Estas crías son los monstruitos del reino animal

Estos metamorfos, caníbales y ladrones de cuerpos no se parecen en nada a las crías adorables del reino animal.

Por Liz Langley
Publicado 29 oct 2018, 12:14 CET
Larva de hormiga león
Las larvas de mirmeleóntidos u hormigas león, como esta de la estación biológica de Cedar Point, son depredadoras tan temibles como parecen.
Fotografía de Joël Sartore, National Geographic Photo Ark

Los niños humanos se disfrazan de monstruos en Halloween, pero algunas crías de animales se parecen mucho a monstruos de verdad.

Claro está, solo hacen lo que les resulta natural, pero eso no los hace menos espeluznantes. Esta semana nos hemos preguntado qué crías de animales son las menos adorables.

Los renacuajos de sapos pata de pala

Algunos sapos pata de pala del este de los Estados Unidos comienzan sus vidas siendo omnívoros, alimentándose de material vegetal como algas y detritus en la arena hasta que dan un buen mordisco a la carne de otras especies de sapo pata de pala. Y después, cambian.

Estos renacuajos se convierten en lo que se denomina morfo carnívoro, «un renacuajo mucho más grande con partes bucales más grandes», explica Greg Pauly, comisario de herpetología del Museo de Historia Natural del condado de Los Ángeles.

Estos pequeños carnívoros se alimentan de plantas y palos, de artemias salinas o de sus parientes sapos, e incluso de su propia especie.

Las cecilias

Las cecilias (Gymnophiona) son anfibios sin patas cuyas crías se alimentan de partes de su madre viva.

La madre desarrolla una capa externa de piel grasa que las crías arrancan y devoran con dientes especializados. Es como cuando un lagarto —o alguien que se ha quemado tomando el sol— muda la piel. Pauly explica que no es tan diferente de «otros mamíferos que dan de mamar a sus crías», pasando nutrientes de su propio cuerpo a sus bebés.

Una cecilia madre desarrolla una capa especial de piel que se convierte en la primera comida de su cría. Esta es una cecilia (un anfibio sin patas) del zoológico de San Antonio.
Fotografía de Joël Sartore, National Geographic Photo Ark

Las ranas patito

El renacuajo de la rana patito no es feroz, pero sí es un gigante de unos 25 centímetros de largo. Sin embargo, la rana adulta apenas supera los siete centímetros.

¿Cómo decrece una cría de un tamaño tan monstruoso?

La mayor parte del renacuajo es cola, lo que le da energía para impulsar su «enorme transformación» de renacuajo a rana, afirma Pauly.

Los reznos o tórsalos

Esta especie de Centroamérica y Sudamérica ni siquiera tiene que acercarse a nosotros para plantar a sus crías bajo nuestra piel.

El tórsalo adulto fija sus huevos a un mosquito. Cuando el mosquito muerde a un humano, el calor corporal de la persona hace que los huevos eclosionen y las larvas se introducen bajo la piel.

Gil Wizen, entomólogo del Royal Ontario Museum en Torono, explica que, a continuación, las larvas se alimentan de nuestros leucocitos, aunque no lo suficiente como para provocar daños.

Wizen ha permitido que su propio cuerpo sirviera como criadero de larvas de tórsalos. Explica que su entrada y su salida apenas resultan perceptibles porque «secretan sustancias químicas que duermen la zona».

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    Pero estaba decidido a presenciar el «nacimiento» del segundo tórsalo adulto.

    «Es una mosca preciosa, y no lo dijo porque sea mi hija», bromea. Para ser justos, este bichito de cuerpo azul metálico es bastante llamativo.

    Las hormigas león

    Las larvas de hormiga león o mirmeleóntido tienen un aspecto bastante feroz, pero su método para atrapar presas se parece es digno de una película de terror. Excavan hoyos en la arena blanda, de forma que cuando una pobre hormiga pase cerca y resbale, se caiga en el hoyo.

    Si la hormiga tiene dificultades, la hormiga león arroja arena y piedras sobre ella para que no consiga salir. Finalmente, la desdichada hormiga acaba en las fauces curvadas, serradas y huecas de la joven hormiga león, que le absorbe la vida.

    Estos insectos viven en el este de Estados Unidos, de forma que, si vives en esa región y ves pequeños hoyos en el jardín, es posible que se esté desenvolviendo una situación dramática bajo tierra.

    Las larvas del carábido (Epomis circumscriptus, adulto (derecha) y larva) absorben la sangre y el tejido de las ranas.
    Fotografía de Gil Wizen, Nature Picture Library, Alamy

    A partir de esta feroz pequeña se desarrolla un insecto bastante bonito que se parece a una libélula delicada.

    Las larvas de carábido

    Este bicho devora ranas, en lugar de al revés.

    Dos especies de larvas de carábido atraen a las ranas moviendo sus antenas y haciéndose pasar por presas. Cuando la rana se acerca lo suficiente, «atacan», explica Wizen, que describió esta conducta en un estudio de 2011 en la revistaPLoS One.

    Las larvas se fijan a la primera parte del cuerpo que puedan; si resulta ser la lengua que casi las captura, pueden desplazarse por la garganta para que no las mastique. Pueden trasladarse a un lugar mejor empleando un «movimiento de sierra» con las mandíbulas en forma de gancho, según explica Wizen.

    Las larvas chupan la sangre y el tejido blando de la rana durante casi una semana, y a continuación «empiezan a masticar hasta que no queda nada» salvo el hueso, explica Wizen.

    Suena horrible, pero como las ranas devoran un sinnúmero de insectos durante toda su vida, «¿quién es el malo de la historia?», se pregunta Wizen.

    Al fin y al cabo, no es mal, es naturaleza.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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