Este famoso dinosaurio podía volar, aunque no como las aves modernas

Las alas del animal se parecen a las de los faisanes, pero no podía aletear como las aves actuales.

Por Michael Greshko
Publicado 15 mar 2018, 16:23 CET
Archaeopteryx
El espécimen de Múnich del dinosaurio con plumas Archaeopteryx.
Fotografía de Pascal Goetgheluck, ESRF

El dinosaurio con plumas Archaeopteryx en ocasiones se denomina «la primera ave», ya que esta criatura alada fue la primera que mostró un vínculo evolutivo entre aves y reptiles. Pero ¿podía volar?

Los paleontólogos llevan debatiendo acaloradamente esta cuestión durante décadas. Pese a su estructura alada, no estaba claro si el animal podía despegar por sus propios medios. ¿Planeaba el Archaeopteryx desde las copas de los árboles? ¿Aleteaba para huir de los depredadores terrestres? ¿O hacía algo completamente diferente?

El análisis de los huesos de las extremidades delanteras de la criatura ha determinado que su estructura se parece mucho a la de los huesos de las alas de los faisanes y las perdices actuales, especies que pueden volar distancias cortas.

El descubrimiento, publicado en Nature Communications el martes 14 de marzo, respalda la hipótesis de que el Archaeopteryx podía emprender el vuelo. Los expertos también alaban el estudio por su análisis no destructivo del interior del fósil.

«Es un gran estudio que emplea una de las tecnologías más avanzadas del mundo», afirma el paleontólogo de la Universidad de Edimburgo Steve Brusatte, que no participó en el análisis.

Un giro de los acontecimientos

Hace unos 150 millones de años en la actual Alemania, el Archaeopteryx vivía entre islas salpicadas de árboles, vestido con un plumaje negro azabache, como los cuervos actuales.

Cuando se descubrieron los primeros fósiles de Archaeopteryx a principios de la década de 1860, causaron sensación, entre otras cosas porque solo un año antes el biólogo Charles Darwin había publicado su teoría de la evolución por selección natural. Darwin había predicho formas evolutivas intermedias, y aquí había un vínculo entre aves y reptiles. El fósil se denominó Urvogel: la primera ave.

En los años transcurridos desde entonces, el Archaeopteryx ha sido objeto de un estudio intenso y de un acalorado debate sobre sus capacidades de vuelo.

Este tumultuoso tira y afloja se debe en parte a la preocupación por aquello que le falta al animal «al comparar al Archaeopteryx con aves vivas y comentar lo que no tiene», afirma Julia Clarke, paleontóloga de la Universidad de Texas, Austin, que no participó en el estudio.

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    El Archaeopteryx en pleno vuelo en la reconstrucción de un artista basada en el nuevo estudio.
    Fotografía de Jana Růžičková

    Por ejemplo, las aves voladoras modernas tienen esternones con quillas, extensiones que proveen un anclaje para los fuertes músculos del pecho, que impulsan el vuelo. No se han descubierto fósiles de Archaeopteryx con esternones con quillas, pero Clarke señala que es posible que estas estructuras estuvieran hechas de cartílago, que no se fosiliza tan fácilmente.

    Para hacer avanzar el debate, los investigadores han puesto más y más al Archaeopteryx bajo el microscopio. Pocas instalaciones están tan cualificadas para hacerlo como el Laboratorio Europeo de Radiación Sincrotrón (ESRF, por sus siglas en inglés) en Grenoble, Francia, que cuenta con uno de los escáneres de rayos X más potentes del mundo. Recientemente, el laboratorio confirmó que el Halszkaraptor, un raro dinosaurio semiacuático parecido a un cisne, no era una falsificación.

    «Muchas investigaciones contaban con pruebas indirectas de vuelo, pero nunca se había probado», afirma el paleontólogo del ESRF Dennis Voeten, autor principal del nuevo estudio. «Decidimos optar por un enfoque a la inversa: intentamos encontrar activamente indicadores de vuelo en el esqueleto, en vez de identificar las condiciones que le habrían permitido o no volar».

    Voeten y sus colegas sometieron a tres de los 11 fósiles de Archaeopteryx conocidos en el mundo a los potentes rayos X. Su objetivo era generar imágenes de la parte central más estrecha de los huesos del ala del Archaeopteryx.

    El espécimen de Archaeopteryx de Múnich escaneado en el Laboratorio Europeo de Radiación Sincrotrón.
    Fotografía de Pascal Goetgheluck, ESRF
    Descubierto un fósil de dinosaurio con aspecto de pato que vivió hace 70 millones de años
    Un fósil de dinosaurio recién descubierto tiene rasgos que podrían resultarnos familiares. El Halszkaraptor escuilliei, descubierto en Mongolia, se parecía y cazaba como un pato. Está emparentado con el Velociraptor y es uno de los pocos dinosaurios conocidos que vivía en el agua. Este dino del tamaño de un pavo habitaba los antiguos humedales del planeta hace más de 70 millones de años. Los científicos rescataron el fósil después de que lo pasaran de contrabando fuera de Mongolia.

    Los investigadores midieron la delgadez de las paredes exteriores de los huesos y calcularon lo que se conoce como resistencia a la torsión: su capacidad para resistir una fuerza de giro, como la que se aplica, por ejemplo, cuando escurres una toalla húmeda, algo que un ave experimenta al mover las alas. En términos generales, cuanta más resistencia a la torsión tenga el hueso del ala de un ave viva, más continuo es el vuelo del ave.

    A continuación, el equipo comparó los resultados del Archaeopteryx con los de 55 aves modernas, dos cocodrilianos y dos especies de pterosaurios, los reptiles alados que vivieron junto a los dinosaurios. Las medidas del Archaeopteryx se parecían más a las de las aves modernas que vuelan distancias cortas, como las perdices o los faisanes.

    Es más, Voeten descubrió que, al igual que las aves modernas, los esqueletos de Archaeopteryx presentaban abundantes vasos sanguíneos. El hallazgo sugiere que las tendencias de crecimiento y el metabolismo del Archaeopteryx eran más parecidas de lo que se creía a las de las aves modernas.

    Un despegue diferente

    Voeten es el primero en reconocer el torbellino académico en el que se está adentrando y enseguida ha señalado que su estudio no tendrá la última palabra en este debate.

    «No pretendo decir que haya descifrado el código de una vez por todas», afirma. Los investigadores también advierten que, basándose en sus datos, el Archaeopteryx no podía despegar igual que las aves modernas. El movimiento preciso de aleteo del animal es un área de estudio activa.

    Los animales como el Archaeopteryx «no necesitaban músculos pectorales enormes ni esternones grandes, pero tenían otra forma de propulsarse hacia el cielo», afirma Brusatte. «Es probable que eso signifique que algunos dinosaurios no aviares que todavía no habían cruzado esa línea hacia las aves podían aletear un poquito».

    Para Clarke, es de esperar una variación primitiva. A finales del Jurásico, la evolución estaba en «fase de boceto», en sus propias palabras, cuando una colección de dinosaurios con plumas emprendían el vuelo de forma titubeante. Solo entonces pudo la evolución afinar la capacidad de vuelo hasta lo que es en la actualidad.

    «¿Qué nombre le daremos [al Archaeopteryx] si no lo llamamos Urvogel?», se pregunta Clarke. «Lo llamamos icónico».

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