Las sorprendentes dificultades de fotografiar pandas gigantes

La fotógrafa Ami Vitale ha pasado tres años retratando pandas en China, un proceso tan reconfortante como complejo.

Por Alexa Keefe
fotografías de Ami Vitale
Publicado 22 ago 2018, 13:21 CEST
Pandas gigante
Un abundante grupo de crías de panda gigante sacadas para un retrato en el Centro de Cría e Investigación del Panda Gigante de Bifengxia, en la provincia de Sichuán, China.
Fotografía de Ami Vitale, National Geographic Creative

Los pandas son indiscutiblemente adorables, pero esa no fue la razón por la que la fotógrafa Ami Vitale se enamoró de ellos. De hecho, descubrir nuevas formas de fotografiar a estos osos emblemáticos para la revista National Geographic se convirtió en uno de los proyectos más complicados en los que ha trabajado.

A lo largo de tres años, Vitale visitó en varias ocasiones las bases de pandas dirigidas por el Centro de Conservación e Investigación del Panda Gigante de China, siendo Wolong y Bifengxia las más importantes.

«Pese a que estamos acostumbrados a verlos como en los zoos, criaturas divertidas y sociales, o en los dibujos animados, que los representan casi como payasos, los pandas gigantes son bastante esquivos», explica Vitale. En Wolong, donde los pandas viven en grandes hábitats cerrados, el reto consistía en aguardar hasta distinguirlos entre los densos bosques de bambú o en las copas de los árboles.

El objetivo del centro es introducir a los pandas que nacen allí en la naturaleza, por ello están estrictamente protegidos del contacto con humanos. Esto dificultó todavía más que Vitale se les acercase. Para fotografiarlos en sus hábitats cerrados, tuvo que disfrazarse de panda, enmascarada con el olor de orina y heces de panda, y esperar de sol a sol que se presentara la oportunidad perfecta.

Es probable que disfrazarse de esa forma haga que los pandas piensen que, en lugar de un humano, eres un panda con forma extraña.

Los retos

Bifengxia, un centro de investigación y cría con personal las 24 horas, le dio muchas oportunidades para fotografiar las interacciones entre pandas. Pero allí, el reto consistía en cumplir con los protocolos de los cuidadores, a quienes les importa mucho más el bienestar de sus protegidos que lograr sacar una buena fotografía.

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    Ami Vitale disfrazada mientras fotografía pandas en el Centro de Pandas Hetaoping Wolong. Los pandas adiestrados para vivir en la naturaleza no deben acostumbrarse a ver humanos, fotógrafos incluidos.
    Fotografía de Ami Vitale

     «No solo tenía que conseguir acceso y ganarme la confianza local, sino que también debía ser capaz de trabajar con un animal salvaje», cuenta Vitale. «[Los pandas bebés] son frágiles y vulnerables. Con seis meses de vida tienen dientes y garras». Al fin y al cabo, dice Vitale, «son osos».

    Ahora, Vitale comparte algunos de los trucos de los que tuvo que echar mano mientras los retrataba, recopilados y publicados en un libro llamado Panda Love: the Secret Lives of Pandas.

    Cuando ocurre algo que vale la pena fotografiar, debes estar preparado. Vitale recuerda que esperó dos días y dos noches a que una madre diera a luz en su recinto, sin que pasara nada. Poco a poco, «me di cuenta de que empezaba a comportarse de una manera ligeramente diferente, así que me preparé. El bebé salió y escuché su chillido. Ocurrió muy rápido».

    «En cuestión de segundos, Ming Ming lo recogió con la boca y nos dio la espalda», recuerda.

    Presenciar momentos como el nacimiento de la cría de Ming Ming —mientras fotografiaba a estos animales en los centros de cría y reasilvestramiento dirigidos por el Centro chino de Investigación y Conservación del Panda Gigante— conmovió a Vitale. «Cuando empecé a trabajar en la historia, no tenía la fiebre del panda salvaje, pero después de pasar tanto tiempo con ellos, entiendo por qué la gente la padece».

    Cuidar de estos pandas amorosos, ¡un trabajo complicado!

    Vínculo animal

    Mientras trabajaba en el libro, Vitale comprendió que los animales no solo destacan por su aspecto adorable, sino también por el vínculo que establecen con la naturaleza.

    «Lo que me robó el corazón fue empezar a darme cuenta de que son criaturas increíbles, misteriosas y preciadas», afirma.

    Los pandas salvajes pasan gran parte de sus vidas solos en las montañas de China, encontrándose durante breves periodos para aparearse y dar a luz. Han evolucionado a lo largo de millones de años y desarrollado una dieta adaptada a la perfección a su hábitat natural —un montón de bambú—, lo que les hace especialmente vulnerables a la pérdida de hábitat.

    Su dependencia del bambú y su sensibilidad a la pérdida de hábitat contribuyeron al descenso de la población de pandas, que en los años 90 estaban clasificados como especie en peligro de extinción, lo que dio pie a un esfuerzo hercúleo por parte de los chinos para salvarlos. En 2016, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, organización que clasifica el estado de conservación de los animales amenazados, consideraba a los pandas «vulnerables». Es una mejora desde el cálculo anterior, aunque su hábitat todavía está amenazado, por no mencionar la dificultad de hacer que estos osos, solitarios por naturaleza, se reproduzcan con éxito en cautividad.

    Vitale recuerda un momento de su último día cubriendo la historia, tres años después de comenzar. Estaba en Wolong, intentando conseguir un buen plano de una mamá panda y su cría. «Siempre estaba durmiendo o la madre la escondía. Yo pensaba que ya se había acabado, que no quedaba más historia. Y justo antes de marcharme, coge al bebé en la boca, sube por una colina, se pone al bebé en las patas y lo levanta, como si me lo estuviera enseñando. Después, regresó al lugar donde estaba».

    Aunque es probable que fuera una coincidencia, para ella es un ejemplo del vínculo emocional y espiritual que crean los pandas en los corazones de los humanos. Y es esta conciencia de nuestra conexión lo que, según ella, hace que nos enamoremos y, en última instancia, tengamos el coraje de actuar en nombre de todas las criaturas con las que compartimos el planeta.

    «Salvar la naturaleza es salvarnos a nosotros», afirma Vitale.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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