La carne de ballena ayudó a los osos polares a sobrevivir al calentamiento en el pasado

Pero hoy en día devorar cadáveres de ballenas no evitará una crisis de extinción. Salvar el hielo sí.

Por Craig Welch
Publicado 10 oct 2018, 17:04 CEST
Un oso polar
Un oso polar devora los restos del cadáver de ballena de Groenlandia en el mar de Beaufort en la región de North Slope, Alaska. Los científicos debaten el papel que una fuente de alimento como esta podría desempeñar en la supervivencia de la especie.
Fotografía de Joël Sartore, National Geographic Creative

Los riesgos para los osos polares en un planeta que se calienta rápidamente están claros: los Ursus maritimus recorren la banquisa ártica, que usan como plataforma desde la que cazan focas, normalmente focas oceladas. Pero el cambio climático está congelando la banquisa del océano Ártico más tarde y derritiéndola antes de tiempo.

En todas salvo dos de las 19 subpoblaciones de osos polares en el Ártico, la duración de la banquisa ha descendido de 7 a 19 días por década entre 1979 y 2014. En la región del mar de Beaufort, donde la banquisa dura unos 36 días al año menos que en los años 90, los científicos descubrieron que los osos pasan 31 días más en tierra, lejos de sus presas, que dependen del hielo. Con menos banquisa, algunos osos crecen menos, viven menos y tienen menos crías.

Los científicos llevan años prediciendo que este riesgo empeorará a medida que la banquisa continúa en pronunciado descenso. Por eso los osos polares están protegidos por la Ley de Especies en peligro de extinción de los Estados Unidos.

Pero como estos depredadores del alto Ártico se separaron de los osos pardos hace 152.000 años o más, está claro que los osos polares sobrevivieron a épocas bastante cálidas. Entonces ¿cómo sobrevivieron estos depredadores? Y lo que quizá sea más importante: ¿podrían volver a hacerlo?

La respuesta, según un nuevo estudio publicado el martes por la experta en osos polares de la Universidad de Washington Kristin Laidre y sus colegas en Frontiers in Ecology and Environment, es que estos enormes cazadores blancos mejoraron sus habilidades carroñeras, devorando con frecuencia los cadáveres de unos mamíferos marinos más grandes que las focas: ballenas.

Los enormes cadáveres de ballenas suelen aparecer varados en algunas costas árticas y Laidre demuestra que es probable que eso bastara para ayudar a los osos polares a sobrevivir a periodos interglaciares anteriores.

Por desgracia, dicha opción podría no ser viable de nuevo.

«A escala mundial, es improbable que los varamientos de grandes cetáceos salven a los osos polares de la pérdida de la banquisa», afirmó.

Y los culpables somos nosotros.

Devorar y ayunar

Los osos polares, a diferencia de sus parientes más terrestres, son quisquillosos. Los osos pardos pueden alimentarse de salmón graso, pero también de bayas e insectos. Los osos polares necesitan una gran cantidad de grasa para sobrevivir y de vez en cuando atrapan un narval o una beluga. Pero, sobre todo, dependen de las focas y podrían comer más de seis y media al mes. Es lo que mejor se les da.

El escritor Stephen Leahy describió su ritual a principios de este año en National Geographic. Los osos aguardan «cuatro horas junto a los respiraderos de las focas con forma de cono en la banquisa. Cuando una foca sale a la superficie para respirar, el oso se yergue sobre las patas traseras y la golpea en la cabeza con las patas delanteras para aturdirla. A continuación, el oso muerde el cuello de la foca y la arrastra al hielo».

Según Laidre, a los osos polares también se les da muy bien ayunar. Las hembras pueden pasar hasta ocho meses sin comer nada, incluso antes del parto y durante la lactancia. Comen mientras pueden y almacenan el resto.

Como los osos pasan más tiempo en tierra, puede vérselos devorando los cadáveres de ballenas grises y ballenas boreales.

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    El derretimiento del hielo marino dificulta que los osos polares encuentren alimento
    Los osos polares usan un 60% más de energía de la que se creía para atrapar focas. Algunos usan más energía de la que consumen. Cuatro de los nueve osos en el estudio perdieron el 10% o más de su masa corporal en un periodo de entre 8 y 11 días. Los osos necesitan el hielo marino para cazar focas, que componen más del 95% de su dieta. Pero el hielo marino está disminuyendo un 14% cada década por el calentamiento global. Esto significa que los osos deben viajar más lejos para encontrar focas. Los investigadores colocaron cámaras POV sobre los osos para seguirlos en su difícil búsqueda de comida. A medida que el hielo marino sigue fragmentándose, aumentará la proporción del gasto de energía de los osos en relación al consumo.

    «Las grandes ballenas son paquetes enormes de grasa y proteína, los mayores paquetes de materia orgánica del océano», explica. «Si eres un oso y estás atrapado en una playa aguardando a que el hielo se congele y tienes acceso a una gran ballena que aparece varada, puede ser fundamental».

    Piensa lo siguiente: la mitad o incluso más de la masa corporal de una ballena está compuesta de grasa y carne. Una ballena gris puede aportar a un oso tantos nutrientes como 420 focas oceladas. El valor nutricional de una ballena boreal muerta sería equivalente al de unas 1.300 focas.

    En otras palabras, el equipo de Laidre determinó que, si mil osos consumen una dieta primaveral normal durante 120 días, devorarían 26.400 focas. O podrían comerse simplemente 20 ballenas boreales.

    De forma que Laidre y sus colegas se dispusieron a descubrir si es —y era— posible que los osos polares aplicaran su voraz apetito a las ballenas.

    Al parecer, es probable que sea más complicado que antes, aunque quizá nunca fuera sencillo.

    ¿Hay suficientes ballenas muertas?

    El equipo revisó investigaciones, estudios y notas de observaciones anteriores en áreas donde los osos polares parecen alimentarse con mayor frecuencia de cadáveres de ballenas, principalmente en el mar de Chukotka, en el Extremo Oriente ruso, y el archipiélago de Svalbard, en Noruega. En ambos lugares, los vientos, las corrientes oceánicas y la topografía de las playas hacen que sean habituales los varamientos de cadáveres de ballenas boreales y grises que mueren por causas naturales, y hay casos documentados de osos polares que se remontan a hace décadas.

    «En algunas zonas, estos cadáveres aparecen con cierta frecuencia y son una fuente de alimento predecible en cierto modo», afirma Laidre.

    Sin embargo, en otros lugares como la costa rocosa de Groenlandia, el acceso a los cadáveres de ballenas es limitado. Los cadáveres tampoco tendrían por qué aparecer con tanta regularidad en muchas zonas.

    Y lo más importante: las ballenas son una mera fracción de lo que eran antes de que los humanos las cazaran a nivel comercial. Aunque a escala mundial algunas poblaciones se han recuperado, la industria y el transporte marítimo impiden que aumente el número de ballenas.

    «Sabemos que, históricamente, las poblaciones de grandes ballenas eran mucho más grandes que hoy en día», afirma Laidre. Por eso, aunque es probable que las ballenas ayudaran a los osos polares a superar periodos cálidos previos, nada sugiere que eso pueda ocurrir de nuevo.

    Todd Atwood, biólogo de osos polares del Servicio Geológico de los Estados Unidos en Alaska y que participó en el estudio, está de acuerdo.

    «Gran parte de los problemas a los que se enfrentan los biólogos de osos polares consiste en tratar de comprender hasta qué punto estos osos tienen flexibilidad alimentaria», afirma. «Eso nos da una idea de qué posibles ventajas energéticas podrían obtener los osos ante la ausencia de focas oceladas».

    En la actualidad, en zonas donde los cazadores de subsistencia todavía matan ballenas boreales, los montones de huesos suelen atraer a los osos polares.

    «De hecho, se trata de una contribución marina que aportan los humanos», afirma. «Aportan a los osos polares un acceso rutinario a las ballenas boreales que, de lo contrario, no tendrían».

    Pero, claro está, gran parte de la grasa y la carne de dichas ballenas ya se ha retirado. Y el mensaje que transmite la investigación de Laidre es que «es como una tirita, a no ser que también seas capaz de hacer algo respecto a la pérdida de la banquisa», afirma Atwood.

    Laidre es aún más contundente: «Si queremos que haya osos polares, necesitamos banquisa, y la pérdida de la banquisa está muy vinculada a nuestras actividades y nuestras emisiones de combustibles fósiles».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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