Estos artistas crean música con hielo

Con tambores, cuernos y arpas de hielo, esta expresión artística emergente se inspira en la naturaleza.

Por LOLA AKINMADE ÅKERSTRÖM
Publicado 2 mar 2021, 15:56 CET
Fotografía de Terje Isungset

El pionero de la música de hielo Terje Isungset, que fundó su propia discográfica All Ice Records, graba en la isla de Baffin, Canadá, a -41 grados centígrados.

Fotografía de Emile Holba

Ruidos quebradizos que imitan los timbales. Notas huecas y profundas que recuerdan a los tambores de metal. Estos son algunos de los sonidos sorprendentes que creó el grupo de percusión siberiano Ethnobeat desde el lago Baikal de Rusia en un vídeo viral del 2012 que presentó la música de hielo a millones de personas de todo el mundo.

Pero melodías igualmente inquietantes han llenado las oscuras noches árticas en Noruega y Suecia durante varios años. En el 2000, el compositor y percusionista noruego Terje Isungset actuó en el primer concierto de música de hielo del mundo dentro de una cascada congelada en Lillehammer.

Seis años después, Isungset fundó el Festival de Música de Hielo de Noruega, un evento anual que atrajo a aventureros curiosos y dispuestos a soportar temperaturas bajo cero para vivir esta forma única de conectar con la naturaleza a través de la música. (El festival de invierno se canceló durante la pandemia, pero planea transmitir un concierto en directo el 14 de marzo.)

Para Isungset, que ya estaba experimentando con elementos como la piedra y la madera cuando componía música, su incursión en el hielo fue un paso natural. «Cuando empecé a tocar con hielo transparente, su sonido puro me pareció sorprendentemente acogedor y apacible comparado con el sonido del hielo cuando lo aplastas con los pies, que es un sonido muy frío», afirma.

En febrero del 2020, el Festival de Música de Hielo de Noruega toca a su fin en la aldea de Finse, cerca del glaciar Hardangerjøkulen.

Fotografía de Emile Holba

Isungset ya ha dado cientos de conciertos de música de hielo, entre ellos uno en el Banquete de los Nobel del 2017, y grabado ocho discos en su propia discográfica, All Ice Records. Considera esta expresión artística el trabajo de toda una vida.

Entonces ¿qué es exactamente la música de hielo? Los músicos crean ritmos dando golpecitos en el hielo natural o tocan instrumentos fabricados con hielo. Muchos de los instrumentos pueden resultar familiares, pero con la música de hielo, la naturaleza cobra protagonismo y trae unas cuantas notas de imprevisibilidad. Tanto fabricar como tocar los instrumentos son procesos que no pueden controlarse del todo, lo que hace que el arte sea más atractivo.

La creación de los instrumentos

Los instrumentos tallados pueden fabricarse solo con hielo, como los cuernos y la percusión, o ser híbridos, como las arpas, en las que el cuerpo principal es de hielo con cuerdas de metal. Isungset colabora con Bill Covitz, un escultor de hielo premiado que vive en Estados Unidos pero viaja a los lugares donde se celebran los conciertos para fabricar instrumentos in situ.

Otro artista estadounidense, Tim Linhart, se dedicaba a crear esculturas de hielo y nieve en Estados Unidos hasta que se mudó a Europa y se labró una reputación fabricando instrumentos de hielo. Treinta y seis años después, ha creado cientos de ellos, así como 19 orquestas de hielo y 11 salas de conciertos al estilo de un iglú en lugares como Luleå, en Suecia, o los Alpes italianos.

Estudiando y mezclando materiales —como hielo casero, agua carbonatada y nieve de montaña aplastada—, Linhart puede fabricar instrumentos como violines y afinarlos para que suenen tan bien como permita la naturaleza. Es un proceso que denomina «hielofactura».

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    Los estudiantes de diseño de la Universidad de Bergen ayudan a construir el recinto para el Festival de Música de Hielo de Noruega 2020.

    Fotografía de Emile Holba

    Un tallista de hielo crea un instrumento musical para el festival.

    Fotografía de Emile Holba

    Sus años de experiencia como escultor de hielo lo han ayudado a aprender los puntos fuertes y débiles de la estructura del soporte. «Cuando te acercas al punto de ruptura entre la tensión de la cuerda y el grosor del material, justo ahí es donde ocurre la música», afirma Linhart, que ha perfeccionado su arte mediante ensayo, error y unos cuantos instrumentos que explotaron.

    Ahora vive en Italia y construye orquestas de hielo que se utilizan para tocar desde rock & roll hasta música clásica en un teatro-iglú sobre el glaciar Presena, en el resort de esquí de Pontedilegno-Tonale, en el nordeste de Milán.

    Tallar los instrumentos suele llevar desde un mínimo de tres días hasta varias semanas. Tanto la recolección del hielo como su calidad dependen del tiempo. Al igual que con el vino, algunos años dan rendimientos excelentes. Otros años, el hielo opta por el silencio.

    Encontrar la melodía perfecta

    Cuando comienza el espectáculo, surgen otras complicaciones. «El hielo siempre está en movimiento; se expande, se contrae y se sublima en la atmósfera», afirma Linhart. «Los cuerpos calientes funden los instrumentos. El público aumenta las temperaturas al respirar. Los instrumentos tienen que reafinarse de forma distinta. Algunos bajan varias notas, otros suben». Para mitigarlo, diseña salas de concierto abovedadas que ventilan el calor.

    Otro obstáculo es que los labios de los cornistas pueden pegarse a las boquillas de sus instrumentos. Y muchas veces, los músicos no pueden practicar con sus delicados instrumentos, así que componen música en directo e improvisan frente al público.

    Los músicos actúan en una sala de conciertos al estilo de un iglú construida por Tim Linhart y su mujer, Birgitta, en Beaver Creek, Colorado.

    Fotografía de Jack Affleck, Ice Music

    Estas composiciones también están a merced del hielo. «Los sonidos frescos de los instrumentos del hielo son fascinantes y especiales», afirma la música alemana Anna-Maria Hefele, que ha estado practicando con el arpa de hielo. Pero señala que las posibilidades del instrumento son limitadas, ya que no hay pedales ni palancas para cambiar la afinación mientras toca o durante los descansos entre piezas.

    Esto quiere decir que otros instrumentos como el «hielófono» —un cruce entre el xilófono y la marimba que combina muy bien con el arpa— deben afinarse de forma diferente para no tocar conciertos enteros en un tono.

    Aunque los arpistas son conocidos por puntear las cuerdas con delicadeza para crear melodías etéreas, los detalles como la temperatura de los dedos del músico afectan a los sonidos que produce el arpa de hielo. «Como arpista, es agradable tener las manos calientes, ser rápida y precisa al tocar», afirma Hefele. «Si tienes las manos frías, los dedos son más lentos de lo normal».

    La música de hielo presenta muchos obstáculos, pero muchos artistas la consideran una oportunidad para afinar sus habilidades y fomentar su creatividad.

    «Siempre he disfrutado de los nuevos retos y de explorar diferentes tipos de música», afirma el contrabajista sueco Viktor Reuter, que ha tocado en el Festival de Música de Hielo de Noruega e ido de gira por Alemania y China con Isungset. «Al tocar un contrabajo acústico de madera, tu cuerpo siempre está en contacto con la madera y sientes esas vibraciones profundas».

    Reuter explica que, con el hielo, que es más denso y pesado, el contrabajo se convierte en un instrumento completamente diferente. Las armonías deben simplificarse y tocarse más lentamente, lo que requiere improvisación y una mentalidad renovada.

    Compartiendo la música y un mensaje

    Producir y mantener los instrumentos, preparar los locales y atraer a asistentes a estos espacios helados sigue haciendo de la música de hielo una empresa difícil. Pero para estos músicos inconformistas, ajustarse a lo inesperado va unido al trabajo.

    A menudo, los artistas tienen que llevar su música directamente al público. Además de viajar a China, Isungset y su equipo dan unos 70 conciertos al año en lugares como Australia, Japón, India y Estados Unidos, a menudo en salas cerradas y utilizando cámaras frigoríficas locales para preservar los instrumentos. Por su parte, Linhart está trabajando en una propuesta para solicitar que se incluya la música de hielo como parte de las celebraciones de las Olimpiadas de Invierno del 2026 en Italia.

    Para Isungset, esto no va solo de música. También es una declaración medioambiental. En colaboración con el Centro Bjerknes de Investigación Climática, con sede en Bergen, el Festival de Música de Hielo de Noruega presenta debates y exposiciones artísticas que ilustran los efectos del cambio climático en la nieve y el hielo.

    «Lo más importante para nosotros es la expresión artística que es abstracta», afirma Isungset. «En lugar de decirle a la gente qué no debe hacer, compartimos nuestro mensaje de forma sutil». El propio evento imita metafóricamente el calentamiento global, ya que se funde a principios de la primavera, una vez el público se ha ido.

    Al fin y al cabo, «la música de hielo no es un proyecto humano, sino uno dirigido completamente por la naturaleza», dice Isungset.

    Lola Akinmade Åkerström es una escritora y fotógrafa de viajes nacida en Nigeria y afincada en Estocolmo, Suecia. Síguela en Twitter e Instagram.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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