«Es como si volaras»: Exploramos el patinaje «salvaje» sobre hielo natural

En busca de una sensación de libertad, los aventureros se ponen los patines para surcar ríos y lagos congelados.

Por Jen Rose Smith
Publicado 10 mar 2021, 12:00 CET
Una mujer patina sobre el hielo cerca del glaciar Sheridan

A las afueras de la localidad de Cordova, en la región centro-meridional de Alaska, una mujer patina sobre el hielo cerca del glaciar Sheridan. El denominado «patinaje salvaje» se ha popularizado durante la pandemia.

Fotografía de Design Pics Inc., Alamy Stock Photo

Hacía frío, todo estaba tranquilo y había oscurecido cuando Matthew Baxley vio los peces nadando bajo él. Estaba patinando sobre el hielo de Boundary Waters Canoe Area Wilderness, un paisaje de bosque boreal y lagos aparentemente infinitos en Minnesota. Bajo sus pies, el hielo negro revelaba un mundo subacuático con todo lujo de detalles.

A cada paso que daba Baxley, sus patines enviaban vibraciones sobre la superficie sólida del lago. El peso de un solo patinador puede provocar quejidos, estallidos o el sonido de «pium-pium» que emiten las pistolas de rayos en los dibujos animados, lo que transmite la sensación sobrenatural de que uno está deslizándose por el espacio. El frío y la falta de nieve de principios de invierno había convertido Boundary Waters en una pista natural y lisa.

«No hay resistencia», dice Baxley, que cuenta historias sobre cómo explora la naturaleza salvaje de Minnesota en su Boundary Waters Podcast. «Es como si volaras».

Los humanos se han deslizado sobre el agua congelada durante milenios; los patines de hielo más antiguos que se conocen, fabricados con huesos de animales, datan del 1800 a.C. La mayoría de esos objetos proceden de Escandinavia, los Países Bajos y Finlandia, donde el agua gélida y los paisajes anegados convirtieron los patines en una herramienta eficiente para los trayectos invernales. Los patinadores podían deslizarse allí donde los caminantes tenían dificultades.

Miles de años después, el patinaje sobre hielo en lagos y ríos no mantenidos —algo que los aficionados llaman «patinaje salvaje»— proporciona una combinación similar de locomoción y vía de escape. Esta aventura, que es un sorbo de libertad en plena pandemia, se ha convertido en tendencia en las regiones frías de Estados Unidos.

El patinaje libre definitivo

Cuando las pistas interiores cerraron la pasada primavera debido a la COVID-19, las ventas de patines de hielo se desplomaron, cuenta Dan Riegelman, propietario del fabricante de patines de Minnesota Riedell Skates. Pero conforme se acercaba el invierno, las ventas se dispararon en el norte de Estados Unidos, donde se puede patinar al aire libre, y ayudaron a sacar a flote a la empresa.

«La popularidad del deporte se ha disparado», coincide Paxson Woelber, patinador salvaje en Anchorage, Alaska. En octubre, los patines se agotaron en los comercios cercanos, dice, lo que apoyó a una comunidad de personas que pasan los meses fríos buscando la superficie deslizante perfecta.

«Es muy especial encontrar buen hielo», afirma. «Muchas veces no encuentras nada. Pero a veces sales y te topas con un espejo asombroso, una capa que se extiende entre montañas. Y es sencillamente increíble».

Cuando Woelber patina sobre el hielo salvaje de Alaska, no utiliza patines artísticos ni de hockey. Lleva patines de hielo nórdicos, que tienen cuchillas de acero con ligaduras que permiten que los patinadores levanten los talones y empujen con cada paso.

«Tienes mucha más estabilidad en hielo áspero», explica Ben Prime, dueño de la tienda Nordic Skater en Newbury, Nuevo Hampshire, que añade que las cuchillas largas (de entre 38 y 53 centímetros) facilitan recorrer largas distancias. Otro equipamiento esencial son los bastones de puntas afiladas, que proporcionan equilibrio y potencia, y una bolsa de rescate que puede lanzarse a un patinador cuando se ha caído al agua. Los patinadores también llevan garras de hielo, unos picos manuales que se utilizan para salir del agua.

Escucha los sonidos sobrenaturales que produce patinar sobre hielo fino
Este pequeño lago a las afueras de Estocolmo, Suecia, emite sonidos sobrenaturales mientras Mårten Ajne patina sobre la delgada capa de hielo negro. El patinaje sobre hielo natural o patinaje nórdico es un arte y una ciencia. Un patinador busca el hielo más fino, prístino y negro, tanto por su suavidad como por sus agudos sonidos parecidos a láseres. El hielo negro se ha congelado recientemente y puede medir 5cm de ancho y aguantar el peso de un patinador. El apoyo, como el de una cúpula o un arco, está a los lados en vez de en la parte superior, y el agua que está debajo evita que el hielo se rompa. Pero la experiencia y la planificación son la clave. Hay que tener en cuenta factores como la temperatura, las condiciones atmosféricas e incluso imágenes por satélite de la superficie de la Tierra. Es complicado, pero les encanta a los matemáticos como Ajne. Aún con preparación, existe el riesgo de caerse, por eso es mejor ir en grupos.

La necesidad de ese equipamiento y el entrenamiento para utilizarlo revela los peligros inherentes del patinaje salvaje. Para evitar el hielo excesivamente fino y los agujeros difíciles de ver, los patinadores deben probar la superficie a medida que avanzan pinchándola con sus bastones, retorciendo un tornillo para hielo o incluso tirando una roca pesada. Muchos patinadores experimentados han caído o han visto a un compañero caer al agua. Aunque debido al riesgo muchos patinadores se deslizan sobre el hielo más grueso —y seguro—, algunos devotos están decididos a encontrar láminas prístinas de hielo fino.

«El hielo fino es literalmente más liso que el hielo de las pulidoras», afirma Laura Kottlowski, una patinadora de Colorado que recorre las Rocosas y otros lugares en busca de algos alpinos congelados. Para ella, el hielo perfecto tiene un grosor de entre cinco y ocho centímetros, con un brillo perfecto y negro como la obsidiana.

Kottlowski, que es patinadora artística, ha descubierto que ese hielo lustroso es el lienzo ideal para una forma de arte secular. Explica que, en los primeros días del deporte, los patinadores no saltaban ni giraban como hacen hoy en día en los Juegos Olímpicos. Más bien, grababan formas intrincadas sobre la superficie del hielo, algo que Kottlowski ha aprendido a amar.

Pistas mantenidas

Kottlowski afirma que, para los patinadores principiantes y las familias, el patinaje verdaderamente salvaje no sirve de punto de partida. Una opción mejor es uno de los muchos lagos y ríos congelados preparados, lo que se traduce en una superficie más predecible y un riesgo mucho menor de caer al agua.

Con picos forestados como telón de fondo, el lago Evergreen de Colorado es uno de los favoritos de Kottlowski. Los más de 34 000 metros cuadrados de hielo lo convierten en uno de los destinos mantenidos de patinaje al aire libre más grandes del mundo. Pero en cualquier lugar donde el tiempo sea lo bastante frío, habrá pistas de patinaje para toda la familia.

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    En febrero de 1981, las familias acudieron a patinar sobre el hielo del lago Evergreen de Colorado, uno de los sitios preparados de patinaje sobre hielo al aire libre más grandes del mundo.

    Fotografía de Denver Post, Getty Images

    En Vermont, los patinadores se dirigen al precioso lago Morey, donde un sendero de patinaje de siete kilómetros figura como el más largo de Estados Unidos. Este invierno, los vecinos de Warroad, Minnesota, colaboraron para crear el Riverbend Skate Path, convirtiendo el serpenteante río Warroad en un sendero de patinaje natural de cuatro kilómetros que vincula una serie de pistas al aire libre. Cerca del centro de Anchorage, los patinadores que dan vueltas sobre el hielo en la laguna Westchester pueden ver alces y zorros paseando junto a la orilla congelada.

    Estos destinos preparados ayudan a ampliar el periodo normalmente breve de patinaje sobre hielo natural. Por ejemplo, un lago del campo podría ofrecer condiciones favorables durante solo unos cuantos días hasta que la superficie quede cubierta de nieve. Para algunos patinadores, la naturaleza fugaz del patinaje salvaje forma parte del atractivo; Kottlowski dirige excursiones a las regiones interiores de Colorado en busca de buen hielo y sabiendo que quizá no lo encuentre.

    Contribuciones a la ciencia

    El patinaje siempre ha sido un placer efímero, pero el cambio climático está empezando a fundir la temporada que tanto disfrutan los patinadores.

    «Las temperaturas frías llegan mucho más tarde», afirma Robert McLeman, profesor de Geografía y Estudios Ambientales en la Universidad Wilfrid Laurier en Waterloo, Canadá. Por su parte, los primeros deshielos primaverales llegan antes, dice. «Se ve mucho más efecto yoyó y, por consiguiente, una reducción de la cantidad de días de patinaje de alta calidad».

    McLeman es el fundador de RinkWatch, una iniciativa de ciencia ciudadana en la que los participantes supervisan sus pistas locales para documentar los efectos del cambio climático a largo plazo. Para McLeman, no se trata solo de los datos. También aspira a hacer que la ciencia sea personal para los amantes de los deportes de invierno.

    «Cómo afectará el cambio climático al patinaje al aire libre: eso es algo por lo que pueden interesarse», afirma. «Esa conexión directa podría estar ausente en lo que escuchan o leen acerca del cambio climático».

    En la página web de RinkWatch, la imagen de un patinador diminuto marca cada registro en un mapa del mundo. Los registros fechados explican las condiciones del hielo de Alaska hasta Rusia, ofreciendo informes de un instante del tiempo invernal. Cuando los suben, los participantes utilizan un menú desplegable y escogen entre «patinable» o «no patinable».

    El menú desplegable no incluye opciones para registrar la belleza de las líneas limpias trazadas por las cuchillas afiladas o la risa de un patinador que ve un pez bajo sus pies por primera vez. Quizá no hay tiempo. Al fin y al cabo, el buen hielo no durará mucho.

    La escritora de viajes de Vermont Jen Rose Smith cubre aventuras al aire libre, lugares remotos y cocina tradicional. Síguela en Twitter.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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