El escarabajo bombardero puede hacer que sus depredadores lo regurgiten

Los escarabajos bombarderos emiten sustancias químicas calientes de su parte trasera para obligar a los sapos a vomitarlos.

Por Carrie Arnold
Publicado 8 feb 2018, 11:43 CET
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Cuando se siente amenazado, el escarabajo bombardero expulsa un chorro caliente de sustancias químicas por su parte trasera. Es más, si una rana o un sapo lo devora, el escarabajo puede lanzar su ataque químico desde el interior del estómago para obligar a su depredador a regurgitarlo.

Casi en un 50 por ciento de los casos, el escarabajo sobrevive a esta breve estancia en el tracto digestivo del anfibio, según informaron investigadores japoneses el martes en la revista Biology Letters.

Es la primera vez que observan al escarabajo usando su ataque para sobrevivir. Otros animales han intentado escapar después de ser devorados por depredadores, como una serpiente viva que salió sana y salva tras pasar por el sistema digestivo de un sapo. Sin embargo, este es uno de los primeros casos en los que una especie entera emplea esta estrategia.

El ataque químico

Los escarabajos bombarderos no son raros; existen más de 500 especies en todos los continentes salvo la Antártida, y la mitad de ellas crean una mezcla tóxica de sustancias químicas en un compartimento en la parte inferior de su abdomen.

Las moléculas se mezclan en el último momento y reaccionan para formar peróxido de hidrógeno y otro tipo de compuestos denominados benzoquinonas, y generan grandes cantidades de calor y presión. Ambas sustancias químicas son irritantes y pueden dañar la piel y los pulmones.

Gracias a la forma del compartimento, pueden expulsar esta mezcla hirviendo con una potencia enorme.

Para estudiar estas defensas químicas, los investigadores y Takuya Sato, de la Universidad de Kobe en Japón, alimentaron a un sapo japonés común (Bufo japonicus) con un escarabajo. Cuarenta y cuatro minutos después de comérselo, el sapo regurgitó su comida. Lo sorprendente es que el escarabajo no tenía mal aspecto para lo que le había ocurrido.

Sugiura explica que ya se sabe que los escarabajos obligan a los depredadores a escupirlos antes de que se los traguen, pero nunca había visto a una rana o un sapo regurgitar a uno tras tragárselo.

Intrigados, Sato y él decidieron probar la capacidad de los escarabajos para obligar a los sapos a regurgitar. Compararon dos especies de sapo, B. japonicus y B. torrenticola, y les alimentaron con Pheropsophus jessoensis, un escarabajo bombardero que vive en Japón y Corea. Los investigadores redujeron el suministro de sustancias químicas tóxicas en la mitad de los escarabajos pinchándolos cuidadosamente con un palito y haciendo que liberasen dichas sustancias.

Todos los escarabajos privados de sus armas químicas fueron devorados y digeridos por completo. Pero de los escarabajos que podían defenderse, el 43 por ciento fueron regurgitados entre 12 y 107 minutos después de que se los tragasen.

Los escarabajos más grandes tenían más probabilidades de provocar el vómito, según informó el equipo, y los sapos más pequeños eran más proclives a regurgitar al escarabajo. Todos los escarabajos regurgitados estaban vivitos y coleando una vez los vomitaron.

Y ¿cómo sobrevivieron algunos de los escarabajos casi dos horas dentro del estómago de un sapo? Resulta que los bombarderos son muy resistentes. Cuando los investigadores los compararon con otras especies de escarabajos, tras 20 minutos en el estómago a los bombarderos les afectaban mucho menos los jugos gástricos.

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