23 monjas luchan por la supervivencia del achoque, un anfibio en peligro de extinción

Esta podría ser la primera vez que un grupo religioso participa en un programa de cría de anfibios, según un experto.

Por Elaina Zachos
Publicado 21 jun 2018, 10:44 CEST
23 monjas luchan por la supervivencia del achoque, anfibio en peligro de extinción

El lago Pátzcuaro, el tercer lago más grande de México, se encuentra a poco más de 320 kilómetros al oeste de Ciudad de México. Como cuenca endorreica, el lago no desemboca en el mar y es el único hogar de una rara y singular especie de ajolote.

El achoque de Pátzcuaro (Ambystoma dumerilii) es un anfibio que pasa toda su vida en agua dulce. Con agallas que extrae cuando se sumerge, el achoque tiene un aspecto similar al ajolote, uno de sus parientes. Está en peligro crítico de extinción, con estimaciones que afirman que solo quedan 100 individuos en estado salvaje.

«Podría extinguirse en los próximos 20 o 30 años», escribe en un email Omar Domínguez, biólogo de conservaciónen la Universidad de Michoacán, en Morelia.

Pero parece que el achoque de Pátzcuaro ha recibido intervención divina. Con Domínguez como coordinador del programa de cría, un convento, un zoológico y la Universidad de Michoacán se han unido en una iniciativa de conservación internacional para salvar a la especie.

«Es probablemente la primera vez que una comunidad religiosa ha participado en la conservación de anfibios», afirma Gerardo García, experto del zoo de Chester que participa activamente en la iniciativa de conservación. «Cualquiera puede ser conservacionista».

Salvar a los achoques

En 2014, Gerardo García, que también es comisario de vertebrados e invertebrados en el zoo de Chester, Inglaterra, visitó México mientras trabajaba en un programa de cría para peces de agua dulce amenazados. En el país, sus colegas de la Universidad de Michoacán le recomendaron que visitase a las hermanas del Monasterio de la Órden Dominicana —y sus operaciones de conservación de achoques— en el cercano Pátzcuaro.

«Reunirme con monjas no es algo que suela hacer en mis viajes de campo», afirma García.

Durante los últimos 150 años, las monjas del convento han criado de forma sostenible a los raros anfibios. Los achoques son un ingrediente crucial de una misteriosa medicina que elaboran en el convento y que, según se cree, cura la tos, el asma y la anemia, de modo que las mujeres crían a los animales para mantener viva su tradición.

De las 23 monjas del convento, tres o cuatro viven y trabajan en las instalaciones de cría al mismo tiempo para cuidar de los animales. Las instalaciones son dos grandes salas llenas de tanques que pueden contener hasta 400 achoques. Las monjas los alimentan con lombrices orgánicas y usan un pozo cercano para cambiarles el agua de forma regular.

«Tienen un entorno fresco, comida recién cogida y una plantilla totalmente dedicada», afirma García. «Es justo lo que necesitan. Casi creas un entorno ideal para la especie en peligro de extinción».

Además de las necesidades diarias de los achoques, las monjas miden y colocan microchips a los animales, y los emparejan para reproducirse. García dice que el ojo inexperto no puede distinguir un achoque de otro, pero las monjas, con tantos años de experiencia, sí pueden.

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