Etiquetan a un tiburón desde un submarino por primera vez en la historia

Para estudiar mejor a la cañabota gris, los científicos han tenido que averiguar cómo disparar un fusil desde un submarino.

Por Haley Cohen Gilliland
Publicado 9 sept 2019, 16:00 CEST
Etiquetan a un tiburón desde un submarino por primera vez en la historia

Mientras el equipo bajaba el Nadir, un bulboso submarino de tres plazas, a las aguas de la isla bahameña de Eleuthera el 29 de junio, la lluvia que había caído aquella tarde empezó a menguar. Interpretaron la mejora del tiempo como un buen presagio de que esta inmersión iría bien.

Durante el último año, un grupo de investigadores de la Universidad del Estado de Florida, el Museo de Historia Natural de Florida, el Cape Eleuthera Institute y OceanX, una iniciativa de exploración marina fundada por el milmillonario Ray Dalio, habían intentado etiquetar un tiburón con un rastreador por satélite desde un submarino por primera vez en la historia.

Su objetivo era la cañabota gris, una criatura enorme con ojos esmeralda resplandecientes y seis branquias, frente a las cinco de la mayoría de los tiburones. Las cañabotas grises —los supuestos descendientes de los tiburones que habitaron las aguas de la Tierra antes de que los pterodáctios y los T. rex vagaran sobre ella— pasan la mayor parte del tiempo en aguas de gran profundidad, a veces de hasta 1400 metros.

Su predilección por las profundidades hace que las cañabotas grises sean difíciles de estudiar. Cuando le pregunté qué aspectos de los animales siguen siendo misteriosos, Simon Thorrold, científicos del Instituto Oceanográfico Woods Hole, se rió y explicó: «Sería más rápido contarte lo que si sabemos. Y es casi nada».

La Lista Roja de especies amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza clasifica a la cañabota gris como «casi amenazada», pero no hay datos suficientes para estimar su población ni determinar si está aumentando o menguando. Las hembras suelen ser más grandes que los machos —con hasta 5,5 metros en la adultez— y dan a luz a entre 40 y 110 crías cada vez, pero no sabemos dónde se reproducen ni cuánto tiempo gestan. Aunque las cañabotas grises parecen ser más bien cosmopolitas, ya que las han avistado cerca de las costas de todos los continentes salvo la Antártida, no está claro si son muy migratorias o si simplemente están muy dispersadas.

Submarinos y fusiles

En 2005, Dean Grubbs, actual director adjunto de investigación del laboratorio costero y marino de la Universidad del Estado de Florida, fue el primer científico que colocó una etiqueta por satélite a una cañabota gris y recopilar datos de luz, temperatura y profundidad. Empleó una mezcla de cebo para enganchar al tiburón y un largo sedal de pesca para sacarlo a la superficie, donde colocó la etiqueta bajo la aleta dorsal del pez.

Acabó etiquetando más de 20 cañabotas grises de esta forma en cinco regiones distintas del mundo. Pero al final observó que, aunque los tiburones sobrevivían a la experiencia de ser arrastrados a la superficie del mar, no parecían presentar un comportamiento normal durante unos días. Grubbs empezó a hacerse una pregunta atrevida: ¿Y si intentamos etiquetar a uno desde un submarino, en su ecosistema natural de aguas profundas?

Había muchas razones negativas. Según la Marine Technology Society, en 2017 solo había 14 vehículos sumergibles dedicados a la ciencia en todo el mundo. Llevar a cabo una investigación en uno de esos submarinos sería muchísimo más caro que etiquetar tiburones desde un barco. Aunque OceanX no hizo comentarios sobre los costes, el Instituto Oceanográfico Woods Hole, que no participó en el proyecto de etiquetado de la cañabota gris, informa que utilizar un submarino de 55 años, Alvin, cuesta 45 000 dólares al día. Además, la empresa sería complicada: con el tiburón libre, costaría mucho más colocar bien la etiqueta.

Finalmente, Grubbs, Edd Brooks y Brendan Talwar —investigadores del Cape Eleuthera Institute— convencieron a OceanX para apoyar la misión, que también ha recibido financiación de la Moore Bahamas Foundation y la Vibrant Oceans Initiative de Bloomberg Philanthropies. Montaron dos fusiles en el Nadir —con dos disparos por noche para etiquetar al tiburón— que utilizarían para buscar cañabotas grises en el estrecho de Exuma, en la costa de Eleuthera.

Pero a pesar del apoyo y los recursos externos, la situación no era prometedora. Tras practicar en una piscina con el cadáver de un tiburón, el primer viaje del equipo quedó saboteado cuando una hembra se colocó con el vientre mirando hacia el submarino en el momento exacto en el que se preparaban para dispararle una etiqueta. No querían dañarle los órganos, así que no dispararon. El fallo de otro fusil arruinó su segundo viaje unos meses después. Finalmente, en junio, se embarcaron en su tercer —y último— viaje, que duraría un total de cuatro noches.

De nuevo, la cosa comenzó en condiciones desfavorables. La primera noche una cañabota gris golpeó el fusil e hizo que fallara. La próxima noche, no apareció ningún tiburón. La tercera noche, un fastidioso mero pasó nadando en el momento exacto en que disparaban a una cañabota e interceptó la preciada etiqueta.

Última oportunidad

El 29 de junio era la última oportunidad del equipo para etiquetar a una cañabota gris antes de que el Nadir y el buque oceanográfico que lo albergaba pasaran a otro proyecto. Mientras los investigadores del submarino aguardaban a que aparecieran cañabotas para investigar el cebo que habían colocado, se maravillaron ante los sifonóforos fosforescentes, los galludos cubanos y larvas de peces que solo suelen verse en libros de texto.

«Estaba tan contento como un niño en una tienda de chucherías viendo a esos invertebrados, a esos camarones diminutos», recuerda Gavin Naylor, que dirige el programa de investigación de tiburones del Museo de Historia Natural de Florida y que se encargaba de controlar los fusiles aquella noche.

Sobre las 21:50, que los científicos denominaron «cañabota en punto» tras observar un aumento constante de la actividad a esa hora, una cañabota gris macho pasó nadando frente al submarino, elevando los sedimentos del lecho marino. Pese a la mala visibilidad, Naylor estaba seguro de que podría predecir dónde había ido el tiburón. Pidió a Lee Frey, piloto del submarino, que armara el fusil y disparó hacia el sedimento.

Pasaron unos tensos 20 segundos hasta que Grubbs y los otros científicos sentados en la zona de control de la misión del barco escucharon la voz de Frey por la radio.

«Recibido, Nadir. La etiqueta está colocada en un macho grande».

Misterios de las profundidades

La etiqueta que puso Neylor a la cañabota tiene una vida útil de tres meses. A finales de septiembre, si todo va según lo planeado, la etiqueta se despegará del tiburón, flotará hasta la superficie y subirá datos sobre la profundidad de nado del tiburón, la cantidad de luz que había y las temperaturas de las aguas donde estuvo la criatura. Grubbs y su equipo utilizará la información para recrear los movimientos del tiburón.

Shawn Larson, conservador de investigación del Acuario de Seattle que lleva mucho tiempo estudiando las cañabotas grises en el estrecho de Puget, está ansioso por ver qué nuevas pruebas contiene la etiqueta. «Estos tiburones son todo un misterio. espero que la etiqueta arroje luz sobre el territorio del tiburón y, quizá, si es un macho, la ubicación de las zonas de reproducción».

El éxito del equipo es una prueba de que los animales pueden ser etiquetados en el fondo del mar desde sumergibles. Confían en que este etiquetado fomente el estudio de otras criaturas de aguas profundas en sus ecosistemas naturales. El océano ocupa más del 70 por ciento de la superficie terrestre y casi dos tercios de ese agua está a más de 1500 metros de profundidad. Con todo, solo el 10 por ciento de las aguas del mundo han sido cartografiadas con sónar y los científicos estiman que hasta dos tercios de las especies marinas aún no han sido descubiertas.

«No sabemos mucho sobre el océano y lo poco que sí sabemos es de los primeros 500 metros», afirma Naylor. «Pero cuando desciendes a las profundidades, es territorio inexplorado. Es como ser un explorador del siglo XVIII. Y es mágico».

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