganges sin cocer. El shamama, otra invención local de Kannauj, es una mezcla destilada de 40 (o más) flores, hierbas y resinas de madera que tardan días en fabricarse y meses en envejecer. El olor consigue armonizar lo dulce, lo picante, lo ahumado y lo húmedo y te transporta un reino sobrenatural. Las perfumerías europeas de renombre utilizan attar de Kannauj —ya sea de rosa, de vetiver o de jazmín— como capa, un acorde atractivo en la composición de la perfumería moderna.

El arte de la fabricación de perfumes

Kannauj ha preparado attar (también conocido como ittr) durante más de 400 años, más de dos siglos antes de que Grasse, en la región francesa de La Provenza, se convirtiera en una gigante de los perfumes. El método artesanal, que en hindi se conoce como degh-bhapka, utiliza alambiques de cobre alimentados por madera y excrementos de vaca.

Kannauj está a cuatro horas en coche de Agra y solo a dos horas de la histórica Lucknow, un antiguo estado gobernado por los Nawabs de Oudh. Como muchas pequeñas ciudades indias, Kannauj está atrapada entre el pasado y el presente. Aquí el tiempo no avanza, solo se acumula.

Las murallas de arenisca en ruinas, los minaretes de cúpula acebollada y las arcadas polilobuladas recuerdan la grandiosidad pasada de la localidad como sede del imperio Harshavardhana en el siglo VI. En la avenida principal, las motocicletas y algún que otro Mercedes resplandecientes pasan junto a vendedores de frutas que empujan carritos de madera con montones de guayabas y plátanos pasados.

Si te adentras en las calles estrechas de Bara Bazaar, el mercado principal, Kannauj retrocede al medievo. En este laberinto, las tiendas antiguas están abarrotadas de delicadas botellas de vidrio cortado que contienen attar y ruh —o aceite esencial—, y cada uno huele mejor que el anterior. Los hombres se sientan sobre alfombrillas acolchadas con las piernas cruzadas, olfatean viales y se dan toquecitos tras las orejas con unos larguísimos bastoncillos de algodón perfumados. A las riendas de este antiguo comercio está el attar sazh, o perfumista, cuya aura de alquimista imperial es hechizante.

«Los mejores perfumistas del mundo han recorrido estas calles estrechas y avanzado entre barro y heces de vaca para hacerse con attar de Kannauj. Realmente no hay nada igual», insiste Pranjal Kapoor, socio de quinta generación en M.L. Ramnarain Perfumers, una de las más antiguas de las casi 350 destilerías activas de la ciudad.

Tegh Singh llega y descarga los sacos de pétalos en el almacén de Kapoor, un patio de piedra abierto que hace las veces de destilería. Ram Singh, el maestro artesano de attar, introduce los pétalos en un alambique de cobre bulboso y lo llena de agua dulce. Antes de cerrar la tapa, Ram Singh pone en el borde una mezcla de arcilla y algodón, que se endurece y crea un sello formidable.

Cuando el caldo de flores empieza a hervir, el vapor sale del alambique por una caña de bambú hasta un caldero de cobre que contiene aceite de sándalo, que absorbe el vapor saturado de rosa.

Rodeadas de alambiques y calderos de cobre, las rosas recién cortadas se preparan para convertirse en aceite esencial en la fábrica de M.L. Ramnarain Perfumers, una de las más antiguas de Kannauj.

Fotografía de Tuul y Bruno Morandi

Las rosas de Tegh Singh tardan de cinco a seis horas en convertirse en attar de rosa. Durante este proceso, Ram Singh no deja de trabajar, pasando del alambique al caldero, probando la temperatura del agua con las manos y estando atento al silbido de vapor para saber si debe echar más leña al fuego. «Llevo haciendo esto desde niño», dice Ram Singh, que tiene 50 años y fue aprendiz de un gurú del attar durante una década.

El proceso se repite al día siguiente, con una nueva remesa de pétalos de rosa, para alcanzar la potencia deseada. Una vez finalizado, el attar de rosa se añeja durante varios meses en una botella de piel de camello, que absorbe la humedad. A pesar de la antigüedad de su plataforma, el attar de rosa es similar al oro líquido. Un kilo puede llegar a costar 3000 dólares.

«No hay válvulas ni medidores, ni electricidad», indica Kapoor, añadiendo con orgullo que sus humildes mercancías rivalizan con las que elaboran las mejores perfumerías de Grasse. «La diferencia es como cocinar daal [lentejas] en la cocina rústica al aire libre de una aldea comparado con hacerlo en un fogón LPG o un microondas. Nunca sabrán igual».

La historia destilada

Los primeros perfumes botánicos que se conocen datan del antiguo Egipto, cuando se machacaban y se infusionaban directamente en una base de aceite. Aunque la primera hidrodestilación de plantas se le atribuye al médico persa Ibn Sina, también conocido como Avicena, en el siglo X, las excavaciones arqueológicas del valle del Indo han desvelado alambiques rudimentarios que sugieren que la perfumería básica se desarrolló antes.

En el siglo XV, Gyatri Shahi, el gobernante islámico del sultanato de Malwa, en la región central de la India, escribió el Ni’matnama, o Libro de las Delicias, que se adentra en el mundo de los placeres sibaritas. Innumerables pasajes transmiten las virtudes del buen olor.

Los mogoles marcharon hacia la India en el siglo XVI, trayendo consigo un vigoroso apetito olfativo. El primer gobernante mogol, Barbur, celebró el vínculo inextricable entre la fragancia y la satisfacción espiritual y sensual, y este ethos se infiltró en los salones de las cortes mogolas durante los dos siglos posteriores.

Los artesanos perfumeros echan los pétalos en un gran alambique de cobre. Antes de colocar la tapa, ponen una mezcla de barro y algodón en el borde, que se endurece y crea un sello fuerte.

Fotografía de Tuul y Bruno Morandi

Una vez los trabajadores sellan los recipientes de cobre, las flores se cocinan hasta que empiezan a hervir ligeramente. El vapor que sale del alambique se introduce en una olla de cobre que contiene aceite de sándalo, que absorbe el vapor saturado de rosas.

Fotografía de Tuul y Bruno Morandi

El hijo de Barbur, Akbar, tenía un departamento dedicado exclusivamente al desarrollo de olores para fines corpóreos y culinarios. La Ain-e-Akbar, o Constitución de Akbar, detalla las predilecciones del emperador por ponerse attar fragantes en el cuerpo, quemar incienso y restregar copiosas cantidades de perfume en las puertas y el mobiliario. Se cree que reinas y cortesanas llevaban su reserva personal de attar en pequeños viales de vidrio atados al cuello.

El emperador mogol Jahanghir y su reina, Noor Jahan —padres de Shah Jahan, que construyó el Taj Mahal—, se consideran los primeros mecenas reales de Kannauj. Según el folclore local, Noor Jahan suscitó locura por el attar de rosa tras quedar seducida por el aroma de las rosas de Kannauj de su baño.

El resurgimiento de las fragancias

Pero ¿por qué Kannauj? Si dibujas un triángulo entre Agra, Lucknow y Kanpur —tres bastiones mogoles con predilección por los aromas—, Kannauj se encuentra en el medio. La localidad, construida sobre el rico suelo aluvial del Ganges, es idónea para cultivar jazmín, vetiver y rosa de Damasco, que debe su nombre a Damasco, pero es autóctona de Asia central. Kapoor explica que ya había maestros perfumistas en Kannauj. Los mogoles simplemente incrementaron la demanda y Kannauj se subió al tren.

En la actualidad, Kannauj está en la hora de la verdad. Cuando el poder pasó a la India británica, la demanda de attar disminuyó. El precio del sándalo Mysore puro siempre ha sido elevado, pero cuando el gobierno indio restringió la venta de sándalo a finales de los años noventa, el precio del attar se disparó. Al mismo tiempo, los indios ansiosos por presentarse como modernos y capaces de ascender en la escala social empezaron a ser leales a los perfumes y desodorantes occidentales. En lugar del sándalo se utilizan sustitutos naturales, como la parafina líquida, y, aunque esta versión del attar es una aproximación, no está a la altura del original.

Una vez se produce el producto final, el attar de rosas se añeja durante varios meses en una botella de piel de camello, que absorbe la humedad.

Fotografía de Tuul y Bruno Morandi

Hoy, la mayoría del attar de Kannauj acaba en Oriente Medio y en comunidades musulmanas locales. En el Chandni Chowk del Viejo Delhi, un mercado del siglo XVII construido por el emperador mogol Shah Jahan, Gulab Singh Johri Mahal es una antigua institución que ahora ofrece tanto attar de Kannauj como fragancias modernas. Sin embargo, Gulab Singh casi siempre está lleno de hombres musulmanes que buscan attar para ponérselo detrás de las orejas antes de los rezos del viernes y para celebrar fiestas como Eid.

Kannauj también produce una cantidad extraordinaria de agua de rosas para el paan, o buyo, un popular aperitivo nacional de tabaco y especias envueltos en hoja de betel. Pero estos mercados no son suficientes para mantener las destilerías de la ciudad y muchas han tenido que cerrar o empezar a fabricar facsímiles de perfumes occidentales.

A pesar de estos retos, Kapoor conserva el optimismo. Pasa gran parte del tiempo cortejando a las grandes perfumerías internacionales, familiarizándolas con el attar y con el terruño de los ingredientes botánicos de Kannauj. «Los gustos occidentales están desplazándose al este», afirma Kapoor. «Normalmente, [Occidente] prefiere las notas ligeras y cítricas, pero últimamente las grandes marcas como Dior, Hermès y, por supuesto, las perfumerías de Oriente Medio buscan aromas templados como la rosa, el agar y la shamama».

A nivel interno, también está abriéndose un nicho del mercado para el attar de alta calidad. Anita Lal, fundadora de Good Earth y Paro, dos marcas contemporáneas de estilo de vida arraigadas en el diseño y la sensibilidad tradicionales de la India, negocia con aceites esenciales de rosa y vetiver, aunque está ansiosa por reintroducir el attar a las generaciones más jóvenes.

«La tragedia del attar es doble», afirma Lal. «El sándalo es raro y sin él es casi imposible capturar el encanto del attar. Y segundo, el attar se percibe como ridículamente anticuado. Si contraponemos esto con las artimañas de marketing occidentales y el atractivo del perfume francés, se puede ver a qué nos enfrentamos».

Quizá la embajadora internacional del attar más prominente sea Jahnvi Lâkhòta Nandan, originaria de Lucknow, que se formó como maestra perfumista en Ginebra y París durante siete años antes de abrir The Perfume Library en Goa y París. Para las principales familias de Lucknow, «hablar de perfumes era un pasatiempo. Todo tenía fragancias: la ropa, los pomos de las puertas, el aire. Y siempre se sobreentendía que este attar debía proceder de Kannauj», dice.

La alquimia olfativa de Nandan es poesía, excentricidad y ciencia a partes iguales. Cada año, tiende un puente entre la mitología y la modernidad con uno o quizá dos olores nuevos y el attar es una parte importante de su repertorio. En 2020, The Perfume Library sacó Earthshine, una mezcla de la atrevida nagarmotha, o juncia real, mimosa y el andrógino maulshree. «El maulshree está muy arraigado en Kannauj», afirma Nandan, que añade que, como era un árbol ornamental utilizado en los jardines de la era mogola, el maulshree es una oda perfecta a Kannauj y a sus fabricantes de attar.

«El attar apela al alma. Todo el fuego y el humo en un pequeño espacio pueden parecer apocalípticos, pero también auténticos y hermosos», afirma. «No puedes recrearlo en un laboratorio de Europa».

Rachna Sachasinh es una escritora autónoma y trabaja con tejedores artesanales en Laos. Vive en Chiang Mai, Tailandia, y Luang Prabang, Laos. Síguela en Instagram.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.
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