¿Por qué estos delfines de nariz de botella decapitan a sus presas?

Este espeluznante comportamiento es excepcionalmente inusual, y podría tratarse de un fenómeno cultural.

Por Michael Greshko
Publicado 9 nov 2017, 4:20 CET
Delfines nariz de botella
Un delfín de nariz de botella (Tursiops truncatus) arrancó la cabeza de un bagre en la parte norte del Golfo de México.
Fotografía de Errol I. Ronje

La séptima temporada de Juego de Tronos acaba de estrenarse, pero para los bagres o peces gato del Golfo de México, cada día comienza con la macabra posibilidad de acabar como Ned Stark: decapitados de forma inesperada.

Los biólogos marinos han descubierto por primera vez que algunos de los delfines de nariz de botella del Golfo de México tienen una gran facilidad para decapitar a los bagres.

Aunque los delfines suelen comerse a sus presas enteras, a veces se ponen un poco exquisitos a la hora de preparar su comida. Los delfines de hocico estrecho en el Pacífico oriental «filetean» el dorado (Coryphaena hippurus). También emplean la división del trabajo para acorralar y comerse a las lisas (Mugilidae). Un estudio de 2009 demuestra que los delfines del Indo-Pacífico (Tursiops aduncus) siguen «recetas» a la hora de preparar la sepia.

Sin embargo, el comportamiento de los delfines del Golfo —que aparentemente les permite evitar las espinas de la cabeza del pez gato— parece ser excepcionalmente inusual. Ha llevado décadas y un poco de suerte recopilar datos suficientes para un estudio de investigación formal.

«No tuvimos datos suficientes sobre sus comportamientos hasta 2015, e incluso llegados a ese punto, con solo 13 avistamientos, eran muy escasos», explica Erol Ronje, biólogo de pesca contratado por el Servicio Nacional de Pesca Marina de la NOAA estadounidense. Ronje es el coautor de un estudio sobre la decapitación de los peces gato que fue publicado recientemente en PLoS ONE.

El 7 de mayo de 2015, Ronje y sus colegas estaban estudiando a los delfines en las costas de la isla Petit Bois, en Mississippi, cuando se encontraron con una imagen muy rara: un rastro de medio kilómetro de cabezas de peces gato que flotaban tras el paso de un grupo de delfines.

Los biólogos recogieron rápidamente siete cabezas que habían sido decapitadas hacía poco y eran tan recientes que los ojos y las aletas pectorales todavía se movían. A medida que el barco regresaba a tierra, las cabezas empezaron a vocalizar, profiriendo lo que Ronje describe como gruñidos borboteantes. (Se negó a imitar el sonido para nosotros)

«Pobres cabecitas de pez gato», dijo Ronje. «Se te parte el corazón, pero realmente no hay nada que puedas hacer por ellos».

¿Comportamiento cultural?

Tras limpiar los cráneos de los bagres durante semanas usando derméstidos (escarabajos que devoran la carne), Ronje estudió la estructura de los cráneos de los peces para calibrar la precisión de la decapitación. «No era un despedazamiento aleatorio de partes del pez», explica él. «Era casi como si [los delfines] hubiesen cortado la parte posterior».

Ronje señala que los delfines tienen una buena razón para cortar la cabeza. «Los bagres tienen una estructura craneal de defensa bastante sofisticada: tienen tres espinas rígidas, serradas y muy afiladas que se ajustan en las cuencas… y pueden bloquear y desbloquear esta espina cuando quieran», explica.

No todos los delfines del Golfo son tan inteligentes. Los investigadores examinaron registros de delfines varados y encontraron 38 que describían delfines heridos por espinas de peces gato. Uno de los cadáveres de delfín tenía 17 espinas de bagre, algunas de las cuales habían perforado el tracto digestivo. «Había tenido un mal día», dice Ronje.

Lo intrigante es que los pocos delfines que saben cómo decapitar a un pez gato podrían conocerse entre ellos, lo que implicaría que este comportamiento podría ser algo parecido a una receta familiar. En fotografías sacadas en tres lugares donde se hallaron cabezas decapitadas en el Golfo de México, que se extienden sobre más de 320 kilómetros, Ronje y sus colegas observaron a los mismos ocho delfines.

«Estamos hablando de una cultura en mamíferos marinos y de transmisión cultural: el aprendizaje de técnicas y el hecho de enseñarlas a la siguiente generación», explica Stefanie Gazda, bióloga en la Universidad de Massachusetts Boston y beneficiaria de una beca de National Geographic que estudia el comportamiento alimenticio de los delfines. No ha participado en este estudio.

«Para mí, esta [observación] indica la posibilidad de algún tipo de fenómeno cultural».

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Una nueva amenaza

Por su parte, Ronje se pregunta si descubrir esta inusual relación depredador-presa atraerá una mayor atención sobre la conservación del bagre, que no es exactamente una especie querida entre quienes practican la pesca deportiva, pero que pueden presas vitales para los delfines que se alimentan de ellos.

«Hemos demostrado que hay al menos una subpoblación de especies protegidas que [se alimenta de] los peces gato», dice él. «Quizá algún día esto podría llevar a futuros estudios sobre la abundancia de los peces gato».

Gazda advierte de que el estudio sobre mamíferos marinos del Golfo de México, incluyendo a los delfines de nariz de botella, tendrá que lidiar con una nueva amenaza: los recortes presupuestarios.

Los presupuestos para 2018 del gobierno de Trump eliminarán la Comisión estadounidense sobre Mamíferos Marinos, que proporciona una supervisión con base científica de las actividades federales que afectan a los mamíferos marinos. El programa costó 3,43 millones de dólares en 2017, apenas un penique por ciudadano estadounidense.

«Existen poblaciones de mamíferos marinos lejos de la costa de las que simplemente no sabemos nada», afirma Gazda.

«Y después [cuando] tienes un importante desastre ecológico como el derrame de petróleo del Golfo de México, solo puedes quedarte sentado con las manos atadas».

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