La belleza eterna (pero manoseada) del Taj Mahal, según Salman Rushdie

El célebre escritor nos recuerda que la maravilla del emblemático mausoleo de la India trasciende el tiempo y las hordas de turistas.

El Taj Mahal se construyó entre 1631 y 1648 en Agra (India). El emperador mogol Shah Jahan mandó erigir el mausoleo de mármol blanco en honor a su esposa favorita, Mumtaz Mahal.

Fotografía de Matthieu Paley, Nat Geo Image Collection
Por Salman Rushdie
Publicado 3 feb 2023, 10:40 CET

El problema del Taj Mahal de la India es que se le han atribuido tantos relatos y significados que resulta casi imposible verlo. Mil millones de imágenes en cajas de bombones y guías turísticas nos ordenan "leer" el mausoleo de mármol del emperador mogol Shah Jahan para su esposa Mumtaz Mahal, conocido como "Taj Bibi", como el mayor monumento al amor del mundo. Encabeza la corta lista de imágenes occidentales del Oriente exótico (y también atemporal). Al igual que la Mona Lisa o las serigrafías de Elvis, Marilyn y Mao de Andy Warhol, su reproducción masiva ha esterilizado el Taj Mahal y casi vaciado de sentido y significado.

Tampoco se trata en absoluto de un simple caso de apropiación o "colonización" por Occidente de una obra maestra india. En primer lugar, el Taj Mahal, que a mediados del siglo XIX estaba prácticamente abandonado y muy deteriorado, probablemente no seguiría en pie de no ser por los diligentes esfuerzos de conservación de los colonizadores británicos. En segundo lugar, la India es perfectamente capaz de comercializarse en exceso.

Cuando uno llega a los muros exteriores de los jardines en los que se encuentra el Taj, es como si todos los vendedores ambulantes de Agra estuvieran esperándole para agravar aun más el mencionado problema de la familiaridad y el desprecio, vendiendo imitaciones de Taj de todos los tamaños y precios.

Todo esto fomenta un cierto desencanto a la hora de encogerse de hombros. Un amigo británico que estaba a punto de hacer su primer viaje a la India me dijo que había decidido dejar el Taj fuera de su itinerario por su sobreexposición.

Izquierda: Arriba:

Una mujer vestida con un sari tradicional camina cerca del Taj Mahal, situado a orillas del río Yamuna, en el norte de la India.

Derecha: Abajo:

El Taj Mahal se refleja en la cámara de un teléfono. Según los registros del Gobierno, más de tres millones de personas visitaron el sitio declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2022.

fotografías de Matthieu Paley, Nat Geo Image Collection

Si le insté a que no lo hiciera, fue por el vívido recuerdo que tenía de abrirme paso por primera vez entre la multitud que se agolpaba, no sólo de vendedores de imitaciones, sino también de lecturas prescritas, pasando por delante de los innumerables vendedores ambulantes de significados e interpretaciones, hasta llegar a la presencia de la cosa en sí misma. Lo que me abrumó por completo e hizo que todas mis ideas sobre su devaluación me parecieran total y completamente redundantes.

Yo era escéptico sobre la visita. Una de las leyendas del Taj es que el emperador cortó las manos de los maestros albañiles que lo construyeron para que nunca pudieran construir nada más hermoso. Otra es que el mausoleo se construyó en secreto, tras altos muros, y que un hombre que intentó ver a hurtadillas un adelanto se quedó ciego por su interés en la arquitectura del edificio. Estas crueles historias empañaron un poco la imagen que yo tenía de Taj.

Sin embargo, el propio edificio hizo trizas mi escepticismo. Anunciándose como sí mismo, insistiendo con fuerza absoluta en su autoridad soberana, simplemente borró el millón de falsificaciones que había de él y llenó resplandeciente, de una vez y para siempre, el lugar en la mente que antes ocupaban sus simulacros.

Y ésta es, finalmente, la razón por la que hay que ver el Taj Mahal: para recordarnos que el mundo es real, que el sonido es más verdadero que el eco, el original más contundente que su imagen en un espejo. La belleza de las cosas bellas sigue siendo capaz, en estos tiempos saturados de imágenes, de trascender las imitaciones. Y el Taj Mahal es, más allá del poder de las palabras para decirlo, una cosa hermosa, quizá la más hermosa de las cosas.

Salman Rushdie, el autor indio-británico-estadounidense ganador del premio Booker por 'Hijos de la medianoche' y 'Los versos satánicos', escribió esto para la revista 'National Geographic Traveler' en 1999. 'Ciudad Victoria', su primera novela desde que resultó gravemente herido en un ataque con arma blanca en 2022, sale a la venta en inglés el 9 de febrero de 2023.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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